Alemania

Klavier-Festival Ruhr 2021

Anne-Sophie Mutter, retrato de familia

Juan Carlos Tellechea
miércoles, 15 de septiembre de 2021
Trío Mutter, Ferrández, Orkis © 2021 by Peter Wieler Trío Mutter, Ferrández, Orkis © 2021 by Peter Wieler
Essen, sábado, 4 de septiembre de 2021. Philharmonie Essen. Gran sala auditorio Alfried Krupp. Klavier-Festival Ruhr 2021. Clara Schumann, Trío para violín, violonchelo y piano en sol mayor op. 17. Wolfgang Amadé Mozart, Trío para violín, violonchelo y piano en mi mayor KV 542. Ludwig van Beethoven, Trío para violín, violonchelo y piano en re mayor op. 70,1 Geistertrio. Bis: Felix Mendelssohn Bartholdy, Andante con moto tranquillo, de Klaviertrio en re menor, op. 49. Anne-Sophie Mutter (violín), Pablo Ferrández (violonchelo), Lambert Orkis (piano). Klavier-Festival Ruhr (Festival de Piano de la Cuenca del Ruhr). 50% del aforo, reducido por las medidas de prevención e higiene contra la pandemia de coronavirus.
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Del virtuosismo de Anne-Sophie Mutter no cabe la menor duda. Mas su actuación en el Klavier-Festival Ruhr junto al mítico pianista Lambert Orkis, su compañero de dúo de toda la vida, y al joven violonchelista Pablo Ferrández, ha demostrado también que la perfección no lo es todo. Junto a esta “familia“ de músicos, Mutter ha utilizado su magnetismo para atraer a los oyentes a un mundo de sonidos que incluye desde los tonos pálidos y acuosos hasta un mero suspiro de silencio. Ella es un gran llamador de público y las entradas se agotan muy pronto.

La gran sala auditorio Alfried Krupp de la Filarmónica de Essen estaba llena al 50% este sábado, por las medidas de prevención contra la pandemia. Pero de no haber sido así, sus instalaciones habrían estado colmadas hasta el techo. Las ovaciones y las exclamaciones de admiración fueron ensordecedoras hasta el final de la velada.

Me llevó a atender este concierto la curiosidad por ver el excelente trabajo de Pablo Ferrández, quien debuta en el festival y ha sido galardonado ahora con el premio Opus Klassik de los sellos grabadores alemanes.

De la legendaria violinista y de Lambert Orkis habría muy poco que agregar a lo que ya se ha dicho y escrito de ellos hasta el hartazgo. Ambos llevan colaborando 33 años; Pablo Ferrández no tenía ni miras de nacer cuando Mutter y Orkis actuaban por primera vez juntos a finales de 1988 en el Carnegie Hall de Nueva York.

Ella es una de las pocas violinistas capaces de ofrecer recitales en solitario en la gran sala del Carnegie. Ha construido su carrera sobre la base de un tono rico y brillante y una presencia escénica glamurosa. Es más, cuando Mutter toca con cansancio -también tiene esos momentos- sigue estando a un nivel técnico e intelectual que otros jamás alcanzarían. Sin embargo, ese esplendor no parece ser suficiente para cautivar a un espectador al punto de estremecerlo hasta las lágrimas. Ella parece atender más a la perfección que no a la emoción ni a la pasión; más a lo cerebral que no a lo visceral en el toque.

Una beca de la Fundación Anne-Sophie Mutter le está permitiendo a Ferrández abrirse paso con su violonchelo Stradivarius Lord Aylesford, cedido por la Nippon Music Foundation, hasta las salas de concierto internacionales. En 2013 alcanzó el segundo puesto en el Concurso Internacional de Violonchelo de la Fundación Paulo (Helsinki) y en 2015 el cuarto lugar en el Concurso Internacional Chaivovski (Moscú).

Formado en la Escuela Superior de Música Reina Sofía y en la Kronberg Academy, Pablo Ferrández tiene realmente algo especial, dice de él la consagrada violinista, citada en el texto de la presentación en internet del recital: un tono maravilloso, un vibrato muy refinado, una mano izquierda y una derecha impecables, un verdadero músico, subraya la violinista, y no le falta razón.

Hablando de manos, y dicho sea al margen: con 45 años de profesión, y tal vez otro tanto de malas posturas, a Mutter se le adormecen las muñecas, tras cada ejecución y trata de extender los brazos y sacudir las manos para desentumecerlas entre pieza y pieza. Esto quizás explique en parte sus instantes de fatiga.

El magnífico programa está dedicado a homenajear a Clara Schumann, Wolfgang Amadé Mozart y a Ludwig van Beethoven, en sus respectivos aniversarios, y a alabar el maravilloso lirismo de Felix Mendelssohn Bartholdy, en los bises.

Piano, violín y violonchelo suenan cálidos y suaves, románticos y melancólicos en este gran Trío en sol mayor opus 17 que Clara obsequiara en el verano de 1846 a Robert Schumann por el aniversario de bodas. Ella pasaba entonces por un momento límite de su vida: problemas de dinero, un marido destrozado, un aborto. Pese a todo Clara escribiría la que sería tal vez su obra más importante. La compositora y pianista quería también presentar algo bello para halagar al público. Esa música surge muy delicadamente en el Allegro moderato hasta adquirir agilidad y soltura; el Scherzo es un fino e íntimo minueto; el Andante, más circunspecto, soñador y elegante, y el Allegretto permite a Mutter exigir al máximo a su Stradivarius Lord Dunn-Raven y llevarlo casi al límite. Una joya; la seducción del trío sigue viva hasta hoy.

Orkis tiene un buen toque mozartiano, de escala íntima y tono perlado, como muestra junto a Mutter y Ferrández en la interpretación inicial (Allegro) del Trío en mi mayor, K.542 del genial Wolfgang Amadé Mozart. La ejecución fue excelente, con un movimiento final (Allegro) lleno de encanto y chispa, así como una entonación del violín que favoreció con creces la melodía del Andante grazioso. El resultado es una interpretación de gran agilidad, fluidez, frescura e intimidad. Un logro impresionante.

¿Dónde podrían sentirse los músicos más cerca de los buenos espíritus del pasado si no fuera en el llamado Trío Fantasma (Geistertrio) op. 70 nº 1, uno de los más destacados del período clásico vienés? Carl Czerny, lo describía como "fantasmagóricamente espeluznante" y lo relacionaba con "Hamlet".

Pero una hoja de bocetos de Beethoven sugiere que el formidable compositor alemán estaba pensando más bien en el "Macbeth", de Shakespeare. Mutter, Ferrández y Orkis hicieron que el intenso trabajo motivacional de Beethoven fuera audible de forma transparente en todos sus matices y diferenciaciones. Los motivos, que deambulaban concertadamente por todas las voces, eran tan perfectamente audibles como armoniosamente coordinado el sonido global de los tres instrumentos.

Orkis, quien tocaba con gran sensibilidad y empatía, no solo dosificaba siempre la parte del piano de forma que se correspondiera con las condiciones óptimas de sonido y volumen, sino que también mantenía de forma permanente el contacto visual con sus compañeros en los momentos cruciales, para que siempre pudieran respirar y frasear juntos.

Tras el segundo movimiento (Largo assai ed espressivo), con su atmósfera sombría evocada por los tonos pálidos de las cuerdas y los pasajes de trémolo en el piano, que ya apunta al mundo sonoro del Romanticismo, los tres enérgicos músicos llevaron la obra a un cierre alegre en el tercer movimiento (Presto) con un gran virtuosismo juguetón.

El Andante con moto tranquillo, del Trío en re menor opus 49, de Felix Mendelssohn Bartholdy, único bis, le puso su toque poético con soberanía y flexibilidad a la preciosa, memorable velada del Klavier-Festival Ruhr entre clamorosos aplausos de los espectadores, de pie, durante prolongados minutos.

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