Discos
Viaje al Éxodo a través de la reverberación
Paco Yáñez
En la entrevista que el pasado 29 de noviembre mantuvimos con José María Sánchez-Verdú, tras el estreno en España de su banda sonora para la película de Jean Epstein La chute de la maison Usher (1928), entre otros muchos temas nos referimos a la muerte, acontecida apenas un mes antes de aquella conversación, el 23 de octubre de 2019, del alemán Hans Zender, figura de primera magnitud ya no sólo por sus facetas como compositor y director, sino por la dilatada carrera docente a lo largo de la cual guio a numerosas generaciones de compositores a través de esa tan necesaria como compleja frontera que es el ser parte de una tradición cultural y musical estirando sus límites en pos del desarrollo estético de la misma.
Entre los alumnos de Hans Zender a los que José María Sánchez-Verdú se refirió en aquella entrevista estaba el compositor de origen norteamericano Dániel Péter Biró (Madison, 1969), un verdadero judío errante, pues, si repasamos su biografía, nos encontraremos a Biró en muy distintos lugares del mundo, ya por motivos de estudios, ya en proyectos compositivos, ya como investigador o docente: un itinerario vital que lo ha llevado desde a estudiar el folclore magiar en Hungría —siguiendo los pasos de Béla Bartók—, a su doctorado en la Universidad de Princeton, pasando por Suiza, Alemania, Holanda, Austria, Noruega, Canadá, o Israel, país, este último, del que más cercana estaría la auténtica cosmogonía textual y musical que Dániel Péter Biró ha reunido en la partitura que hoy nos convoca, Mishpatim (Laws) (2003-16), ciclo en seis partes de casi dos horas y media de duración que comprende efectivos de lo más diverso que van de la voz de contralto al piano, además de ensemble y electrónica.
Tal y como nos recuerda Tamar Barzel en sus notas, aunque el compositor nacido en Wisconsin haya recorrido el mundo de tan prolija forma como hemos visto, en cada una de dichas estaciones el estudio de la religión judía ha estado presente, nutriéndose de la Biblia hebrea diversas partituras de su catálogo, como Lizkor veLishkoach (To Remember and to Forget) (2001/2018), Simanim (Signs/Traces) (2006), o Sefirot (Emanations) (2015). En Mishpatim (Laws) nos encontramos con el libro del Éxodo, de cuyos capítulos vigesimoprimero a vigesimocuarto toma Biró el título de este ciclo, refiriéndose a la bajada de Moisés desde la montaña con las leyes (Mishpatim) recibidas directamente de Dios. En todo caso, en Mishpatim (Laws) no escucharemos fragmentos completos de la Torá, a pesar de que partes de sus textos son utilizados por Biró para nombrar y conferir una base textual a cada una de las seis partes de este ciclo.
Siguiendo procedimientos de hibridación estética que nos recordarán a los del propio Hans Zender, en dichas partes vendimia y sintetiza Dániel Biró técnicas y estilos de diversos compositores, como Karlheinz Stockhausen, Helmut Lachenmann, o Beat Furrer (así como Salvatore Sciarrino, pero sutilmente filtrado a través del propio Furrer), para proceder desde a recitados de reminiscencias stockhausenianas a fragmentaciones deconstructivas del texto en unidades fonéticas que, como es habitual en Lachenmann, se convierten en clics, chasquidos y diversos efectos guturales y palatales con los que la palabra deviene ruido y proceso musical atomizado en sus elementos energéticos mínimos. Ese tratamiento del texto por medio de técnicas extendidas permite a Biró actualizar la propia Torá en términos estético-musicales, posibilitando lo que Tamar Barzel dice es adentramiento en la dimensión divina de dicho texto a través de un encuentro místico entre lo conocido y lo desconocido, lo perceptible y lo intangible (aunque, a estas alturas del siglo XXI, las técnicas utilizadas aquí por Biró son harto reconocidas, adquiriendo la composición, en su conjunto, un aspecto un tanto de pastiche y remedo de técnicas contemporáneas entra las que, además de las ya propuestas en esta reseña, identifica Barzel improntas de George Crumb, Ancient voices of children (1970); Luciano Berio, Laborintus 2 (1963-65); Luigi Nono, Il canto sospeso (1955-56); o Iannis Xenakis, Nuits (1967-68); además de colocar a Mishpatim (Laws) en la larga estela de partituras occidentales basadas en la religión judía, como la Sinfonía Nº3 "Kaddish" (1963, rev. 1977) de Leonard Bernstein).
Proteicos rizomas, por tanto, los que confluyen en Mishpatim (Laws), a los que podríamos sumar veladas influencias de Morton Feldman, por su suspensión temporal y manejo de los colores esfumados, en pasajes de la partitura como Lakhen (Therefore) —tercera sección de la cuarta parte del ciclo, Ko Amar (Thus Said)—, uno de los más bellos de Mishpatim, así como uno de aquellos en los que la microtonalidad de hace más evidente, lo que nos podría retrotraer, asimismo, a la música de Charles Ives. Pero no se agotarían aquí las reverberaciones que sobrevuelan y nutren Mishpatim, pues en la extática quinta sección de esta misma segunda parte, Shamayim Va'aretz (Heaven and Earth), es difícil no escuchar ecos de la música del propio José María Sánchez-Verdú al que nos referíamos en el comienzo de esta reseña, por su uso tan rugoso de los materiales acústicos y por la presencia de una voz (aquí, de contralto; en Verdú, normalmente para este tipo de pasajes, de contratenor) que con su ambigüedad convoca lo angélico y lo inmaterial: aquello que comparte diversas categorías y sustancias, que sirve de puente hacia diferentes realidades.
Junto con las fuentes textuales y las más que manifiestas improntas musicales, destaca Tamar Barzel en sus notas el hecho de que la liturgia judía marca, con su entonación, la prosodia que Dániel Biró implementa en Mishpatim (Laws), por medio de todo un sistema de cantinelas que sirven tanto como forma de expresión como puente mnémico hacia la tradición, de modo que los textos sagrados pasen, de forma prácticamente inalterada, de generación en generación. De este modo, y de nuevo según Barzel, «en Mishpatim prácticamente cada nota, elección rítmica y gesto funcionan como una suerte de exégesis del texto», derivando del mismo Biró materiales musicales por medio de la Gematría (método que hace corresponder las letras del alfabeto hebreo con sus correspondientes números). De este modo, si para los cabalistas la Gematría abre nuevas posibilidades de interpretar los textos sagrados, para Dániel Péter Biró se convierte en la fórmula para convertir dichos textos en estructuras sonoras con una lógica propia que haría, por medio de tales procedimientos y correspondencias, de la palabra, música.
Así pues, un viaje al Éxodo a través de numerosas reverberaciones textuales, estéticas y musicales, servidas en estas grabaciones de forma ejemplar bajo la supervisión del propio Dániel Péter Biró, pues forma parte el compositor del control de la sutilísima electrónica que articula Mishpatim (Laws), junto con Dominik Pahnke y Sam Wolk (con los excepcionales medios del SWR Experimentalstudio). A ellos se suma una siempre excelente Noa Frenkel, magnífica en su cuerda de contralto y abarcando una gama de tesituras y colores que confieren muchos matices y personalidad a cada uno de los textos, ya sean más puramente recitados en un modo post-litúrgico, ya por medio de técnicas extendidas contemporáneas. Lo mismo tenemos que afirmar de Ermis Theodorakis al piano, transitando paisajes acústicos que van de ecos sublimadamente melódicos a bellas construcciones armónicas entramadas de forma microtonal. El Ensemble SurPlus, también aquí sobresaliente, se encarga de crear muy sugerentes paisajes y de crear nexos entre tan diversas fuentes acústicas, incluyendo dentro de sus efectivos las voces de Christian Kemper y Cornelius Bauer, que desdoblan y se entreveran con la propia Noa Frenkel de un modo tan bien hilvanado y contrapuntístico, que da la sensación de que fueran más las voces que las de los tres citados cantantes. Al frente del SurPlus se encuentra el director Erich Wagner, redondeando una lectura del ciclo muy sugerente, delicada y repleta de matices (y nada fácil es de manejar la obra, por su manifiesta dificultad en muchos compases, así como para dar con el tono justo ya no sólo a tanta impronta como se funde en Mishpatim, sino a ese difícil equilibrio entre la voz individual del compositor, a su expresión como yoidad, frente a los cánones que marcan los textos sagrados y, por ende, la propia tradición judía.
Las tomas de sonido, efectuadas en el SWR Studio de Friburgo, son, como se puede esperar de la radio alemana, excelentes: plenas de cuerpo, detalles y una soberbia espacialización que se beneficia de su edición en SACD, por lo que quien escuche estos compactos en dicha capa se verá en medio de las muchas fuentes acústicas como Dániel Péter Biró trama en la escena musical de su obra. Por lo que a la edición se refiere, ésta es, asimismo, excelente, con un generoso libreto de cuarenta y siete páginas que incluyen el tan clarificador ensayo de Tamar Barzel, así como los textos completos en los que Mishpatim (Laws) se basa (en hebreo, alemán, inglés y francés), biografías de compositor e intérpretes, datos completos sobre las grabaciones y un buen número de fotografías, así como ejemplos de la partitura.
Estos discos han sido enviados para su recensión por NEOS
Comentarios