Reportajes
Honor tardío a Josephine Baker
Juan Carlos Tellechea

Como bailarina y cantante, como luchadora de la resistencia, como activista de los derechos civiles de los negros: el gobierno francés tiene muchas imágenes para elegir cuando proyecte fotos de la vida de la legendaria Josephine Baker en la fachada del Panteón de París este próximo martes 30 de noviembre. En el mismo día en que la estadounidense obtuvo la nacionalidad francesa, 84 años antes, su féretro con tierra de Estados Unidos, de Francia y de Mónaco se trasladará al Templo de la Fama. Será la primera mujer negra que descanse allí simbólicamente junto al escritor y poeta Maurice Genevoix.
Con este acto, Francia rinde homenaje a la búsqueda de la libertad de una personalidad impresionante. Adorada por los gais y las lesbianas, icono del movimiento por los derechos civiles en los Estados Unidos y luchadora de la Résistance, en 1936 Josephine Baker era la mujer negra más rica del mundo. Durante la Segunda Guerra Mundial luchó contra los nazis, y ahora el presidente de Francia Emmanuel Macron decidió rendirle el máximo homenaje a una artista con un historial algo complicado.
Los que fueron enterrados en el Panteón de París pueden haberse perdido para el mundo, pero la inmortalidad está asegurada para los "héroes de la nación francesa". Junto a Voltaire, Jean-Jacques Rousseau, Marie Curie o Simone Veil, una tumba vacía con una placa completa conmemorará pronto a Josephine Baker.
Baker fue una vedete que bailaba semidesnuda, famosa por su faldita de plátano, piloto de avión y miembro de la Resistencia, y ya en los dorados años veinte del siglo pasado era abiertamente bisexual, lo que la convierte en un icono de la comunidad LGBT (lesbianas, gais, bisexuales y transgénero) hasta hoy. También fue una amazona antirracista que no solo marchó a Washington junto a Martin Luther King en 1963, sino que asimismo trató de reconciliar al mundo con pequeños detalles. Sin embargo, si se le pregunta a sus doce hijos, como madre dejaba bastante que desear.
La libertad de Europa
El viaje de Josephine Baker desde su casa en San Luis (Misuri), hasta el Panteón de París fue largo y la travesía del Atlántico fue solo un tiro de piedra. "Cuando la estatua de la Libertad desaparecía en el horizonte, supe que era libre", dijo una vez Baker. Pero las sombras del Nuevo Mundo no siempre se le iluminaron tan fácilmente en el Viejo Continente.
Como hija de una lavandera negra y un percusionista blanco, Josephine no tuvo ninguna oportunidad de llevar una vida familiar sana en los Estados Unidos de América a principios del siglo XX. No se permitían los matrimonios mixtos, no se querían hijos mestizos y, cuando Josephine tenía once años, fue testigo de uno de los peores pogromos contra los afroamericanos en su San Luis natal. Esta dura experiencia marcaría las acciones de Baker hasta el final de su vida.
Dos años después de la conmoción del pogromo, Josephine fue casada por su madre con un hombre muchos años mayor. Ella quería que la mantuvieran, argumentaba la madre. El matrimonio duró solo unas semanas: La joven Josephine, de trece años, había decidido a partir de entonces mantenerse por sí misma. Lo hizo primero como criada en un hogar de blancos ricos, luego como vestuarista en una compañía de teatro y pronto como bailarina en el escenario. Y cuanto menos ropa se ponía encima la hermosa joven negra, más fuertes eran los aplausos. Primero en Nueva York, pronto en Berlín y en París, donde la estrella de Baker pronto fue una de las más rutilantes de Europa en el estridente ritmo de liberación de los dorados años veinte.
Los caballeros parisinos suspiraban por la exótica mujer en el club nocturno "Chez Josephine", las damas parisinas le aportaban a Baker una pequeña fortuna comprando productos para el cabello y el aseo de Josephine Baker, y los niños parisinos jugaban con muñecas de Josephine Baker pintadas de marrón oscuro. En 1936, cuando Europa se acercaba a toda velocidad a la Segunda Guerra Mundial, la excéntrica Josephine Baker se convertiría oficialmente en la mujer negra más rica del mundo. Residía en hoteles de lujo, se desplazaba por París en coches caros o paseaba junto con su mascota, un guepardo domesticado, con un collar de diamantes.
Pero mientras Francia se arrojaba a sus pies, los nacionalsocialistas calificaban a la artista de "medio simio" y prohibían sus actuaciones. La prensa estadounidense destrozaba alegremente sus revistas, películas y canciones, el New York Times la llamaba despectivamente "negra", y un hotel de la elegante estación invernal de St. Moritz (Suiza) le pedía a la estrella que, como mujer negra, por favor utilizara la entrada de los sirvientes para que los demás huéspedes no la vieran.
Josephine y la Segunda Guerra
Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial en Europa en 1939, nada menos que ella, icono del teatro de variedades, se unió a la Résistance, sin dudarlo ni un instante."Solo quería una cosa: servir al país con el que estoy eternamente en deuda", escribiría en su autobiografía. Así, por ejemplo, transportaba en sus partituras planos de plantas industriales alemanas dibujados con tinta invisible.
En esta sigilosa lucha por la liberación se embarcaría quien ahora homenajea Francia. Josephine Baker no solo tenía una falda de baile con plátanos estilizados, sino también una licencia de piloto. Comenzó por unirse a las Infirmières Pilotes - Secouristes de l'Air (IPSA), un cuerpo de enfermeras volantes que formaba parte de la Cruz Roja francesa.
Tras la derrota de Francia en 1940, Baker, sin titubear, se unió a la Resistencia y puso sus servicios como agente a disposición de los servicios secretos franceses no colaboracionistas. Escondidos en su ropa interior, pasó de contrabando mensajes de Francia a Inglaterra. Utilizó su condición de estrella en ambos países como motivo de sus numerosos viajes. Si Baker hubiera sido descubierta en aquellos cruciales momentos, lo habría pagado con su vida.
Sin embargo, a partir de 1944 Baker se arriesgaba aún más al incorporarse a las fuerzas aéreas de la Francia Libre como sous-brigadier (subteniente) y luchar en las filas de los aliados contra la Alemania nazi. Por su servicio militar, Baker recibió posteriormente la "Croix de Guerre" y la "Medaille de la Résistance".
Icono
Tras el final de la guerra en Europa, Baker regresó regularmente a su antiguo hogar al otro lado del Atlántico, a pesar de la feroz hostilidad racista. En 1951, consiguió abrir las puertas de uno de los clubes nocturnos más famosos de Florida, el "Copa City", de Miami Beach, también al público negro: Baker insistía en actuar solo si no había más discriminación racial entre los asistentes, abriendo así por primera vez un club nocturno, como el de los blancos, pero a todos los estadounidenses del color que fueran.
Doce años después, en 1963, Baker marcharía junto al pastor Martin Luther King en Washington y soñó junto con él el sueño de una América igualitaria y libre. Así, Baker, la exitosa bailarina, se convirtió en una luchadora por la paz, en una figura del movimiento por los derechos civiles y -porque siempre había vivido abiertamente su bisexualidad y había actuado conscientemente junto a artistas homosexuales- hasta hoy también en un icono del movimiento LGBT.
Todo esto fue considerado por el presidente francés Emmanuel Macron a la hora de escuchar a los cerca de 38.000 peticionarios en torno al hijo de Baker, Brian Bouillon-Baker, y para hacer un hueco en el Panteón a esta mujer que luchó con tanto éxito por los grandes cambios... aunque haya fracasado en cierto sentido en las pequeñas transformaciones del día a día, según la imagen que de ella guardaban en sus mentes infantiles aquellos niños adoptados. Claro, ninguno de ellos podría imaginar siquiera qué hubiera sido de sus vidas sin aquella filantrópica acción de Josephine.
Hijos de todo el mundo
Josephine Baker se casó cuatro veces. El primer matrimonio, concertado, solo duró unas semanas y encendió, si cabe, el deseo de libertad e independencia de Baker. Del segundo matrimonio, Baker tomó el apellido que llevaría toda su vida. El tercer matrimonio, con un francés judío poco antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial, supuso para Baker la ciudadanía francesa y un riesgo mucho mayor en sus operaciones contra la Alemania nazi. En su cuarto matrimonio, Baker, que según cuenta se había acostado con "más de mil hombres y mujeres", quiso finalmente sentar cabeza. Baker vio su propia infertilidad como una vocación: en solo once años adoptó doce niños de todos los rincones del mundo. Diez niños y dos niñas de Finlandia, Marruecos, Japón, Sudamérica o Francia crecieron como hermanos en un castillo de la Dordoña.
Pero Baker, cuya vida era el escenario, no se retiró con la familia. No llamaba a sus hijos "hijos e hijas", sino la "tribu del arco iris", su equipo con el que amasaba dinero y fama cuando no estaba de gira con otras compañías. En lugar de cuentos para dormir y tiempo juntos, hubo sesiones de fotos e impaciencia; en lugar de horas de dedicación personal, los niños recibieron montones de regalos. Cuando el director de orquesta Jo Bouillon, el cuarto marido y padre adoptivo de los doce niños, solicitó el divorcio y se fue a la Argentina, muchos niños quisieron ir con su padre en lugar de quedarse con su madre. Poco después de perder el favor del marido y los hijos, Baker también perdió su castillo: el dinero se había vuelto demasiado escaso.
Imperfecta, pero incomparable
En 1975, la mujer que luchó con éxito por todo lo que había que ganar en términos de libertades en el siglo XX murió inesperadamente de una hemorragia cerebral en el hospital Pitié-Salpêtrière. Por aquel entonces, Baker vivía de nuevo en París, llevaba dos años casada extraoficialmente y en secreto con su quinto marido, y estaba enemistada con la mayoría de sus hijos.
Hoy, los hermanos Bouillon-Baker se han reconciliado en gran medida con su historia. "Era una gran artista, y era nuestra madre; una gran humanista", decía tiempo atrás Akio Bouillon en entrevistas con varios medios de la prensa internacional. "Las madres también cometen errores. Nadie es perfecto“.
Pero, quienes son llevados al Panteón de París no tienen que ser perfectos, sino incomparables. Entre las ochenta personas que descansan aquí, Baker es la sexta mujer y la primera afroamericana. El 30 de noviembre, día en el que Baker se convirtió oficialmente en francesa hace más de ocho décadas mediante su matrimonio con el industrial judío francés Jean Lion, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, le dedicará una tumba en el Panteón de París. En ese sarcófago será conservada tierra de San Luis, de París, de la Dordoña y de Mónaco. Su amiga, la princesa Grace, la ex actriz Grace Kelly la apoyó en sus últimos años y la invitaba a sus espectáculos benéficos. Su vida estuvo "bajo el signo de la búsqueda de la libertad y de la justicia", expresa la fundamentación del jefe de Estado francés.
Josephine Baker probablemente lo habría expresado de una forma menos complicada: J'ai deux amours (1931), el título de su mayor éxito: una declaración de amor a su país y a París. Con el ingreso en el Panteón, ambos devuelven algo de este amor a la cantante.
Aún incluso después de esta solemne ceremonia, los restos mortales de Baker, permanecerán en el cementerio de Mónaco a petición de sus doce hijos. Los niños, sobre todo su hijo Brian, habían hecho campaña para que el nombre de su madre fuera honrado en este monumento dedicado a los grandes personajes que han marcado la historia de Francia y algunos de ellos -no todos- tienen previsto asistir al acto oficial del 30 de noviembre.
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