Discos
Solo (2) Olga Neuwirth
Paco Yáñez
Aunque en Mundoclasico.com mantenemos, a lo largo de todo el año, nuestro firme compromiso con la difusión del trabajo de las muchas buenas compositoras del siglo XXI, cierto es que, durante el mes de marzo y en torno al Día Internacional de la Mujer, en las páginas de nuestro diario se concentra de forma especial una muestra de algunas de sus últimas novedades discográficas, siendo así que en estas últimas semanas nos han visitado los estupendos compactos de Rebecca Saunders y Zeynep Gedizlioğlu (además de dar a conocer, por medio de reseñas de conciertos, las propuestas de otras interesantísimas compositoras, ya sean europeas, ya de otros continentes —tal fue el caso de Noriko Miura—, pues en trascender los límites musicales de Europa tenemos otro reto ineludible en este mundo tan interconectado y sin rumbo —que diría Ignacio Ramonet—).
Siguiendo, así pues, esta ruta a través de las grandes compositoras del presente, llegamos hoy a quien es una de las más afamadas y reconocidas, ya no sólo en su país natal (ámbito en el que desarrolla el grueso de su trabajo), Austria, sino en el conjunto del continente: Olga
Si bien normalmente repasamos las partituras contenidas en estos compactos siguiendo un orden cronológico, hoy abordaremos estas seis piezas tal y como en el disco de Kairos han sido dispuestas, pues como construcción musical funcionan especialmente bien en este orden, mostrando muy diversas facetas técnicas y estilísticas en el lenguaje de Olga Neuwirth. Además, nos sirve este recorrido para comenzar por una partitura escrita específicamente para este proyecto discográfico, ya que para el Klangforum Wien y este registro, efectuado en agosto de 2020, compuso Olga Neuwirth CoronAtion I: io son ferito ahimè (2020), pieza para percusión y sample que aquí escuchamos al percusionista que estrenó la obra, el alemán Björn Wilker. La música de Olga Neuwirth, aunque profundamente enraizada en la tradición austríaca, siempre ha tenido algo de cosmopolita, ya no sólo abierta a otras culturas del mundo (aquí resuena, incluso, la percusión ritual nipona), sino a estilos que van de lo clásico a la música urbana o al new age (por medio, en esta partitura, del sample). Reunidos todos estos elementos, podríamos pensar que estamos ante un pastiche informe, pero CoronAtion I llega a funcionar con fluidez y musicalidad, fundiendo un discurso muy rítmico con un constante descubrimiento de texturas y ambientes, ofrecida esta curiosa síntesis con un sonido realmente espectacular, como la propia interpretación de Björn Wilker.
Con la segunda partitura recogida en este compacto, Weariness heals wounds I (2014), cambiamos por completo de ambiente, señalando un fuerte y atractivo contraste. Y es que estamos ante una pieza que, necesariamente, ya no es tan vibrante y vital como CoronAtion I, pues las primeras notas de Weariness heals wounds I, tan largas y tendidas, cual lamentos, nos hablan del carácter elegíaco de esta pieza, dedicada por Olga Neuwirth a la memoria del cineasta austriaco Michael Glawogger, prematuramente fallecido en Liberia, el 22 de abril de 2014, mientras dirigía la producción de una nueva película. Entre los ya nueve lanzamientos de Olga Neuwirth en el sello Kairos, tenemos buenas muestras de la querencia de la compositora austriaca por el cinematógrafo, arte que ella misma estudió en San Francisco, donde Glawogger también se formó en los años ochenta del pasado siglo. En Weariness heals wounds I construye Neuwirth una partitura con dejes que acercan esta obra para viola al mundo de Salvatore Sciarrino, intrincando multitud de técnicas diversas en su desarrollo: bariolage, armónicos, glissandi, dobles cuerdas y un enorme virtuosismo que se une a una scordatura que redefine el sonido de la viola, otorgándole cierto enrarecimiento.
De nuevo, hay en Weariness heals wounds I algo oriental en su sonoridad, así como cierta pulsión obsesiva que se va imponiendo desde los más calmos compases iniciales. Ello no es de extrañar, si pensamos que esta partitura está inspirada en el fenómeno de los hikikomoris: esos jóvenes japoneses (aunque la cuestión es, ya, tristemente global) que viven prácticamente aislados del mundo en conexión con el mismo únicamente a través de internet. El tenso recorrido de Weariness heals wounds I conquista regiones progresivamente más agudas, cual viaje hacia la luz, hasta ese pizzicato final a modo de verdadero latigazo en las cuerdas de la viola del siempre excelso Dimitrios Polisoidis, uno de los puntales del Klangforum Wien.
Esa cohabitación de tiempos y espacios, de culturas del mundo y periodos históricos, se vuelve a manifestar en Torsion (2003), partitura para un fagot que se alterna con grabaciones electrónicas en las que resuenan desde música árabe a música folclórica europea, incidiendo (¿llamando?) a una cierta cohabitación que enriquezca, como aquí lo hace, al individuo, en forma de fagot. De este modo, se van sucediendo ecos del mundo entreverados en la electrónica con un solista que despliega un virtuosismo apabullante, reaccionando a esas músicas en cinta que cambian su discurso, su estilo y las muchas técnicas que multiplican su instrumento, retorciéndolo sobre sí mismo. La fagotista australiana Lorelei Dowling nos ofrece una lectura impresionante, a la altura de lo que ya le conocimos, también en Kairos (0015020KAI) y con motivo del Día Internacional de la Mujer del 2020, en su deslumbrante versión de Axis Mundi (2013), partitura para fagot solo de su compatriota Liza Lim.
Como estamos comprobando, son muchos los temas y los referentes que convergen en la música de Olga Neuwirth; sin embargo, ella misma es consciente —y así lo recoge Sylvia Wendrock en sus notas— de que el arte difícilmente cambiará nuestras sociedades, algo que no obvia el que se niegue a ser moldeada por los ejercicios de poder, más o menos explícitos, que nos intentan dirigir desde los medios de (in)comunicación, la política y el mercado. Para Neuwirth, por tanto, si bien el arte no producirá esos cambios revolucionarios, sí debe desvelar cuánto se han fosilizado nuestras sociedades, así como espolearlas, para que se quiten de encima su actual estancamiento y desolación. Magic flu-idity (2018) se convierte, así, en un ejercicio de irreverencia, al contar en su orgánico con una flauta y una máquina de escribir (Olivetti, para más señas): artefacto que llega a funcionar como un ensemble de percusión, ya tecla a tecla, ya en acordes de varias teclas (que casi diríamos que, milagrosamente, no se apelmazan al batir conjuntamente, pues en esta grabación hay momentos de una contundencia o de unas secuencias polirrítmicas dignas de un Nancarrow). A ese sonido entre la ligereza del tecleo más fluido y la densidad de los acordes más roncos a varias teclas se suma la solista de flauta (la siempre estupenda Vera Fischer), desplegando en su instrumento una variedad de técnicas impresionante: desde las extendidas (en los pasajes de aire sin tono, percusión de llaves, o flatterzunge) a líneas melódicas dignas del impresionismo.
Por la rugosidad de sus pasajes con aire, así como por esa línea post-Debussy que tanto influyó a compositores nipones como Tōru Takemitsu, estamos ante una partitura que vuelve a convocar ecos de lo japonés; incluso, de su flauta de bambú tradicional, el shakuhachi: una escena musical de lo más ecoica en la que la Olivetti suena por momentos —rizando el rizo— cual la percusión del país del sol naciente. Una figuración muy extendida y un trabajo del ritmo que llega a lo obsesivo completan esta partitura que, por jugar con su título, consigue su innegable fluidez casi como por arte de magia, pues la cohabitación y el empaste de ambos instrumentos no es, ni mucho menos, el de un dúo al uso en la tradición musical a la que estamos acostumbrados.
Escrita para trompeta, Fumbling and Tumbling (2018) nos vuelve a introducir en los límites del instrumento en cuanto a virtuosismo (impresionante) y escritura armónica, por cuanto Olga Neuwirth demanda al trompetista afinar hasta los cuartos de tono para modificar el sonido natural de su instrumento; de por sí, ya muy extendido por la extrema dificultad de las técnicas demandadas. El trompetista sueco Anders Nyqvist da aquí una lección de estilo, técnica y buen gusto, aunque no se trate de la partitura, a nivel artístico, más imaginativa ni más interesante del compacto.
Si comenzamos nuestra reseña conociendo la pieza más reciente de este disco, CoronAtion I, nos despedimos del mismo por medio de la más antigua, pues veintiún años contemplan ya a incidendo/fluido (2000), obra para piano y CD que Kairos (0012462KAI) nos había dado a conocer en 2005 por medio de un estupendo disco que recogía algunas de las mejores partituras camerísticas de la compositora austríaca; entonces, en una lectura registrada en 2001 por el pianista británico Nicolas Hodges. incidendo/fluido comprende en su orgánico no sólo piano preparado, sino un CD que reproduce grabaciones de Ondas Martenot y que se emplaza dentro del propio piano, multiplicando las resonancias por medio de la caja del instrumento, los armónicos y las vibraciones en una pieza, de por sí, enormemente vibrante, en la que manda el ritmo, la pulsión y esas resonancias que habitan los intersticios de silencio entre cada arremetida al teclado.
En este compacto es Florian Müller, otro de los puntales del Klangforum, quien nos ofrece incidendo/fluido, superando notablemente —en mi opinión— lo logrado hace veinte años por Nicolas Hodges, pues la de Müller es una interpretación más incisiva, rica en lo rítmico y de más ambientes en cuanto a sonido. La capacidad de Florian Müller para crear timbres y texturas es impresionante, convocando, incluso, ecos de un fortepiano, por lo que Schubert se asoma cual sombra agazapada. Además, hay en su registro (un minuto y trece segundos más lento que el de Hodges —12:46 por 11:33, respectivamente—) un mayor contraste entre las secciones rápidas y lentas, lo que acrecienta la tensión en todo el arranque, así como los campos ecoicos en la parte central de la obra, algo que da la posibilidad de que la grabación de las Ondas Martenot en CD resuene de forma más clara, incorporando más capas y matices. De forma que, por virtuosismo, riqueza en ambientes y sonido (además de que la grabación también me parece preferible), me quedaría como primera opción para incidendo/fluido con este nuevo lanzamiento de Kairos con Florian Müller al teclado.
Como en el compacto de Rebecca Saunders (ambos, registrados por el ingeniero Georg Burdicek) el sonido es espectacular, realzando cada una de las interpretaciones y de sus muchos matices, ya electrónicos, ya por parte de efectivos tan curiosos como la citada máquina de escribir. Por lo que al libreto se refiere, éste vuelve a ser parco en exceso, con mínimas notas de Sylvia Wendrock y la mayor parte de las páginas dedicadas a glosar las biografías de los seis músicos del Klangforum Wien aquí involucrados. Sus sobresalientes lecturas contribuyen a que tomemos conciencia del gran trabajo de Olga Neuwirth como una de las grandes compositoras de nuestro tiempo, así como de los nuevos vericuetos que la escritura para solistas transita en el siglo XXI. De la mano de Toshio Hosokawa, Salvatore Sciarrino y Georges Aperghis continuaremos profundizando en sus inagotables posibilidades; de nuevo, por medio del ensemble vienés.
Este disco ha sido enviado para su recensión por Kairos.
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