Estados Unidos

Rosa Antonelli desde el Lincoln Center de Nueva York

Juan Carlos Tellechea
viernes, 16 de abril de 2021
Rosa Antonelli © 2020 by Rosa Antonelli Rosa Antonelli © 2020 by Rosa Antonelli
Gelsenkirchen, jueves, 7 de mayo de 2020. Lincoln Center de Nueva York. Auditorio Allen Room del Frederick P. Rose Hall. Rosa Antonelli (piano). Primer concierto: Ángel Lasala, Romancero (Preludio). Carlos Guastavino, dos preludios: El patio, El sauce. Alberto Ginastera, Danza del viejo boyero, Danza de la moza donosa. Astor Piazzolla, cuatro tangos: Río Sena, Sentido único, Milonga del Ángel, Chau París. Segundo concierto: Floro Ugarte, Preludio de la suite De mi tierra. Isaac Albéniz, L'automne Valse op 17. Enrique Granados, Epílogo (Escenas románticas), Allegro de concierto op 46, H. 6. Streaming de la grabación en vídeo del concierto ofrecido el jueves 7 de mayo de 2020, transmitido en dos partes, respectivamente los días 12 y 31 de marzo de 2021.
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Un alud de influjos iberoamericanos e hispanos desató la consagrada pianista Rosa Antonelli durante un concierto en el Lincoln Center de Nueva York el 7 de mayo de 2020, transmitido ahora en streaming para rendir sentido homenaje a las víctimas de la pandemia en todo el mundo y para conmemorar el centenario del nacimiento del compositor Ástor Piazzolla. El recital que tuvo lugar en el Allen Room del auditorio Frederick P. Rose de ese complejo cultural fue transmitido en dos partes los días 12 y 31 de marzo de 2021, respectivamente .

Ángel Lasala

La primera parte arrancó con la presentación de Romancero (Preludio) del destacado compositor Ángel Eugenio Lasala (1914 – 2000), maestro de Antonelli en el Conservatorio Nacional de Música Carlos López Buchardo, de Buenos Aires.

Es inocultable la afinidad que siente la artista con la obra de Lasala. Con amorosa entrega pulsa el teclado con honda serenidad y emoción, poniéndose en directa e inmediata comunicación espiritual con el oyente. La pianista se toma su tiempo para desarrollar la pieza con suaves tonalidades en una ejecución muy límpida y sólida. La música de este compositor está notablemente integrada al tronco cultural hispanoamericano. Algún día se escribirá la historia completa de la música argentina del siglo XX y Lasala, con su perfil de creador auténtico, habrá de ocupar seguramente un sitial de honor entre los compositores de ese país.

Carlos Guastavino

Romancero fue una buena introducción para continuar con dos de los tres preludios de La siesta, de Carlos Guastavino, algo más conocido que el anterior fuera de fronteras, gracias a la incansable labor de difusión de muchos artistas argentinos, entre ellos no pocos exiliados, en Europa y Estados Unidos. El patio, suena en la delicada digitación de Antonelli con la entrañable melancolía que levita sobre el paisaje rural de Santa Fe, la provincia natal del compositor, y El sauce con otra seductora imagen bucólica junto a un arroyo en ese mismo escenario o quizás en algún recoleto remanso del río Paraná. Cual gaucho de la música clásica, Guastavino sabe congeniar este género con la música folclórica que la pianista capta con un encanto deslumbrador.

Alberto Ginastera

Con Alberto Ginastera, él sí mucho más conocido fuera de su patria y también gracias al exilio, nos internamos por fin en la Pampa, guiados por las diestras, baquianas manos de Rosa Antonelli, con dos de sus tres Danzas argentinas op 2 (1937): la "Danza del viejo boyero", con su recio zapateado, antesala del malambo, y la "Danza de la moza donosa", entradora, como el dulce espíritu de una joven mujer de campo. Ginastera permanecería fiel hasta su muerte (en Ginebra/Suiza) al acervo folclórico argentino (e incluso precolombino), con sus chacareras, carnavalitos y malambos arropados con su moderno lenguaje musical y su firme continuidad estilística.

Ástor Piazzolla

El centenario de Ástor Piazzolla, alumno de Ginastera, lo celebra Antonelli con cuatro de sus tangos. En dos de ellos, Sena y Chau París, deja plasmada con estremecedora sensibilidad y romanticismo la nostalgia y tristeza del bandoneonista y compositor por dejar la Ciudad Luz, donde le encantaba vivir. Eran las épocas en que ampliaba decisivamente su formación con la maestra de grandes maestros, Nadia Boulanger.

Cada uno de los dedos de la pianista parece tener cerebro propio cuando interpreta la velocidad y la fiebre de Sentido único, el tráfago de la gran ciudad, como el que circula por la calle Broadway en su confluencia con la avenida Columbus detrás de los enormes ventanales de la sala donde Antonelli ofrece su concierto, antes de pasar a la sensual y querendona Milonga del Ángel, con su copiosa sentimentalidad. No hay duda de que Piazzolla y su maestro se fueron físicamente demasiado pronto de esta vida, pero sus genuinos legados perduran en los tiempos.

Floro Ugarte

Con la música de Floro Ugarte abre Rosa Antonelli la segunda parte del concierto desde el Lincoln Center. El Preludio (dedicado al sauce llorón) de la suite De mi tierra (1923 / 1934) de este compositor cercano al nacionalismo argentino y formado en París a comienzos del siglo XX con Albert Lavignac, Émil Louis Fortuné Pessard y Félix Fourdrain, sigue los rumbos de la modernidad europea que atraía a todo el mundo en aquel entonces. Y así de actual suena a nuestros oídos todavía hoy con su carácter universal. La puntillosidad, así como la precisa digitación de Antonelli en el teclado emociona. El folclore se cuela muy sutilmente en la pieza que denota ya la conciencia de la individualidad creadora de Ugarte.

Isaac Albéniz

El inspirador L'automne – Valse (Introducción, I – II – III – Coda), de Isaac Albéniz es interpretado por Antonelli con prodigiosa concentración; casi sin pausas entre las diferentes secciones y cuidando mucho los contrastes, entre pianissimos y fortes en el magistral fluir de la pegadiza música. Es una rica evocación a la época (1889/1890) en la que el prestigio internacional del pianista y compositor español crecía día a día en París y cuando estaba a punto de trasladarse a Inglaterra, donde su labor alcanzaría éxito inmediato a poco de llegar.

Enrique Granados

Un extraordinario virtuosismo netamente romántico despliega Antonelli con un Enrique Granados más íntimo y soñador en Epílogo, de Escenas románticas (1906), y en el glorioso Allegro de concierto op 46, H. 6 (1904), pleno de ricas armonías y chispeantes figuraciones, rara vez tocado por su dificultad.

El simbolismo de las piezas estremece sobremanera, pero también el hecho de que sean interpretadas nada menos que a escasos metros del Metropolitan, donde el compositor español fuera aclamado por última vez, tras el estreno de su ópera Goyescas, el 26 de enero de 1916, y para la que escribiera allí mismo, pocos días antes de subir el telón, un Interludio, que sería su última composición.

Alberto Williams y Frédéric Chopin a los bises

La pianista argentina acomete con gran entrega las obras y concluye entre efusivas ovaciones el concierto antes de entregar dos bises a la conmovida platea: la enternecedora Canción de niño op 13, 1 de Alberto Williams, y el evanescente, distante, romántico Nocturno nº 20 en do sostenido menor op postumo de Frédéric Chopin. Una velada extraordinaria. ¡Enhorabuena Rosa Antonelli!

En el foyer

Tras el concierto intercambiamos vía correo electrónico con Rosa Antonelli, como si lo hubiéramos hecho en el vestíbulo del Lincoln Center, de habernos encontrado personalmente tras el recital, y le preguntamos sobre el armado del programa. Estas son sus declaraciones exclusivas para mundoclasico.com :

Juan Carlos Tellechea: ¿Qué sentimientos te han inspirado, musical y espiritualmente hablando, los temas que has elegido, el orden en que los has dispuesto, los preparativos que realizaste, y la interpretación que llevaste a cabo en el Lincoln Center?

Rosa Antonelli: Me sentí muy emocionada al preparar el programa para este concierto tan especial ya que tenía todavía en los recuerdos y en mi corazón la respuesta del público cuando presenté mi CD Esperanza Sounds of Hope [Sonidos de esperanza] bajo el sello Albany Records.

Visualicé profundamente que ese sería el repertorio perfecto para el concierto planeado en el Lincoln Center, con la adición de tres de mis obras favoritas de Albéniz y Granados que trabajé cuando estuve becada por el gobierno de España para especializarme en la interpretación de la música española y por las cuales obtuve el Premio Rosa Sabater.

La historia

Me gustaría compartir la historia de este CD para que comprendan más su música y mensaje. El CD fue a pedido de Albany Records: grabar un álbum con un repertorio con un programa diferente del tradicional europeo. Decidí entonces grabar a los compositores clásicos latinoamericanos, en este caso clásicos de Argentina , incluyendo a Astor Piazzolla. El lanzamiento del CD fue en Barnes & Noble en el Lincoln Triangle, en Nueva York, enfrente del Lincoln Center.

Muchas de las obras eran estrenos mundiales o estrenos en Nueva York y yo sentía mucha inquietud al pensar si el público iba a responder positivamente cuando escuchara obras a las que nunca había tenido acceso anteriormente; por lo tanto, no las conocían y no tendrían ninguna referencia.

Para mi gran sorpresa ese día fue el del récord en ventas de CDs y cuando la gente después de comprarlos se acercaba para recibir mi autógrafo me decían: por favor, la próxima vez que toque este programa o estos compositores quiero estar informada, porque me apasionan.

Música que llega hondo

Mis ojos se llenaron de lágrimas por la emoción. Al día siguiente me llamaron para decirme que debería ir a autografiar muchos más CDs, ya que la gente había ordenado una cantidad mayor aún por teléfono. Supe entonces que esta música era muy especial, ya que había llegado a la audiencia muy profundamente .

 El título del CD está fuertemente conectado con la historia en común de todos los compositores grabados en este álbum; todos eran hijos de inmigrantes. A través de los años mucha gente de todo el mundo, especialmente de Europa, viajaron a Buenos Aires, Argentina, para establecer allí su nuevo hogar. Muchos escapando ante la idea aterrorizante de una tercera Guerra Mundial.

La emigración

Todos ellos tenían un sentimiento en común la nostalgia y la melancolía, porque dejaron a sus familiares y seres queridos en su tierra natal, muy lejos. Como sucedió con mi propia familia que emigró desde Italia. Pero, al mismo tiempo todos ellos también tenían otro sentimiento en común que los impulsó: la esperanza. Esperanza en una vida mejor, esperanza en un nuevo comienzo, esperanza en un nuevo hogar, una nueva luz y el sueño de un reencuentro con sus seres queridos.

Además, todos ellos también viajaron para seguir sus sueños en sus profesiones y crecer antes de regresar a sus países de origen con un lenguaje muy importante, el europeo, que unieron al folclore, a las raíces de su país, creando un nuevo mensaje. Es éste un lenguaje (el clásico latinoamericano) que necesita conocerse, ya que es más nuevo que el tradicional europeo. De ahí que se haya convertido en mi misión promocionar a estos compositores a través de conciertos y grabaciones en los últimos diez años. ¡Con la ayuda del cielo y de mis ángeles!

La mayoría de los compositores en este programa fueron mis maestros en el Conservatorio Nacional Carlos López Buchardo en donde estudié en mi adolescencia. Cuando gané la beca del gobierno español para participar en el Seminario Internacional de Música Española, si bien ya me encantaba tocar Albéniz y Granados, fue tanta mi pasión al conocer mucho más de su música que estaba permanentemente a la búsqueda de pianos para practicar más tiempo y para tocar la mayor cantidad posible de su música.

Piazzolla no fue mi profesor en el Conservatorio, pero dejó una huella y un mensaje muy importante en mi vida personal y artística. Cuando era pequeña y luego adolescente, a pesar de que en mi casa escuchaban tangos en la radio o en discos, muchos de Carlos Gardel, yo sentía algo más fuerte que no podía expresar. Me encantaba la música clásica y ésa era la que podía tocar al piano.

Tiempo después conocí a Piazzolla brevemente en una charla que dió para relatar la historia del tango y su significado para los porteños. La nostalgia del inmigrante, que deja su país en búsqueda de algo nuevo.

Así es como los inmigrantes, particularmente italianos se reunían en los cafés para compartir la nostalgia, la melancolía, pero a la vez la esperanza. ¡El café era el hogar que dejaron atrás y pasaban horas compartiendo esos sentimientos nostálgicos, pero también la esperanza de un nuevo hogar. Allí, creo, nació la pasión y el drama del tango, así como también otras formas musicales de expresión.

Allí me di cuenta que yo, hija de inmigrantes italianos como Piazzolla, tenía esa sensación de tristeza y melancolía como un sello impreso en mi alma, y no tomaba conciencia de ello o no quería verlo así. Aquí en los Estados Unidos también yo soy una inmigrante, al igual que mis antepasados.

Al darme cuenta empecé a tocar y grabar tangos de Piazzolla y pude poner en las notas esos sentimientos, esa pasión por la vida, la esperanza en un mundo mejor que, paradójicamente, es lo que sentimos en este momento. ¡La esperanza por un mundo mejor, sin miedos!

 Mantener la esperanza

Todos estos compositores respiraron desde su infancia estas emociones y sentimientos y los trasladaron a su música . En ese momento, enseguida después de la grabación, compartí con Albany Records esa idea de la esperanza que siempre me acompañó permanentemente, que iba asida de mi mano, y que creía que el mundo necesita más que nunca abrazar este pensamiento.

Expresé que mi deseo, mi sueño con este CD era inspirar con los sonidos, desde mi corazón La Esperanza y compartirla con el mundo. Todas estas memorias llegaron a mi mente y a mi alma para preparar el programa de mi concierto en el Lincoln Center.

Tras un año de sufrir los arrebatos que produjo la pandemia, pensé que sería maravilloso compartir este concierto que ya tenía impregnada La Esperanza en sus sonidos y en mi corazón, y que increíblemente tiene una vigencia y un mensaje tan importante en este momento en el que todos estuvimos separados, alejados con tristeza, melancolía, con dolor.

Homenaje a las mujeres

Estos motivos me llevaron a dedicar el concierto a las vidas perdidas, al centenario de Piazzolla y, como mujer, al Día Internacional de la Mujer. Este recital lo dedico también a todas las mujeres que lucharon por sus ideales y sueños y lograron cambiar el mundo; pero también lo consagro a todas aquellas mujeres que lucharon y no fueron reconocidas. Ahora, en marzo de 2021, ¡un año después del comienzo de la pandemia! tenemos la esperanza de que las vacunas sean accesibles para todos para combatir y erradicar el virus.

Pero siento también profundamente que llegamos aquí a este ”ahora“ acompañados por un sentimiento que nunca nos abandonó y que nunca nos debe abandonar, la fuerza de La Esperanza, por un nuevo comienzo, sin miedos, por un mundo unido por el amor, la seguridad, la prosperidad, la equidad, la justicia y la paz; porque sin justicia no hay paz.

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