Argentina
Una obra con plena vigencia
Gustavo Gabriel Otero
Gian Carlo Menotti, autor del
libreto y la música de El Cónsul, tomó
un momento histórico determinado -la contemporaneidad al tiempo de su composición y estreno, o sea a mediados del siglo pasado- para pintar los
desesperados momentos que vive un disidente político perseguido en un país
centroeuropeo con un régimen totalitario y la falta de empatía de la burocracia
hacia el sufrimiento de los demás.
En principio la trama parece
determinada por un tiempo y sus circunstancias pero, lamentablemente, si bien
el contexto de creación de la ópera El
Cónsul de Gian Carlo Menotti es muy diferente al actual -plena guerra fría-
el contenido de denuncia de autoritarismos de toda laya y de la eterna
burocracia es plenamente actual. La pandemia mundial, los gobiernos
dictatoriales que se disfrazan de democracia, las complicaciones para obtener
visados, permisos o certificaciones de vacunación para trasladarse de un país a
otro, los emigrados que huyen del hambre, la pobreza, la violencia o la
persecución y por último la guerra desatada por Rusia y su injustificable
invasión reactualizan el tema de la obra y lo hacen cercano. Y por lo tanto con
plena vigencia.
El resultado artístico de esta
versión resultó de primer nivel, en el que puesta en escena, soluciones
técnicas, elenco y dirección musical estuvieron parejos en un mismo plano de
excelencia: cada elemento estuvo en su lugar.
Rubén Szuchmacher planteó una
puesta en escena natural, coherente y de perfecta teatralidad que reflejó
adecuadamente la opresión y la zozobra vivida por los personajes frente el
abuso de poder y la burocracia. No necesitó plantear grandilocuencias
innecesarias y no recurrió a elementos que distraigan de la acción. Un trabajo
preciso y milimétrico que hizo fluir la acción.
La monumental escenografía de
Jorge Ferrari plantea los dos escenarios previstos por el autor: la casa de los
Sorel y la sala de espera del Consulado. Abundan los colores grises, con algo
de blanco y de negro. La estructura de la casa de los Sorel permite ver la
calle donde merodean los agentes secretos y el sótano donde se esconde John. El
ambiente es de una vivienda con signos evidentes de decadencia. En el Consulado
el gris ocupa casi toda la escena y las paredes están llenas de biblioratos del
piso al techo lo cual refuerza el clima opresivo y burocrático. El orden de las
sillas, ficheros, biblioratos y de todos los elementos llega a ser asfixiante.
El planteo escenográfico aprovechó el disco giratorio los cual posibilitó los
cambios de escena sin correr el telón mientras se desarrollan los interludios
instrumentales.
El vestuario del mismo Ferrari
también acude a los grises, solo hay un poco de color en el personaje de Vera
Boronel que parece pertenecer a otra clase social y que es, en definitiva, la
única que consigue la ansiada visa.
Gonzalo Córdoba acierta con la
iluminación, y el cambio de colores para las escenas de sueños son perfectos.
Marina Svartzman diseñó adecuados movimientos coreográficos para los solistas.
El maestro Justin Brown en la dirección
musical efectuó un esmerado trabajo de concertación, con muy buena respuesta de
la Orquesta Estable. En algunos momentos el volumen orquestal tapó un poco a
los cantantes (quizás por la ubicación de los mismos sobre el disco giratorio,
lejos del proscenio y en una escenografía totalmente abierta) pero ello no va
en desmedro de una muy buena versión musical.
En el plano vocal el elenco
resultó homogéneo y solvente en una obra donde todos los personajes son
importantes.
Triunfadora absoluta de la velada
fue Carla Filipcic Holm que compuso a Magda Sorel con extraordinaria gama de
matices, perfección vocal y credibilidad actoral. Fue ovacionada por el público
en su gran momento solista (‘Papers! Papers!’).
Adriana Mastrángelo fue una
Secretaria del Consulado vocalmente ajustada y precisa a lo que se sumó su
natural elegancia, que de alguna manera acrecentó el carácter frío e
imperturbable que requiere el rol.
Leonardo Neiva (John Sorel) así
como Héctor Guedes (Agente de la Policía Secreta) cumplieron a la perfección
con las exigencias de estos breves pero sustanciales personajes.
Virginia Correa Dupuy compuso a
la madre de John con convicción escénica y veteranía vocal. Mientras que en el
breve rol de Assan Sebastián Sorarrain dio muestra, nuevamente, de su valía.
Los otros demandantes de visas
compusieron un conjunto de admirable solvencia. Así Pablo Urban (Nika Magadoff)
fue un mago convincente e histriónico; Rocío Arbizu (Vera Boronel) supo dar
realce a su breve momento solista, Alejandro Spies (Mr. Kofner) contribuyó con
muy buena presencia escénica y bello registro, Marisu Pavón (Mujer Extranjera) conmovió
con su relato en italiano y Marina Silva (Anna Gómez) aportó su amplio caudal
sonoro.
En suma: una versión de muy buena factura con una temática que, desafortunadamente, continúa con plena vigencia.
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