Artes visuales y exposiciones
El círculo de Hegel
Juan Carlos Tellechea

Filosofar por sí mismo, así como con tres grandes figuras del Idealismo y del Romanticismo alemán, Friedrich Hegel, Friedrich Hölderlin y Friedrich Schelling, es la propuesta de una interesante exposición que tiene lugar desde el 6 de octubre al 16 de febrero de 2020 en el Deutsches Literaturarchiv de Marbach, la ciudad natal de Friedrich Schiller.
La exhibición, titulada Hegel und seine Freunde (Hegel y sus amigos), conmemora el 250º aniversario del nacimiento de Hegel (1770-1831) y la efervescente época que le tocó compartir con otros dos alumnos del Seminario de Teología Protestante de Tubinga, Friedrich Hölderlin (1770-1843) y Friedrich Schelling (1775-1854), antes de alcanzar el cenáculo de los más encumbrados pensadores que ha dado la historia de Alemania.
Eran tiempos de fermentativo pensamiento revolucionario. Sin embargo, ningún autor del siglo XVIII ofrecería una teoría de la revolución; ninguno sugeriría los medio para tomar el poder, antes del periodista y agitador revolucionario de izquierdas francés François Noël Babeuf, más conocido como Gracchus Babeuf (Saint Nicaise/Saint-Quentin, 1760-Vendôme, 1797), durante la primera fase de la Revolución francesa (1789).
Tras el derrocamiento de Maximilien de Robespierre (Arras, 1758-París, 1794, decapitado en la guillotina) y el fin del Terror en 1794, Babeuf -ejecutado también tres años más tarde- se convertiría en un crítico radical del dominio del Directorio y reclamaría, como fundador de la Conjura de los Iguales (Conjuration des Égaux), la promulgación del proyecto constitucional de 1793.
Si bien precedida por la Declaración de Independencia (4 de julio de 1776) de Estados Unidos y su Constitución (1787), la Revolución francesa sería un acontecimiento demasiado importante en sí mismo como para no tener decisivas repercusiones en la Europa del absolutismo despótico y poco después en las aspiraciones independentistas y republicanas de los países Iberoamericanos. La acompañarían oleadas ideológicas sobradamente poderosas, así como muchos acontecimientos cruentos en la historia de los hechos sociales, económicos y políticos en el Viejo Continente.
Juristas, publicistas y filósofos no podrían prescindir de una reflexión sobre este trascendental hecho histórico; y no solo en Francia, sino también -y ante todo- en los países afectados por las guerras de la Revolución, del Consulado y del Imperio.
Sería aquella una reflexión pasional, y apasionada en algunos casos, pero también -principalmente por parte de los filósofos alemanes- integrada en una vasta tentativa de reconstrucción lógica, moral, y metafísica, o en una filosofía de la historia y del espíritu.
Ésta abarcaría desde el rechazo de los principios de la Revolución francesa, por parte del liberal irlandés Edmund Burke (contemporáneo de Adam Smith) y de los franceses Antoine de Rivarol (tradicionalista) y Joseph de Maistre (iluminista), pasando por la filosofía alemana desde la Aufklärung (Ilustración), de Gottfried Wilhelm Leibniz, a Hegel y la tentativa de una filosofía del Estado moderno. El Estado es, para Hegel, quien lo reiteró en varias oportunidades, la esfera de la conciliación entre lo universal y lo particular. El Estado es la realidad (Wirklichkeit) de la libertad concreta.
Uno de sus más feroces críticos sería Marx, ya que Hegel en ningún momento demostró que el Estado concilie realmente, en la Constitución que esboza, lo que, según sus propias tesis, debería conciliar (lo que es válido en parte hasta el día de hoy, siglo XXI). El problema de la conciliación entre la libertad individual y la unidad de la voluntad general no sería resuelto, en forma alguna, por la monarquía constitucional, las dos cámaras corporativas y la burocracia.
Hegel demostraría, a lo sumo, que no existiría organización racional a menos que esta conciliación se realizara; pero cuando pasaba a la descripción de lo que existía entonces, no hacía más que yuxtaponer a un problema lógico la descripción de un Estado histórico, sin demostrar en absoluto que en todo sistema político existente hay razón y libertad concreta.
Hegel, Hölderlin y Schelling eran originarios de la misma región, el Ducado de Wurtemberg: Hegel de Stuttgart, Hölderlin de Lauffen, y Schelling de Leonberg. A lo largo de sus estudios en Tubinga (1788-1793), y más tarde durante sus años de preceptorado en Berna/Suiza (1793-1796) y en Francfort del Meno (1797-1800), Hegel sufriría las más diversas influencias filosóficas: la filosofía crítica de la Aufklärung, el kantismo, el naturalismo spinozista de Schelling, y el romanticismo de Hölderlin.
¿Que somos? ¿Que soy? ¿Como seremos libres? ¿Que nos hace ser buenos, en un sentido moral? ¿Que es la verdad? ¿Por que hay Dios? ¿Para que sirve el arte? Cuestiones como estas inflamaban el espíritu de los tres estudiantes de teología luterana poco después del estallido de la Revolución francesa. Los tres diseñarían entonces un programa sobre el Idealismo que sería también un programa sistemático de Literatura.
Con el ser libre y consciente de sí mismo, al mismo tiempo, un mundo entero emerge de la nada; la única creación verdadera y concebible (surge) de la nada, afirmarían. El libre juego de la fantasía, y de nuestro yo en el lenguaje, es una premisa para poetizar y filosofar. El filósofo tiene que poseer tanta fuerza estética como el poeta; las personas sin sentido estético son nuestros filósofos de letras. La filosofía del espíritu es una filosofía estética, añadirían.
El trío, muy lejos de imaginar siquiera al retrógrado y tristemente célebre presidente tuitero y autor de fake news de nuestros días, se interrogaba nada menos que sobre la verdad, la belleza, la felicidad, la libertad, la fe y la moral. La exposición, al estilo de un simposio-taller invita además a la autoexperimentación: ¿Cuan idealistas somos? ¿Como pensamos, como llegamos a fantasear y a dar un paso más allá? Comisariada por la directora de la sección museística del DLA, Heike Gfrereis, especialista en ciencia de la literatura, la muestra se complementará con una discusión titulada lange Nacht der Philosophie (Larga velada de filosofía) que tendrá lugar aquí el 8 de febrero de 2020.
Ante la imaginaria mesa de discusiones se sientan, entre otros, Friedrich Schiller, Johann Wolfgang von Goethe, David Friedrich Strauss, Friedrich Theodor Vischer y Eduard Mörike, Heinrich Heine, Georg Simmel y Margaret Susman, Franz Kafka y Hermann Hesse, Hannah Arendt, Paul Tillich y Theodor W. Adorno, Heiner Müller y Peter Hacks, Alfred Andersch, Robert Gernhardt y Eckhard Henscheid, Hans-Georg Gadamer y Judith Butler, así como Ulrich Schlösser y estudiantes de filosofía de la Universidad de Tubinga.
Entre las principales obras de Hegel se cuentan La fenomenología del espíritu (Phänomenologie des Geistes, Bamberg 1807), la Ciencia de la Lógica (Wissenschaft der Logik, tres volúmenes, 1812-1816), la Enciclopedia de las ciencias filosóficas (Enzyklopaedie der philosophischen Wissenschaften, edición definitiva de 1830). Esta última sería completada por los Elementos de la filosofía del derecho (Grundlinien der Philosophie des Rechts, de 1821) que es, en realidad, un desarrollo de una de las partes de la referida Enciclopedia; obra en la que se exponen más directamente las ideas políticas de Hegel.
Sus alumnos, recogiendo manuscritos, transcripciones y notas tomadas en clase, publicaron, tras la muerte (probablemente a consecuencia de una epidemia de cólera en Berlín) del maestro, varios de sus cursos bajo el título de Lecciones sobre la estética, y especialmente las Lecciones sobre la Filosofía de la Historia (Vorlesungen über die Ästhetik, gehalten 1820-1829, aus Notizen und Mitschriften 1835-1839 postum herausgegeben von Heinrich Gustav Hotho).
En La fenomenología del espíritu, Hegel se propone, no ya reflexionar sobre el Sollen, es decir lo que debe ser, sino comprender lo que es como es, ya que todo es útil y necesario para ello. El idealismo hegeliano es radical. Para él la idea no es una creación subjetiva del sujeto, sino la misma realidad objetiva o, si se prefiere, el primer y único sujeto. Todo procede de ella, tanto el mundo sensible como las producciones del espíritu (y, en consecuencia, de mi propia reflexión, señalaría).
El desarrollo progresivo de la Idea inicial hacia el Espíritu universal es la propia Historia, que no es sino la historia de la creciente plenitud del Espíritu en el mundo y la historia de la emergencia del mundo a la conciencia: el Espíritu, incesantemente, se niega, se rompe, se objetiva en un mundo exterior, pero siempre para hacerse más consciente ante sí mismo, para recobrarse y, finalmente, para crecer.
La escuela filosófica del Idealismo alemán se desarrollaría a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, partiendo de la obra (entre 1780 y 1790) de Immanuel Kant, vinculándose estrechamente con el Romanticismo, la Ilustración y el contexto histórico de la Revolución francesa, así como con las posteriores Guerras Napoleónicas. Los principales pensadores del movimiento fueron, además del propio Kant, Johann Gottlieb Fichte (autor de los Discursos a la nación alemana), Schelling y Hegel (estos tres últimos habrían de reaccionar fuertemente contra la Crítica de la razón pura de Kant).
Considerado por la historia clásica de la filosofía como el representante de la cumbre del movimiento decimonónico alemán del idealismo filosófico y como un revolucionario de la dialéctica (tesis y antítesis), Hegel habría de tener un impacto profundo en el materialismo histórico de Karl Marx (1818-1883). La relación intelectual entre quien sería más tarde el autor de El capital y Hegel se convertiría en una gran fuente de interés por la obra de este último.
Como en el juego de billar que los estudiantes de Tubinga acostumbraban a practicar desde el siglo XVIII, su pensamiento generaría una serie de reacciones y revoluciones que irían desde la explicación del materialismo marxista, el preexistencialismo de Søren Kierkegaard, el escape de la metafísica de Friedrich Nietzsche, el existencialismo de Gabriel Marcel, la crítica a la ontología de Martin Heidegger, el pensamiento de Jean-Paul Sartre, la filosofía nietzscheana de Georges Bataille, la dialéctica negativa de Theodor W. Adorno, la teoría de la deconstrucción de Jacques Derrida y la teoría psicoanalítica de Jacques Lacan, entre otros pensadores de una muy larga nómina.
No debiera soslayarse, en tal sentido, el impacto que habría de tener el sistema hegeliano en la filosofía europea y especialmente en la francesa del último siglo y medio, donde la recepción de Hegel fue mediada principalmente por Jean Hyppolite, de forma mucho más apasionada por Eric Weil, así como por Alexandre Koyré y Alexandre Kojève.
Aunque en Marbach se encuentra solo una pequeña parte del legado de Hegel (la mayor parte se conserva en la Biblioteca Estatal de Berlín) -entre otros originales se pueden ver aquí algunas cartas escritas por él y otras dirigidas a él, así como un manuscrito suyo para una de esas referidas Lecciones sobre la estética, y un artículo sobre la trilogía dramática Wallenstein, de Schiller- el Archivo Alemán de Literatura guarda innumerables obras de intelectuales que lo han leído e interpretado a lo largo de las dos últimas centurias.
La presentación se compone de muchos fragmentos diversos y coloridos, pero lo más importante para los organizadores era lograr que los visitantes tuvieran mayor conciencia de sí mismos. No de que pudieran encajonar a Hegel en una gaveta y solo entender lo que quería decir. Pensar consiste en realidad en la formulación de un eterno cuestionamiento. El permanente juego entre la ilustración y el oscurantismo, entre el esclarecimiento y las tinieblas, estriba ciertamente en pensar.
La muestra es acompañada por una publicación de 48 páginas de la Deutsche Schillergesellschaft titulada Was das Archiv von Hegel weiß (Lo que sabe de Hegel el Archivo) con comentarios de Ulrich von Bülow (jefe del archivo del DLA), Heike Gfrereis, Hans Ulrich Gumbrecht, Georg Hartmann, Francesca Iannelli, Daniel Knaus, Marie Lippert, Nadine Mooren, Sandra Richter (directora del DLA), Richard Schumm, Claus Zittel und Robert Zwarg (ISBN 978-3-944469-49-2).
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