Portugal
El Carnaval se adueñó de la Sala Suggia
Ainhoa Uria
Cuando alguien se acerca hacia la enorme caja de Casa da Música, obra del arquitecto holandés Rem Kolhaas, no puede menos que pensar que ha viajado en el tiempo y que se ha teletransportado a una ciudad futurista.
El enorme recinto alberga los accesos a la ciclópea construcción, la escalinata que accede a los tipos que confirman que, efectivamente, nos encontramos en Casa da Musica y a unos suaves montículos a modo de úes donde los skaters se afanan ante la vista de las personas que se toman un vino en la planta -1, esperando a acomodarse en las butacas de la sala que les corresponde.
Reza el programa de mano que “la Orquestra Geração (Orquesta Generación) es un proyecto pedagógico inspirado en el conocido sistema venezolano. Tiene como principal objetivo promover el pleno desarrollo de niños y jóvenes a través de la enseñanza musical, favoreciendo la inclusión social de los medios más desfavorecidos y con menos oportunidades. Con ayuda tanto de instituciones como de mecenas y con apoyo pedagógico de la Escuela de Música y del Conservatorio Nacional. (…) El proyecto ha recibido notables distinciones como el premio Nacional de Profesores 2010, Marco de Excelencia del municipio Amadora 2011, fue considerado uno de los 50 mejores proyectos sociales de la Unión Europea en 2013 y 2014, Mención Honorífica de la Fundación Mota-Engil en 2017 y en 2018 fue considerado proyecto del año por AGEAS, entre otros premios. El proyecto ha sido solicitado para eventos nacionales como la recepción del Presidente del Parlamento Europeo, el Festival de la UEFA, la sesión de lanzamiento del programa de fondos europeos 20/20 y paralas conmemoraciones oficiales de los treinta años de la entrada de Portugal en la Comunidad Europea. También es miembro de la Dirección del Sistema Europa. La Orquesta Geraçao fue laureada en 2018 con la Medalla Conmemorativa del 70º aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, concedida por la Asamblea de la República por el trabajo realizado con niños, jóvenes y comunidades.”
Así pues, este proyecto como escribía Paula Fernández para la Vanguardia el 16 de junio de 2016, pretende“Combatir el abandono escolar de los niños de barrios desfavorecidos a través de la música (…), lleva casi una década dando una oportunidad a centenares de niños en Portugal. Dirigida a escolares que no tienen experiencia en la práctica orquestal, esta iniciativa no busca formar músicos sino integrar a los niños en una comunidad y dotarles de un instrumento que los empuje a continuar sus estudios y que haga crecer sus ambiciones. (…) Lo que empezó entonces con 15 niños (en un colegio de Amadora) se ha convertido ahora (en 2016) en un proyecto presente en 14 escuelas del área metropolitana de Lisboa y 4 de Coimbra con cerca de 900 niños.”
En palabras de Antonio Wagner Diniz, presidente de la Asociación de las Orquestas Sinfónicas Juveniles Sistema Portugal, en una entrevista concedida a Efe, “
No somos una escuela de música ni pretendemos serlo. Es un proyecto de intervención social a través de la práctica de orquesta. (... ) Trabajamos con los niños para crearles la autoestima suficiente para que puedan evolucionar y ambicionen llegar a ser algo más que aquello que en principio serían por los barrios por donde habitan. (…) El rendimiento escolar de los niños también ha aumentado, a través de la mejora de la capacidad de concentración y de los múltiples ejercicios que hacemos.
El sol del atardecer entraba por las paredes de cristal de la parte frontal y trasera de la Sala Suggia y se reflejaba, como hace el sonido, en el suelo de metal inundando todo el espacio de luz. En torno a 100 adolescentes con vaqueros y camiseta roja comenzaron a entrar en el escenario, que ahora se podía ver nítidamente porque minutos antes habían hecho descender una enorme placa de textura entrelazada que bloqueaba la entrada de luz del fondo del escenario.
El concierto comenzaba con la grandiosa Pompa y Circunstancia en cuyo acorde final, al son de la batuta, los arcos acabaron el sonido con una parábola ascendente, para pasar a un primer movimiento de la 5ª sinfonía de Beethoven más que digno. El Andante de Duas Melodias requería sólo la sección de cuerda; en esta obra, el papel del contrabajo, lejos de dedicarse al binomio dominante-tónica como acostumbramos a contar en chistes para músicos, tuvo un papel lírico protagonista. El delicado final contó con el silencio como parte de la música, dejando una sensación muy placentera en el auditorio. Tras la entrada de los vientos hizo su aparición la gran cantante caboverdiana María Alice, cuyo timbre de voz tan característico dio un aire muy nostálgico a la Despedida de su patriota Tavares. La divertidísima Parede Bedje contó con la presencia de la melodía en cuerdas que no la suelen llevar, así, al diseñar el programa se tuvo en cuenta el otorgar protagonismo a todos los instrumentistas de la agrupación. El Maestro hizo gala de una dirección emocional y muy efectiva, y no dudó en guardar la batuta para atacar unas rítmicas síncopas con los puños. Cambiando totalmente de tercio y de color, comienza la Marcha Eslava de Chaicovski con su complejidad rítmica; estuvo muy bien coordinada por el Maestro Olivetti que confiaba tanto en su orquesta como para dejar de marcar en momentos para bajar la intensidad de sonido. Durante todo el concierto el Maestro estuvo conectado con el equipo atendiendo todo lo que acontecía en la partitura. Su gesto, muy expresivo y claro hizo que los músicos de la orquesta, respondieran con eficacia a su cometido.
El programa, muy popular, contaba con tres obras muy conocidas de la literatura musical europea y se paseaba por la cultura portuguesa y por las zonas de influencia de la república. Y con Danzón n.º 2 de Arturo Márquez y prolongándose la sensación rítmica de frescura hasta cuatro bises después, el Carnaval se adueñó de la Sala Suggia. Todos los instrumentistas, incluido el Maestro y la gran Alice, que tomo prestado un sobrero de una violinista, se pusieron sendas gafas, luces, guirnaldas y elementos decorativos y la fiesta se hizo presente; los instrumentistas bailaban sobre sus sillas al ritmo de la música que tocaban, cantaban, gritaban, incitando a bailar con ellos, la concertino dirigía, incluso la sección de metales salió del escenario colándose entre el público para llevar la alegría hasta el mismísimo patio de butacas.
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