Discos
Sin necesidad de justificaciones
Nipper Larrañaga
El sello francés Le Palais des Dégustateurs lanzó en 2018 un nuevo disco de repertorio pianístico, el primer volumen de El clave bien temperado de Bach, que se une a otros lanzamientos igualmente "conservadores" aparecidos antes y después de este volumen: todas las piezas para piano de Brahms de los opus 76 a 117 (interpretadas por Boris Berman), todos los Tríos con piano de Schubert y de Brahms, las seis Suites para violonchelo de Bach, los dos cuadernos de Préludes y las Estampes de Debussy, etc. También hay algunas grabaciones más originales, como las obras incompletas para violín y piano de Mozart, finalizadas por Robert Levin (quien las interpreta junto a Gerard Poulet), pero en general Le Palais des Dégustateurs no parece dirigirse a un público que busque novedades. Tampoco la parte gráfica y de presentación de los discos pretende ser novedosa, e incluso en muchas ocasiones tiene un 'toque' anticuado que recuerda el aspecto de las grabaciones históricas remasterizadas y no el de grabaciones realizadas en pleno siglo XXI. Pero, ¿es necesario justificar esta elección?, ¿es obligatorio ser modernos?
Igualmente me parece ridículo entrar en el debate de Bach al piano. La tradición de interpretar a Bach al piano es bicentenaria (El clave bien temperado, como otras piezas 'pedagógicas' de Bach, nunca dejó de tocarse, al contrario que otros géneros bachianos que pasaron por diversas etapas o estuvieron 'perdidos') y de hecho está unida al propio desarrollo del piano como instrumento y de la técnica del piano. Cuando en 1837 Carl Czerny recomienda a los pianistas estudiar El clave bien temperado y fijarse en el carácter individual de cada uno de los números como escuela de 'sensibilidad' recoge ya una tradición anterior, que se puede remontar a Muzio Clementi, cuyo manuscrito del Clave bien temperado (que adquirió en 1774) era uno de sus bienes más preciados, lo hacía estudiar a sus alumnos, y se inspiró en él para su propio Gradus ad Parnassum (1817-1826).
No conocía al pianista Dominique Merlet (Bordeaux, Francia, 1938) y debía conocerlo puesto que ha desarrollado una sólida carrera -aunque no muy mediática- desde que en 1957 ganó ex-aequo con Martha Argerich el primer premio en el Concurso Internacional de Ginebra, tras haber obtenido tres primeros premios en el Conservatorio de París, donde se formó con Roger-Ducasse, Louis Hiltbrand y Nadia Boulanger. Quizá el problema es que Merlet ha sido el organista titular de Notre-Dame-des-Blancs-Manteaux in Paris durante gran parte de su vida (1956-1990) y ha dedicado mucho tiempo a la enseñanza (y como jurado de concursos de piano), lo que ha restado atención a su carrera concertística y discográfica, en la que ha recibido las principales distinciones: Prix Charles Cros, Diapason d'or, Grand Prix du disque, etc.
Atreverse con el primer volumen de El clave bien temperado a los 79 años (había grabado el segundo volumen para Le Palais des Dégustateurs en enero de 2016) es una tarea fácil y difícil al tiempo. Sin duda después de casi 70 años tocando estas piezas Merlet no necesitó mucho estudio para interpretarlas, pero sí seguramente reflexión ante la dificultad de situarse entre la necesidad de reflejar una rica tradición que conoce espléndidamente, al tiempo que ofrecer un producto 'moderno', un Bach del siglo XXI que de algún modo tenga sentido para unos oyentes que conocen y han oído frecuentemente Bach al clave, Bach al piano al modo ruso o alemán, las versiones de Glenn Gould, John Lewis (del Modern Jazz Quartet) u otros pianistas muy personales, y tantas otras posibilidades.
El Preludio nº 1, por comenzar por el principio, es muy organístico, muy lisztiano, muy personal en el sentido de 'muy trillado', sin grandes novedades aparentes pero con cuerpo. La Fuga 1, como en general todas las fugas del doble disco, muy limpia, sin un pedal que ensucie la nitidez del discurso, que es racional en el buen sentido de la palabra. Merlet es un heredero de la gran tradición de Bach al piano, de Clementi y Czerny, de von Bülow, o -más recientemente- del Bach ruso que procede de John Field, y llega hasta Richter, María Yudina o Sokolov, que siguen siendo referentes sonoros para muchos de nosotros.
Los tempi son ligeros, incluso un poco veloces, para dar ligereza a una obra que si no se tiene cuidado puede resultar demasiado académica y densa. Salvo momentos concretos, poco peso en las teclas, lo que se entendía por 'clavecinístico' en Bach durante mucho tiempo. Hay riqueza y frescura imaginativa, pero también es inevitable evocar ese refrán de "más sabe el diablo por viejo que por diablo". Poco de lo que se oye es novedoso o asombroso pero la combinación de los elementos de la tradición y sobre todo la elección de diferentes tradiciones para diferentes momentos convierte en un placer esta audición.
Dentro de esta libertad de planteamientos, aparece una curiosa particularidad de esta grabación, que me desconcertó en un primer momento (el disco tenía 49 cortes y no 48). La Fuga nº 19 en la mayor BWV 864 aparece en una doble versión: primero tocada en "andantino legato" y después -en el corte siguiente- en "molto vivo staccato". Personalmente me gusta mucho más la segunda versión, pero es sumamente interesante la doble interpretación porque las dos posibilidades son igualmente admisibles, no hay ninguna excentricidad y tienen antecedentes históricos.
Este disco ha sido enviado para su recensión por Le Palais des Dégustateurs
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