Alemania
La casa azul
Juan Carlos Tellechea
La extraordinaria coreógrafa irlandesa Marguerite Donlon ha llevado a escena con clamoroso éxito Casa azul, un impresionante ballet sobre la compleja y portentosa vida de la pintora mexicana Frida Kahlo, estrenado el 5 de octubre en el Theater Hagen de Westfalia.
Donlon (condado irlandés de Longford, 1966) con una ascendente carrera internacional a cuestas que la ha paseado por varios continentes, asumió la dirección general del Ballett Hagen en esta temporada 2019/2020. Viene de dirigir durante más de una década (2001 – 2013) al Ballet del Sarre en el suroeste del país, así como de trabajar de forma libre para otros escenarios. Con la compañía del Sarre estrenó mundialmente Casa azul hace poco más de una década.
En Alemania hay cerca de 90 compañías de danza de todos los tamaños, la mayor de las cuales es la de Berlín con casi un centenar de bailarines. Tanto más increíble es lo que puede lograr una sobresaliente y creativa coreógrafa como Donlon con el aplicado y disciplinado trabajo profesional de un pequeño grupo de 12 bailarines (más dos eleven). Su labor destaca por el variado lenguaje neoclásico que emplea, con algunos certeros toques de abstracción, para llevar a escena, de la forma tan perfecta como lo hace, una historia tan intrincada como la de Frida Kahlo.Durante 71 minutos el público contuvo el aliento en la platea para no perderse ni el más ínfimo detalle de lo que ocurría sobre el escenario. La vida de Frida, en sus diferentes etapas, incluida su pertenencia por convicción al Partido Comunista de México, es encarnada de forma estupenda, tanto danzística como histriónicamente, por partida triple, con la italiana Noemi Emanuele Martone, la portuguesa Filipa Amorim y la española Sara Peña.Casa azul, ballet de Marguerite Donlon. © 2019 by Oliver Look.
El célebre muralista mexicano Diego Rivera, marido de Frida, cobra vida a través de la entrañable voz y el magistral toque de guitarra del argentino Luis González (correntino de Curuzú Cuatiá, criado en Santa Fé, para más señas), mientras la estadounidense Amber Neumann hacía una Chavela Vargas con una hondura que embargaba hasta los tuétanos.
Más de un espectador, emocionado, no podía contener las lágrimas que rodaban por sus mejillas al evocar el elenco la penosa y doliente vida de Frida Kahlo (Coyoacán, 6 de julio de 1907-ídem, 13 de julio de 1954). Marcada por el infortunio, tras contraer poliomielitis y sufrir un grave accidente de tránsito, quedó postrada durante largo tiempo y fue sometida a 32 operaciones quirúrgicas de las cuales nunca quedaría del todo recuperada.
Todo el reparto descolla sobremanera sobre las tablas: la Cristina Kahlo (hermana menor de Frida y amante de Diego) de Jeong Min Kim/ Federica Mento; el Alejandro Gómez Arias (novio de juventud) de Dario Rigaglia/Alexandre Démont; el Nickolas Muray (fotógrafo estadounidense de origen húngaro y uno de los amantes) de Démont; así como sus demás amigos y amigas (en sus relaciones bisexuales) Brandon Alexander, Genaro Chianese, Peter Copek, Ciro Ioro, Antonio Moio, Amber Neumann y Ambre Twardowski.
La casa azul, número 247 de la calle Londres (escenografía y vídeos Ingo Bracke), en la que nació, vivió y murió la legendaria pintora, musa y crítica de Rivera, convertida ya en un mito, es hoy un museo en su homenaje y fue construida por su padre, el fotógrafo alemán-mexicano Guillermo Kahlo (Pforzheim, 1871-Coyoacán, 1941). Casados, divorciados y vueltos a casar, Frida y Diego mantuvieron una etérea relación simbiótica en la que ambos se influenciaron recíprocamente en el campo artístico. El escenógrafo no pierde de vista en su diseño ni los espejos en los que Frida se miraba y acicalaba con desvelo.
Con la composición y arreglos musicales del malogrado saxofonista de jazz alemán Claas Willeke, con quien Donlon estuvo casada y que pereció en un trágico accidente de automóvil cerca de Berlín en 2013, la coreografía arma un precioso y colorido fandango (vestuario Markus Maas).
Se admiran los atuendos de origen indígena-campesino (entre otros de tehuana), como los que vestía Frida por deseo de Diego, y se escuchan piezas tradicionales mexicanas, entre ellas un jarabe (vástago del jarabe gitano andaluz) y el son jarocho (con elementos españoles, indígenas y africanos) de La bamba, himno popular de Veracruz. El ballet prima sobre el escenario, con movimientos sincrónicos y asincrónicos coordinados con precisión de relojería suiza (asistente de coreografía Francesco Vecchione).
Donlon combina hábilmente además las vívidas escenas con extractos de la banda sonora del filme Frida (2002), ganador de dos premios Oscar, de la realizadora estadounidense Julie Taymor, con Salma Hayek en el papel protagónico, Alfred Molina (Diego Rivera) y Antonio Banderas (David Alfaro Siqueiros). Cantan de manera inolvidable, en esa cinta y aquí, Lila Downs y Chavela Vargas (con una más que conmovedora Llorona), invitada en diversas oportunidades a la casa de los Kahlo-Rivera en Ciudad de México.
A través de las proyecciones de vídeo, además de las imágenes de los viajes de Frida y Diego a Estados Unidos y una mención casi subliminal al también legendario Mario Moreno (Cantinflas) que pasa inadvertida para los espectadores, se recogen, entre otros, algunos textos de los diarios que escribió Frida, memorizando aquellos momentos de tanta soledad vividos. Con su pródiga imaginación había inventado una amiga (la otra Frida, una niña de su misma edad), con quien experimentaría grandes aventuras que luego procesaría en sus cuadros, de peculiares líneas expresionistas, surrealistas y con elementos populares, para retratar su propia vida.
En una de las entradas cuenta cómo había empañado con su propio vaho el cristal de la ventana junto a su cama, cuando estaba postrada, para dibujar una puerta. En esos sueños vería enfrente una lechería de nombre Pinzón y a través de la O de Pinzón entraría y bajaría intempestivamente al interior de la tierra, donde su amiga imaginaria siempre la esperaba.
No recuerdo su imagen ni su color. Pero sí sé que era alegre, se reía mucho. Sin sonidos. Era ágil y bailaba como si no tuviera peso ninguno. Yo la seguía en todos sus movimientos y le contaba, mientras ella bailaba, mis problemas secretos. ¿Cuáles? No recuerdo, pero ella sabía por mi voz todas mis cosas.
El ballet despide a Frida con la leyenda de Viva la vida (que pintó en su último cuadro, fechado en Coyoacán 1954, México, óleo sobre madera prensada que muestra varios cortes de sandías en tonos muy vivos)...mientras se apagan las luces y el teatro queda en absoluto y respetuoso silencio...La última anotación en su diario sería Espero alegre la salida y espero no volver jamás. Tras el segundo que demoró en salir de su asombro y fascinación, el público estalló en atronadores aplausos, largas ovaciones y gritos de aprobación durante cuatro aperturas y cierres de telón. ¡Un éxito total de Marguerite Donlon en su debut en el Teatro de Hagen!
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