Recensiones bibliográficas
Feminismo entre dos guerras
Juan Carlos Tellechea
El feminismo, como uno de los grandes movimientos sociales de los últimos 200 años, experimentaría su primer auge después de la Gran Guerra (1914–1918). Sería la lucha de las mujeres por el mundo la que estallaría espectacularmente después de 1918: por la participación, el acceso a la educación y a la profesión, en el debate sobre el poder y las disposiciones de género, sobre la feminidad, la masculinidad y sus niveles intermedios.
De pronto las mujeres se verían muy diferentes, chicas que parecían muchachos y féminas musculosas (marimachos, como las llamaban entonces nuestros abuelos) que parecían venir de la Luna y aterrizaban en la Tierra; trabajaban, se burlaban de los miedos y buscaban lo nuevo; ser feminista pasaría de ser una actitud a ser una forma de vida.
La Revista Idee de Historia de las Ideas (Zeitschrift für Ideengeschichte), publicada trimestralmente por la editorial C. H. Beck, de Múnich, ha dedicado su número de invierno de 2020 al tema Feminismus zwischen zwei Kriegen (Feminismo entre dos guerras)* con aportes de diversas y diversos especialistas en el tema que rastrean esta evolución después del primer movimiento feminista y antes del segundo con artículos como las Nuevas mujeres en [la República de] Weimar, la Red de amistad de Hannah Arendt, y las relaciones entre la derrota en la Gran Guerra y la liberación de la mujer.
Editores de la revista son, entre otras personalidades, Sandra Richter, directora del Deutsches Literatur Archiv de Marbach; Ulrike Lorenz, de la Fundación Clásica de Weimar; Barbara Stollberg-Rilinger, del Colegio de Ciencias de Berlín; Hermann Parzinger, de la Fundación del Legado Cultural Prusiano de Berlín; y Gerhard Wolf, del Instituto Alemán de Historia del Arte de Florencia/Italia.
Otro tema de esta edición de Idee es el del legado de la controvertida cineasta, fotógrafa y actriz alemana Leni Riefenstahl, admirada y protegida por el régimen genocida nacionalsocialista de Adolf Hitler (1933–1945), que pasó ahora a la Fundación del Legado Cultural Prusiano y que será conservado en el Museo de Fotografía Helmut Newton, y en la Cinemateca Alemana, ambas instituciones en Berlín.
La presente edición de Idee estuvo al cuidado de los editores Jan Bürger, del Archivo de Literatura Alemana de Marbach, y Petra Gehring, profesora de filosofía en la Universidad Técnica de Darmstadt, quienes en la presentación del tema central de este trimestre evocaron primeramente a la escritora, poetisa y periodista alemana Margarete Susman.
Susman, nacida en 1872 en Hamburgo y fallecida en Zúrich (Suiza) en 1966, reflexionaba en 1933, cuando el nazismo ascendía al poder con Adolf Hitler, sobre el desarrollo del feminismo. A diferencia de las mujeres más jóvenes, ella había experimentado la era imperial, las guerras mundiales, la revolución y finalmente la corta democracia de Weimar. Su conclusión:
Si uno estudia el movimiento femenino [...] se ve que se eleva cada vez más poderosamente del problema individual inicial hacia un destino mundial.
¿El movimiento de la mujer como destino mundial? No parece una exageración, debido a los grandes movimientos sociales de los últimos 200 años, el feminismo es probablemente el que más permanentemente ha remodelado nuestras vidas. Experimentó un primer ascenso después de la Paz de Versalles. ¿Entre dos guerras? En lo que respecta al movimiento femenino, se trata de mucho más que una fecha histórica: por un lado, los años de la República de Weimar no deben ser considerados aquí como un mero "período de entreguerras".
Sin embargo, por otro lado, fue precisamente la experiencia de la guerra la que ofició de decisivo catalizador en la afirmación de los derechos de la mujer. Para una feminista como Helene Lange, quien en su vejez y después de la revolución de 1919 (en la Alemania posimperial) inauguró el Parlamento de Hamburgo como su presidente, esto estaba fuera de toda discusión.
El feminismo, para las mujeres de su generación, fue siempre también la visión de una vida mejor después de la muerte masiva de los hombres en los campos de batalla. Al mismo tiempo, nunca se le pudo negar al feminismo una cierta militancia. También se asemejaba a una "guerra mundial", aunque en un sentido muy diferente: era la lucha de las mujeres por el mundo, por la participación, por el acceso a la educación y a las profesiones. Esta lucha por el poder y las regulaciones de género - sobre la feminidad, la masculinidad y sus etapas intermedias - estalló espectacularmente después de 1918. "La nueva mujer" era una señal. Y un medio de salvación frente a los hombres caídos y psicológicamente destrozados. Las feministas habían existido antes (el término lucha feminista data del siglo XIX).
Súbitamente las mujeres se veían diferentes y funcionaban. "Lo que se llama la nueva mujer" era "una criatura un tanto enredada", escribía Robert Musil en un libro de 1929 titulado The Woman of Tomorrow as We Wish Her to Be. La obra reunía 17 ensayos de hombres prominentes que trataban predominantemente sobre el cambio de apariencia de sus objetos de estudio y de la incertidumbre de la autoimagen masculina.
Musil atribuía un gran poder a la moda en particular. Interpretaba los vestidos como un arma:
Fue la guerra la que hizo que las masas de mujeres se alejaran de los ideales de los hombres y por lo tanto también del ideal de la mujer, y la batalla decisiva fue [...] al final librada por los sastres,
hoy diríamos por los diseñadores de moda (dicho sea al margen y aunque parezca ridículo, hace dos o tres años atrás una célebre modista italiana -con dos diferentes líneas- lanzó algo así como un regreso a la vestimenta infantil para mujeres mayores de 30 años que tuvo corta duración).
Es cierto que nuestras imágenes del glamur de Weimar están tan vacías como el legendario peinado a lo garçon o los esloganes y las palabras desprovistas de sentido del período de entreguerras. Lo que es cierto, sin embargo, es que sabemos muy poco. El material de nuestros archivos revela un mundo bastante extraño, afirman Bürger y Gehring. El furor de la rebelión, la agitación en sí, es lo más probable que se transmita hoy en día, porque esto parece fascinantemente inmediato, casi como algo que está por venir.
La forma común de hablar de un "primer" movimiento femenino que lucha por la educación y el sufragio femenino desde el siglo XIX, y de un "segundo" movimiento que comenzó a principios de la década de 1970, parece inadecuada, sobre todo porque las mujeres de Weimar ya estaban colocadas en un punto intermedio en él. Quien mira de cerca, descubre algo más: posiblemente una evolución transicional feminista.
Hoy, a comienzos del segundo decenio del siglo XXI, cuando miramos retrospectivamente los comienzos de este movimiento hace un siglo, vemos cómo el feminismo y la lucha por los derechos de la mujer se han convertido en objetivos de odio de las ideologías de ultraderecha. En este espectro extremista el odio contra la mujer se puede encontrar en varias formas: desde su forma exagerada, como parte de la ideología de los criminales que perpetran actos de violencia de extrema derecha, hasta la marca característica de las fuerzas supuestamente liberales. El feminismo como imagen enemiga se está moviendo cada vez más fuera del ángulo extremista y penetrando en nuestra vida cotidiana.
Sin embargo, en el debate político y mediático, el foco suele estar en otra parte, afirma la politóloga Judith Goetz, de la Universidad de Viena.
Básicamente, la idea del extremismo de derecha o del terrorismo de derecha está muy moldeada por los componentes ideológicos del racismo, el antisemitismo y el nacionalismo. Y (esa) misoginia, la defensa contra la igualdad, el antifeminismo, el sexismo siguen estando totalmente descuidados cuando, por ejemplo, los medios informan sobre ellos o cuando hay disputas políticas sobre ellos“, señala.
Goetz diferencia entre sexismo, misoginia y antifeminismo. Sobre este último en particular sus huellas se pueden seguir directamente hasta el mismo centro de la sociedad. Goetz atribuye esto a
que ciertas ideas que forman la base del antifeminismo y del sexismo están tan profundamente ancladas y normalizadas en la sociedad que no se perciben como problemáticas 'per se'. Y esta base fluye entonces, por así decirlo, en esta forma puntiaguda, en esta misoginia, en este antifeminismo asesino que conocemos de los ataques terroristas de derecha.
A su muy interesante libro, titulado La caída de Occidente: ideología y recepción de los “identitarios“ de extrema derecha, de la editorial Marta Press, de Hamburgo, nos referiremos en una próxima reseña.
¿Cómo reaccionaron los hombres a la revolución de las mujeres en la corta época posterior a la Primera Guerra Mundial?, se pregunta retóricamente Bürger en su artículo titulado Emancipación como ayuda de emergencia. ¿Estaban a la defensiva o al menos eran escépticos? ¿Defendieron desesperadamente sus posiciones tradicionales de poder? ¿Se defendieron, como observó Silvia Bovenschen una vez, contra "el espectro de la igualdad y el de la diferencia al mismo tiempo"?
Desde la perspectiva actual, se podría suponer que sí. Sin embargo, hubo numerosos defensores de la igualdad de derechos entre escritores y periodistas durante los años de Weimar. El cambio fue más lento en las universidades, pero los académicos también estaban en movimiento. El crítico de arte Friedrich M. Huebner no fue una excepción cuando en 1929 sintió que había llegado a una era de la mujer, por así decirlo, y que el cambio social era irreversible.
El "hombre de hoy" estaba "atrasado en el desarrollo de la personalidad de las mujeres", afirmaba Huebner con convicción. "El hombre moderno elige el comportamiento equivocado cuando se rebela contra el gran avance en su liberación que dio la mujer. Además, no sirve de nada estar en contra. El hombre, por su parte, debe modernizarse en la concepción de las relaciones sexuales y conceder a la mujer tanto como sea su derecho".
Volviendo al comienzo, Susman se quejaba decididamente de que en la sociedad de masas moderna se hubiera roto lo "sagrado de la vida". En la dominación de lo colectivo sobre lo individual y en la marginación de la "conciencia individual", reconocía una diferencia fundamental entre la segunda fase, exitosa, del feminismo como movimiento de masas y la primera, que tuvo como objetivo esencial la igualdad de oportunidades, la autodeterminación y los derechos individuales de la mujer. La era del individualismo le parecía a Margarete Susman que pertenecía ya de manera fatal al pasado. Ante el trasfondo de su análisis, la fama revoloteante de una Ruth Landshoff parecía tan a prueba de futuro como cualquier florecimiento del pánico. La transferencia de poder al genocida Adolf Hitler era en aquel entonces ya inminente.
Con la erosión de las nociones tradicionales de masculinidad, el papel de la mujer también ha sufrido una transformación existencial. La lucha por la igualdad se convirtió en una lucha por la supervivencia de la sociedad en su conjunto. Las "cuestiones económicas, sociales y políticas" habían demostrado estar inextricablemente entrelazadas. En lugar de la cuestión de la mujer, se volvieron repentinamente primordiales
"las cuestiones de la existencia entera de nuestro mundo": "Es cierto que las revoluciones masculinas, que se originaron de fuentes muy diferentes y fueron concebidas mucho antes de la guerra, y que solo cambiaron la faz del mundo después de la (ndlr: Gran) guerra, han favorecido en gran medida la revolución de la mujer y la han llevado en sus brazos, mucho más fuertes. Al mismo tiempo, sin embargo, a través del poder destructivo inherente a ellas, han puesto el hacha en la raíz de toda la femineidad anterior con tal violencia que casi la han destruido en su estructura original",
sentencia enfáticamente Susman.
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