Alemania
Preist mit hoher Freude Glut, Leonorens edlen Mut.
Juan Carlos Tellechea
Anticipándose a la abundante serie de Fidelio por venir en los próximos días en varios teatros europeos en conmemoración del 250º aniversario del nacimiento de Ludwig van Beethoven, la Philharmonie de Essen presentó esta tarde la versión semiescénica de la Orquesta de Cámara de Suecia, dirigida por Thomas Dausgaard, con la legendaria soprano dramática Nina Stemme en el papel de Leonora.
Con puesta de Sam Brown, así como escenografía e iluminación de Bengt Gomér, el hemiciclo que ocupa la orquesta en la gran sala Alfried Krupp de la Filarmónica se convierte en una cárcel de tenebrosos muros con un calabozo en el medio. Las paredes están recubiertas con telas negras que ofician de paneles acústicos proyectando a la perfección el sonido de los 45 instrumentos del colectivo, el coro de 38 integrantes de la Radio de Suecia, excelentemente preparado por Marc Korovitch; así como las voces de Stemme y de los otros siete solistas. Enmarcan ese espacio una docena de columnas con lámparas LED que iluminan asimismo la estrecha celda de Florestán. Todos debutan en este auditorio, excepto Thomas Dausgaard, director principal de la BBC Scottish Symphony Orchestra, con la que estuvo aquí en 2017. A los ojos se la régie puede ser que toda la estructura montada parezca una cárcel, pero observándola bien se asemeja más al estudio auditorio de una emisora de radio lista como para una transmisión o para una grabación en vivo.
Al Jaquino de este versión se le ha conferido, además de las partes cantadas, un papel hablado con matices modernistas y glorificando la imagen de la mujer en la sociedad moderna (hasta la mención del movimiento Me too contra loa abusos sexuales y sexistas, de nuestros días), así como la explicación al público de la acción, los giros, los virajes y las rotaciones de la trama.
El tenor Daniel Johannsen cumple plenamente con su tarea y muestra una presencia que se mueve mucho en el escenario. La voz, en sí misma agradable y viva, parece todavía bastante ligera para el papel de Jaquino. Si bien en ciertos momentos se producen algunas intervenciones con cierta vena cómica, como el sorpresivo ingreso a empujones de los músicos y del director al escenario, como si fueran reos -un tanto fuera de lugar en este contexto dramático- otras parecen muy apropiadas, como la entrada de los prisioneros a través de la sala.
El momento es fuerte, especialmente porque los coros (masculino y femenino) de la Radio de Suecia impresionan por su calidad y homogeneidad. La parte delicada en la distribución de las voces le corresponde a la soprano Malin Christensson (Marzelline), muy tierna y suave -mas con algunos pasajes en tono agrio y hasta malquistado- captada en todo su esplendor con la sobresaliente acústica de esta sala.
El Rocco del bajo Johan Schinkler, si bien carece un poco de diversidad en el enfoque, domina la tesitura a la perfección, con profundidad y espectro vocal apropiado. John Lundgren pone sus imponentes medios histriónico-dramáticos de barítono al servicio del odioso Don Pizarro. Tiene toda la oscuridad, la singularidad necesarias y una presencia escénica impresionante. Este papel, a menudo confiado a cantantes especialmente preocupados por el efecto y no muy atentos a la línea musical, recupera con Lundren todos sus fueros.
El barítono Karl-Magnus Fredriksson parece casi demasiado grande para su tan breve intervención como el ministro Don Fernando que le ha tocado cumplir. Su voz se eleva con facilidad y le brinda al personaje una humanidad de mucha benevolencia.
El Florestán del tenor Michael Weinius suena con un timbre bastante brillante, así como con una voz amplia y sólida. Pero, la escritura misma del papel lo somete a tensiones perceptibles y la respiración se ve afectada de vez en cuando. Algunos agudos son más bien graves, no lo suficientemente sostenidos. El personaje también carece de esa desesperación, de esa herida de preso político que acompañara a su grito de entrada y que surge de la oscuridad más profunda:
Gott, welch Dunkel hier!
O grauenvolle Stille!
öd ist es um mich her,
nichts, nichts lebet außer mir,
o schwere Prüfung! (…)
Así y todo, Weinius da una respuesta de buena calidad a su compañera Nina Stemme. Ella está impecable en su papel de Leonora, disfrazada de Fidelio para liberar a su marido; un rol que viene haciendo siempre con moderación desde que lo grabara con Jonas Kaufmann bajo la dirección de Claudio Abbado hace como una década.
El material vocal permanece sólido, asertivo y la proyección sigue siendo tan imponente como siempre, aunque con el tiempo vaya perdiendo algo de lustre en su sello. Stemme despliega siempre magníficos colores, tiene seguridad en los graves y gran desenvoltura en la interpretación. Solo los agudos, especialmente en el aria Abscheulicher parecen inquietos, e incluso forzados.
Abscheulicher! Wo eilst du hin?
Was hast du vor in wildem Grimme?
Des Mitleids Ruf, der Menschheit Stimme -
Rührt nichts mehr deinen Tigersinn? (...)
La soprano debe conseguir no un aliento, sino establecer una cesura para emitirlo con la mayor seguridad posible. En el segundo acto se encuentra mucho más a sus anchas, más libre en su canto, lo que le permite conquistar las merecidas ovaciones que le prodiga el público. Nina Stemme pertenece a esa clase de cantantes excepcionales que se van tornando más raras en nuestros tiempos y ha sido un momento muy especial el vivido esta vez en la Philharmonie de Essen para apreciar su arte.
Thomas Dausgaard, al frente de la excelente Swedish Chamber Orchestra (con sede en Örebro, área histórica de Suecia), ejecuta la obra de forma muy vívida y dinámica, desde el principio hasta el final; la lleva a un tempo muy peculiar y, diríamos que, hasta personal. Las maderas suenan sobresalientemente bien, las cuerdas finamente cinceladas y los metales brillantes, en toda su redondez. El conjunto tiene la densidad musical y dramática para este gran Fidelio que fue aclamado a viva voz y con estruendosos aplausos durante largos minutos. Este Año de Beethoven estará repleto de versiones de Fidelio aquí, allá y acullá, con directores como Antonio Pappano y Kirill Petrenko, tenores como Jonas Kaufmann y sopranos como Lise Davidsen de las que seguramente vendrán reseñas próximamente
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