Discos
Solo (5) Salvatore Sciarrino
Paco Yáñez
Alcanzamos hoy, con el quinto compacto de la serie Solo, el final de nuestro recorrido por este estupendo lanzamiento conjunto que el sello Kairos y el Klangforum Wien han dedicado a la música para solistas de nuestro tiempo, y en el que ya nos hemos acercado, a lo largo de las últimas semanas, a los discos que nos ofrecían las partituras de Rebecca Saunders, Olga Neuwirth, Toshio Hosokawa y Georges Aperghis. Turno, en esta última reseña de la serie, para uno de sus mejores compactos, el dedicado al compositor italiano Salvatore Sciarrino (Palermo, 1947).
¿Qué añadir, a estas alturas del siglo XXI, sobre Salvatore Sciarrino? Estamos ante uno de los compositores no sólo más importantes de nuestro tiempo, sino ante uno de los que mayor influencia han ejercido sobre las jóvenes generaciones de compositores; o no tan jóvenes, pues pensemos que en el propio Beat Furrer es la de Sciarrino una de las principales alfaguaras que nutren su aparato estilístico: impronta que abarca a todo el continente, y de la cual les dábamos, hace tan sólo una semana, un buen ejemplo en este mismo diario, por medio de la partitura Anuario do vento e as follas (2020-21), octeto del compositor gallego Jacobo Gaspar.
La solidez que aquilata el lenguaje de Salvatore Sciarrino, fuente de esa impronta estilística tan acusada como la que hemos brevemente apuntado, se manifiesta de forma plena en este nuevo compacto del sello Kairos, un disco que abarca cinco décadas de producción musical del compositor siciliano, desde piezas casi juveniles como Ai limiti della notte (1979) hasta una partitura para trompa sola, Agitato cantabile (2020), compuesta específicamente para este proyecto discográfico de Kairos y el Klangforum Wien.
Nuevamente, son los solistas del conjunto austriaco quienes se hacen cargo de estas nueve partituras, cuyo recorrido comienza con los Due notturni del año 1998, piezas que nos adentran en un mundo brillante y percusivo, expuesto a modo de constelaciones marcadamente aceradas en el teclado: un teclado cortante y apagado, sin resonancia, que centellea ante nuestros oídos de forma refulgente. Frente a esas luminarias que brillan en el cielo nocturno, Sciarrino teje una serie de pa(i)sajes extendidos muy marcados por el manejo de los pedales como resonadores: elementos con los que traza la noche, las sombras y ese concepto tan importante en su música que es el de lo oscuro (pensemos en piezas tan significativas en su catálogo como Introduzione all’oscuro (1981), Autoritratto nella notte (1982), Allegoria della notte (1985), o la propia Ai limiti della notte, incluida en este compacto).
Como antes indicamos, estamos ante dos piezas marcadas por lo percusivo y por su incisividad, si bien esa presencia de la noche en lo más extendido nos presenta dos capas y sendos niveles, según el color que Sciarrino nos presente, con su dicotomía entre la noche, como lienzo, y el brillo de lo estelar, como figuras en realce. El pianista finlandés Joonas Ahonen da cuenta de todo ello con una altura técnica deslumbrante, tanto por su sentido del color como por su vivacidad rítmica, o por su manejo del estilo sciarriniano. En la cohabitación de planos y estructuras sonoras su versión es excepcional: parte de su habitual capacidad para diseccionar las partituras más endiabladamente enrevesadas, algo de lo cual tenemos un bueno ejemplo en el disco dedicado a Rebecca Saunders en esta misma serie Solo, y que nos deja con ganas de conocer en sus manos más piezas para piano del compositor italiano.
La segunda partitura reunida en este compacto, Immagine fenicia (1996), es todo un anticipo de lo que será nuestra reseña de la integral para flauta de Salvatore Sciarrino, editada recientemente en tres discos compactos por Kairos (0015074KAI) en las lecturas registradas en los años 2013 y 2019 por Matteo Cesari. En el caso del disco que hoy reseñamos, es Vera Fischer quien da cuenta de Immagine fenicia, obra enmarcada en un catálogo en el que la escritura para flauta(s) tiene un peso muy especial. Como en los Due notturni, nos volvemos a encontrar con esas dos capas de sonido; aquí, con trazos de aire y unas secuencias rítmicas de carácter percusivo que nos dan la sensación de escuchar a dos músicos a la par: tal es la altísima dificultad de esta partitura. Y es que esa cohabitación de técnicas en paralelo, unida a unos ritmos que no dejan de cambiar a altísima velocidad, refuerza la complejidad de la pieza, al estar asociados los tempi con las diferentes técnicas instrumentales, algo que estructura un artefacto técnico-rítmico de la más alta sofisticación, pasando, en un mismo pasaje y en función de cada ataque o embocadura, de un vivísimo frullato a un juego de aire a muy baja velocidad (para, así, tensionar las gradaciones del color). Es, por ello, esa acusada sensación de que son más de uno los flautistas que aquí despliegan Immagine fenicia, pues parecerían necesarios dos cerebros para coordinar la plétora de capas técnicas, rítmicas y hasta estilísticas dispuestas en paralelo. Si tal impresión recibimos, no cabe duda de que la impresionante labor de Vera Fischer es, en buena medida, responsable, rubricando una lectura referencial que hemos de poner en perspectiva, en próximas fechas, con la antes citada de Matteo Cesari (siguiendo toda una tradición fonográfica de la flauta sciarriniana que incluye a maestros trasalpinos como Roberto Fabbriciani o Mario Caroli, en sus respectivos registros para col legno y Stradivarius).
L'addio a trachis (1980) es una obra arquetípica del Sciarrino de los años ochenta del pasado siglo, con esos tan bellos melismas evanescentes y un arpa preparada que parece recorrida por ráfagas, por motivos que huyen de sus cuerdas nada más caer sobre el instrumento, a modo de escalas. En cada uno de sus sucesivos ritornelli, dichos motivos van implementando nuevos materiales y detalles, cimentando un universo de apariencia cíclica que, más exactamente, lo es espiral, por su progresivo modo de armar las sucesivas variaciones. Vuelve a resultar impresionante el compendio de resonancias que aquí Salvatore Sciarrino alquitara, ya no sólo por medio de técnicas extendidas, sino en un sentido histórico, cuando los ecos del pasado, en forma de arpegios y melodías, se asoman a L'addio a trachis, portando un aroma lírico y galante; perdidos, como tantas veces sucede en las obras de Sciarrino, en un instrumento que no sólo es explorado como objeto y artefacto musical, sino como campo ecoico en el que la historia reverbera y se reinventa. La arpista Virginie Tarrête se adentra en todo ello, con una lectura muy sutil, refinada y evocadora.
Fra sé (2009) nos conduce a otra seña de identidad paradigmática del compositor siciliano: el que los instrumentos parezcan cantar, por medio de líneas de naturaleza vocal, huidizas y sinuosas, cuyo epítome sería la relación entre voces y ensemble en la ópera Luci mie traditrici (1996-98). Como apuntamos en estas mismas páginas en junio de 2012, en nuestra reseña del DVD del sello EuroArts (2059038) en el que se recogía una estupenda versión de Luci mie traditrici dirigida por Marco Angius, fue Lothar Knessl quien calificó este modo de trabajar los motivos vocales (ya por medio del canto, ya en la escritura instrumental) como una actualización contemporánea de la sillobazione scivolata barroca: procedimiento sciarriniano caracterizado por un crescendo muy breve, de apenas una sílaba estilizada, al que sigue un diminuendo acelerado a base de pequeños intervalos zigzagueantes, casi indeterminados. En ello profundiza la violinista austriaca Sophie Schafleitner, con impecable afinación y sentido del canto violinístico, algo que le viene de lejos y de las mejores alfaguaras sciarrinianas para esta partitura en concreto, pues Schafleitner fue una de las componentes del Klangforum Wien que registró, en noviembre del año 2000 y para el sello Kairos (0012222KAI), la primera edición en disco compacto de Luci mie traditrici.
«Los dioses han caído, ya no creemos en la magia. Lo que resta es la conciencia de la soledad en todas sus facetas misteriosas. Tenemos que confiarnos al viento para experimentar la invisible conexión que une a todas las cosas». Las notas de este compacto del sello Kairos están encabezadas por estas palabras de Salvatore Sciarrino, unas palabras especialmente apropiadas para comprender su producción musical desde los años ochenta, con esa introducción a la noche, en la que ésta es la soledad del ser humano tras la caída de sus dioses. En esta nueva soledad, y antes de conquistar un lenguaje propio —esa patria del yo—, se produce un temblor, una exposición radical y desnuda al miedo, al desamparo, a nuestra inherente fragilidad, algo que se percibe tan dolorosa como nítidamente en Canzona di ringraziamento (1985, rev. 2018). Se trata de una partitura saxofón contralto a modo de mutaciones sonoras en la que el instrumento parece entonar una serie de cantos entrecortados, balbucientes, en su búsqueda de esa voz personal, de su propio yo desprotegido tras el ocaso de los ídolos. Es por ello que nos encontramos, en esta Canzona, transitando todo un páramo tan nocturnal como cuasi beckettiano; como antes apuntamos, arquetípico del Sciarrino de los años ochenta: un mundo desolado en el que tan difícil resulta encontrar una vía de comunicación, un código compartido y adecuado, dejadas atrás las convenciones y los usos tradicionales. En cierto sentido, es como si pusiéramos música a los minutos finales de L'eclisse (1962), si bien con un saxofón cuyo paisaje resulta, incluso, más inhóspito y desolado que el epílogo (o coda deshabitada) del film de Michelangelo Antonioni. A construir ese paisaje contribuye el saxofonista austriaco Gerald Preinfalk con una lectura cargada de tensión soterrada y búsqueda de un lenguaje que supere ese ahogamiento propiciado por la angustia de haber perdido un suelo re-conocido, las bases de la estabilidad.
Como ya adelantamos, Ai limiti della notte es la pieza más antigua de este compacto, pero ello no le resta ni un ápice de personalidad y excelencia, pues estamos ante una enorme partitura para violonchelo solo. Vuelve a aparecer, aquí, esa pulsión tan típica de Sciarrino, esa soledad del yo ante la noche: la mirada a un abismo que se intuye una vez la luz (¿las deidades idas?) se ha oscurecido. La sequedad de los paisajes sicilianos, la dureza de sus rocas volcánicas, parece aquí audible, pudiendo remedar el violonchelo de Benedikt Leitner a esos personajes de Pier Paolo Pasolini lanzados en busca de aquello ya desparecido, cual esa carrera y grito final en Teorema (1968): película en la que, como en la música de Sciarrino a finales del siglo XX, la ausencia de esos seres angélicos que previamente nos habían visitado trastoca los imaginarios y la estabilidad del pensamiento, que en su confianza se había basado. Partitura originalmente concebida para viola sola (pero que aquí escuchamos en transcripción para violonchelo a cargo del propio compositor), Ai limiti della notte comparte con el resto de piezas reunidas en este compacto una motilidad incansable, que sabemos nunca alcanzará el final de su búsqueda, pues su destino, directamente, se ha volatilizado; incluso, aunque sus materiales se adentren y regresen de un silencio concebido como vacío, tal y como acontecía en L'addio a trachis. La versión de Benedikt Leitner es impresionante por su dominio del sonido y su refinadísima tensión en lo que a sul ponticello y armónicos se refiere, creando unas texturas tan mistéricas como hermosas.
Partitura dedicada a Ciro Scarponi, Let me die before I wake (1982) es una obra que comparte ambiente y recursos técnicos con dos de las páginas camerísticas más bellas y perturbadoras del Sciarrino de comienzos de los ochenta: las ya citadas Introduzione all'oscuro y Autoritratto nella notte. Es Scarponi un músico al que indisolublemente asociamos, cuando pensamos en música italiana contemporánea, a Luigi Nono, compositor que contó con el clarinetista de Torgiano en reiteradas ocasiones dentro del selecto grupo de intérpretes que dieron forma a las mejores partituras del veneciano en los años ochenta del pasado siglo. Del pensamiento y de las técnicas de Luigi Nono bebe una partitura, Let me die before I wake, para la cual Sciarrino pide un carácter «tranquillo e uniforme»: ése que preside la mayor parte de una pieza articulada por medio de un profuso multifónico que genera la sensación de estar escuchando (de nuevo, y como en varias piezas de este compacto) a dos clarinetistas a la vez: uno, trazando una línea brillante sostenida en el registro agudo, a modo de horizonte en la distancia; el otro, aportando una suerte de latido cardíaco (sonoridad tan característica de Sciarrino) que se articula de forma sinuosa en el registro grave, a la par que establece una sombra móvil que subraya (por contraste) la aparición y el brillo del registro agudo en el multifónico (presencia de la sombra acústica también omnipresente en la música del transalpino). Ambas tesituras y movimientos (el lineal y sostenido del agudo, y el curvo y sinuoso del grave), con su prolijo intrincamiento microtonal, se ven asediados periódicamente por ataques que diría entre un slap de saxofón y un flatterzunge: violentas disrupciones que generan la sensación de que existiese un tercer clarinetista en esta multiplicación del yo en su camino hacia la muerte, habitando una región armónica más central (en un registro próximo al de la voz humana): ésa en la que se desata el grito, la rabia y la no aceptación de la fatalidad; por lo cual la obra acaba conformando una estratificación en tres planos de este progresivo acercamiento a la muerte, con sus luces, sus sombras y sus dudas.
En septiembre de 2019 reseñamos en Mundoclasico.com la segunda grabación de Let me die before I wake realizada por el clarinetista suizo Reto Bieri (ECM New Series 2557), un registro al que ahora sumamos esta grabación de Bernhard Zachhuber que me parece por debajo de la Bieri, por cuanto aquélla presentaba un sonido más redondo y mejor definido, a la par que con más detalles en cada una de esas tres capas a las que en el anterior párrafo nos referíamos. Además, por precisión técnica, modulación del sonido e, incluso, estilo, me quedo como primera opción con un Reto Bieri frente al cual Bernhard Zachhuber suena más frío y seco, además de peor grabado que el registro de ECM, que realmente nos invitaba a habitar el propio instrumento.
Los Due notturni crudeli (2001) nos vuelven a poner sobre la pista del Sciarrino los Due notturni del año 1998, con los que comparten muchos procedimientos técnicos, si bien estas piezas del año 2001 son más agitadas y agresivas, así como más brillantes. De este modo, Florian Müller explora en ellas de forma intensiva el registro agudo, mientras que sus graves no profundizan tanto en lo nocturnal ni en las técnicas extendidas para pintar su lobreguez como lo hacía Joonas Ahonen en unos Due notturni que me parecen más completos cuanto a en estilo y registros.
Cierra este compacto la obra para trompa Agitato cantabile, pieza compuesta en 2020 por Salvatore Sciarrino expresamente para la serie Solo. En ella parece resonar una obra mítica en la literatura para trompa sola, Appel interstellaire, sexto número de la magna Des canyons aux étoiles... (1971-74), de Olivier Messiaen. Ahora bien, sería ésta una impronta filtrada a través de un lenguaje netamente sciarriniano: el de los 'instrumentos cantantes', cual escuchamos en Fra sé. Otro aspecto esencial en la estética de Sciarrino es el silencio (tan en línea con su importancia en la música de Luigi Nono): silencio que en Agitato cantabile es la base para el continuo trabajo con el eco que el trompa Christoph Walder despliega una y otra vez. Es por ello que en esta pieza ya no contemplaríamos al sujeto en soledad frente a la noche, sino ante todo el universo, al que lanza sus preguntas una y otra vez con esos dejes cantables que exponen el lenguaje esencial de la humanidad. La respuesta que de vuelta regresa, tras la formulación de dichas preguntas, es el eco: el propio yo sería, por tanto, la respuesta a ese vacío, su eje de simetría y escala de medida. A pesar de que Christoph Walder pone todo su empeño en dominar una trompa a la que Sciarrino pide pasajes al límite de sus posibilidades, no me parece Agitato cantabile una pieza que aporte demasiadas ni sustanciosas novedades a lo ya (re)conocido en el lenguaje del compositor siciliano, por lo que la sustancia de este tan recomendable compacto viene dada más por ese gran arco temporal que expone y compacta su lenguaje musical desde los años setenta del pasado siglo que por lo que aporta con su última partitura.
Las grabaciones, curiosamente, no me han parecido tan sobresalientes como las de los anteriores compactos de la serie Solo, aunque hayan sido efectuadas el mismo mes, en el mismo espacio y por el mismo ingeniero. Quizás ello se deba al difícil manejo del silencio y a las nimias resonancias que Sciarrino tantas veces desliza sobre su superficie: complejidad, al tiempo que belleza. Las notas vuelven a estar firmadas, como en el conjunto de esta serie discográfica, por Sylvia Wendrock, y de nuevo despliega en ellas un marco estético global del compositor italiano, sin entrar en cada una de las partituras, más allá de presentarnos específicamente Agitato cantabile, dada su creación ex profeso para este proyecto. En lo que sí es generosa esta edición, es en fotografías de compositor e intérpretes, así como en las biografías de los mismos (bastante más extensas que lo que Wendrock nos cuenta de cada obra). Por tanto, un viaje desde el silencio hasta el silencio, repleto de matices y que tan necesario resulta en un tiempo transido y atacado por vocingleras y verborreicas presencias (pensemos en la última campaña electoral que hemos padecido en España) que con sus exabruptos no hacen más que contaminar y empobrecer lo que en nosotros reste de profundo y trascendente.
Este disco ha sido enviado para su recensión por Kairos.
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