Discos
Un sueño largamente acariciado
Juan Carlos Tellechea
Este nuevo álbum del Maiburg Ensemble explora de forma muy sensible la interioridad emocional de los compositores de las obras aquí interpretadas.
Su título, Metamorphosen (Metamorfosis), se inspira en la obra de Ovidio que abarca un arco casi cosmológico, desde la creación del mundo, tras la superación del caos, pasando por la mitología griega y romana, hasta llegar a su propia época en la que describe cómo la apoteosis del César se transforma en una estrella, subraya el texto del folleto introductorio incluido en la caja del CD.
La grabación comienza con la suite de seis Danzas populares rumanas de Béla Bartók. Originalmente escritas para piano en 1915, las danzas están basadas en canciones recopiladas (grabadas y transcriptas) por el compositor entre 1909 y 1914 durante sus peregrinaciones en Transilvania.
El momento era singular. Bartók las escribió luego de un paréntesis de casi dos años, provocado por el estado de depresión que sufría por el inicio de la Primera Guerra Mundial. Las excelentes transcripciones para flauta y piano realizadas por Gergely Ittzés, con arreglos de Christoph König, suenan sumamente poéticas.
La flautista Anette Maiburg y su conjunto entregan sucesivamente bellísimas y danzarinas ejecuciones de Juego de Palos (Jocul cu bâta); Cinturón (Brâul); En el lugar ( Pe Loc); Buciumeana; Puerta rumana (Poargâ românescã); y Mărunțel.
La suite es una respuesta a través de la música a aquellos convulsos tiempos; un recordatorio de que en la mayoría de los casos podemos encontrar soluciones en nuestros propios orígenes.
Esa misma línea de refinamiento lírico es la que siguen los músicos con tono brillante en Vocalise, la celestial pieza de Serguei Rachmaninoff (transcripción para flauta y piano Franco Cesarini; y arreglos de C. König). Maiburg presta la voz a través de su instrumento en las largas frases de esta difícil canción en la que también las cuerdas nos abren con preciosa serenidad otro universo ante nuestros oídos y mentes en un diálogo íntimo con sentimientos afines.
Vocalise, la última de las catorce canciones compuestas y publicadas en 1915 por el gran compositor ruso, fue escrita originalmente para voz de soprano y piano. Sin embargo, y de forma inusual para una pieza vocal, no contiene palabras. En su lugar, la vocalista (en este caso la excelente flautista Anette Maiburg) puede cantar la melodía con una vocal (una tonalidad literalmente angelical) de su elección.
En el octavo surco del CD fue incluido con total acierto el célebre "Adagietto" de Gustav Mahler (transcripción para violín y piano de Róbert Wittinger; arreglos C. König) . Esta extraordinaria pieza, el cuarto movimiento de la Sinfonía nº 5, ganó popularidad gracias a Luchino Visconti, que la eligió como música de fondo para la película Muerte en Venecia, basada en la famosa novela corta de Thomas Mann.
Anette Maiburg no podía haber elegido una música más adecuada para acompañar las imágenes de un mundo en turbulencia, asolado por la pandemia, así como por el cambio climático, que ha provocado la muerte de tantas personas, entre ellas artistas e intelectuales famosos. La solista mira a su interior de forma muy sugerente. Crea una atmósfera reflexiva, mística, abstracta, a veces dramática, con estos espléndidos temas, de un lirismo a la vez conmovedor y contemplativo que han hecho justamente famosa esta pieza, sin duda una de las cumbres musicales de principios del siglo XX.
La grabación realizada entre el 19 y el 22 de abril de este año en el Kulturzentrum Immanuel, de Wuppertal por los ingenieros de sonido Martin Rust y Manfred Schumacher muestra un extraordinario equilibrio en la disposición de los micrófonos.
El virtuosismo sensible del cuarteto
Si hay algo que destaca al Maiburg Ensemble es la conformación magistral de sus programas, tanto en vivo como grabados. En el Scherzo de El sueño de una noche de verano, de Felix Mendelssohn-Bartholdy, el destacado compositor y arreglista James Walker transcribió la pieza de tal forma que los espíritus del aire zumban trinando con una alegría incontenible. El solo de la percusión (Fethi Ak) es brillantísimo. Un hada buena con capa ligera y flauta se permite acompañar al conjunto con compases y tintineos. Aquí, con los arreglos de Chistoph König, y esa dulzura indulgente de la composición, es donde se destaca sobremanera el sensible virtuosismo de los músicos.
Los espacios sonoros que se expanden con mucha tensión y la articulación del conjunto no dejan nada que desear. El grupo asume con una elegancia instrumental extrema las líneas vocales en “Deux Mélodies Hébraiques“, de Maurice Ravel, la inquisitoria “Énigme Éternelle“, de métrica regular con arreglos de su pianista, Pascal Schweren, así como la suplicante y panegírica “Kaddisch“ (arr. Anette Maiburg).
Ravel compuso Deux Mélodies Hébraïques sobre canciones tradicionales judías (letra y melodía), para voz y piano (estrenada el 3 de junio de 1914 en París con la soprano Alvina Alvi, de la Ópera de San Petersburgo, y Ravel al piano) y orquestadas unos años después por el propio compositor. “L'Enigme éternelle“ (casi monótona y opresiva en el acompañamiento del piano), tiene un texto en yiddish; el “Kaddisch“ en arameo y hebreo. Lo mejor de esta obra, aparte de la maravillosa música que interpreta el Maiburg Ensemble con tanta entrega, es el hecho de que Ravel consigue transmitir el alma judía en el primer compás, aunque no era de origen judío ni profesaba esa fe.
Para explicarlo mejor aún: entre cada uno de los bloques temáticos del servicio religioso judío hay un “Kaddisch“ cantado, en versión corta. Se le llama medio “Kaddish“ o “Chazi Kaddish“. Este medio “Kaddish“ es el que ha musicalizado Maurice Ravel.
No todos los “kaddisch“ suenan tan serios y sostenidos como éste. Pero Ravel se inspiró en los patrones melódicos de las fiestas mayores judías, cuando los tonos graves dominan en la sinagoga. Después de todo, se habla del juicio de Dios. Según la concepción judía, Dios decide en Rosh ha-Shanah, la fiesta del Año Nuevo, y en Yom Kippur, el Día de la Expiación, quién vivirá en el año siguiente. Tocar la música de Ravel para piano significa ni más ni menos que entrar en el corazón de lo que probablemente sea el universo más secreto de un músico que dominó tan bien la pequeña forma.
Con el álbum Metamorphosen he cumplido un sueño largamente acariciado. Desde hace muchos años me vengo ocupando como flautista y como directora artística del Festival de Música del Bajo Rin del tema de las transformaciones musicales. ¿Cómo conduce a nuevas obras el diálogo de las culturas que ha dado forma a nuestra civilización desde el principio? (Anette Maiburg)
"Syrinx“, de La flûte de Pan, de Claude Debussy, originalmente para solo de flauta, pero que el Maiburg Ensemble ha metamorfoseado como “Syrinx Reloaded“, es llevada con arreglos de Pascal Schweren casi al ámbito del jazz, a fuerza de percusión, piano y contrabajo (Matthias Hacker), antes de que la flauta entre realmente en acción. La popular pieza es tocada habitualmente por los flautistas en los bises, pero en este álbum ha sido incluída en una especie de homenaje al compositor francés, quien se sirve de un episodio de la Metamorfosis para su pieza.
La ninfa Syrinx (Siringa), la más hermosa de las Náyades de su tiempo, era amada por los Sátiros, aunque ella siempre se resistió a sus deseos. El dios Pan, enamorado de ella, la persiguió hasta el río Ladón, donde fue convertida en caña; este dios de los pastores y rebaños la cortó para inventar la flauta. ¡Una hermosa leyenda, que no precisa más aclaraciones!
El Vals en do sostenido menor opus 64 nº 2 de Frédéric Chopin no lo toca, sino que lo baila el Maiburg Ensemble, tras haberlo transformado en un caliente son cubano que titula Frédéric's Dance. Al principio tiene algo de alegre. Pero eso es solo el principio, porque no termina así. El piano, la percusión, la cuerda y la flauta cobran más ritmo y fuego como si acompañaran a una película de acción o amenizaran alguna concurrida y divertida reunión bailable en el oriente de la mayor de las Antillas, en Santiago de Cuba. ¡Azúcar!
El cierre del CD lo ocupa una bella melodía tradicional armenia, Hov Arek (Ven, viento), rescatada del olvido por el sacerdote y etnólogo musical Komitas Vardapet, quien fue testigo del genocidio contra el pueblo armenio perpetrado por el Imperio otomano entre 1915 y 1923. El piano primero y después la flauta la interpretan con mucha entrega, seguidos de cerca por la percusión y el contrabajo. Aunque más de la mitad de las 4.000 canciones que Komitas recopiló, escribió y transcribió se perdieron, las piezas que sobrevivieron, incluida Hov Arek, que representa al aldeano armenio, está muy cerca del corazón de los armenios repartidos en su diáspora por todo el mundo.
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