Artes visuales y exposiciones
Josephine Baker: libertad, igualdad y humanidad
Juan Carlos Tellechea
Josephine Baker fue la primera superestrella femenina mundial con raíces afroamericanas, pero también una luchadora de la Resistencia francesa durante la Segunda Guerra Mundial y una protagonista del Movimiento por los derechos civiles en los Estados Unidos.
Francia, su patria de adopción, le rindió honores, aunque tardíos, el 30 de noviembre de 2021, al convertirla en la primera mujera negra inmortalizada en el Panteón de París, junto a otros gigantes de la historia y la cultura de la nación francesa, como Voltaire, Jean-Jacques Rousseau, Marie Curie o Simone Veil.
El Centro de Arte y Exposiciones de Alemania (Bundeskunsthalle), en Bonn, le dedica ahora a la bailarina y cantante una gran exposición, titulada Josephine Baker – Freiheit, Gleichheit, Menschlichkeit (Josephine Baker, libertad, igualdad, humanidad) desde el 18 de mayo al 24 de septiembe..
La muestra, comisariada por la historiadora del arte Mona Horncastle, reúne fotos y documentos históricos, obras de arte, escritos autobiográficos, vestidos, discos, revistas y fragmentos de películas de sus revistas musicales y entrevistas. Baker, cuyo verdadero nombre era Freda Josephine McDonald, es considerada hoy también un icono de la comunidad LGBTQ+.
Merecidos honores
Es un motivo más para dedicarle esta exposición a una mujer merecidamente galardonada y presentarla aquí en la Serie de Mujeres valientes de la historia, junto a Simone de Beauvoir o Hannah Ahrendt, afirmó la Dra Eva Kraus, historiadora del arte e intendente (directora general) de la Bundeskunsthalle, ante la prensa internacional. La Bundeskunsthalle realiza paralelamente en estos meses la gran muestra 1920! En el caleidoscopio del modernismo con gran éxito de público.
Josephine Baker es un fenómeno netamente europeo y no norteamericano; tuvo una relación dividida con su país natal, subrayó la comisaria Mona Horncastle en la rueda con los medios de comunicación que tuvo lugar en Bonn. Su vida personal y su aceptación en los Estados Unidos es un asunto muy triste y trágico. Sectores radicales del Movimiento por los derechos civiles de ese país le achacaban no haber utilizado más su fama internacional para luchar con mayor decisión aún en favor de los derechos de los afroamericanos.
Ella misma, quien vivió desde su más tierna infancia la extrema pobreza y la segregación racial, soportó atropellos y tratos injustos e inhumanos cuando visitaba su país natal: en los hoteles no podía entrar por la puerta principal, sino por una de servicio; y no podía sentarse a una mesa en un restaurante para blancos, aún cuando hubiera actuado en ese mismo lugar, como se verá más adelante. Todo lo que le era reconocido como artista sobre el escenario, le era denegado como persona, como mujer negra.
Catálogo
Horncastle, autora del catálogo que acompaña la exposición y de una exhaustiva biografía titulada Josephine Baker – Weltstar, Freiheitskämpferin, Ikone (Josephine Baker – Estrella mundial, luchadora por la libertad, icono), publicada por la editorial Molden, de Viena (Austria), la cita expresando: ''¿mi recuerdo más feliz de la infancia? La verdad es que no se me ocurre nada, pero sí puedo decirte cuál fue mi peor recuerdo...'', durante los cruentos disturbios raciales de 1917 en St. Louis, Misuri, a orillas del Misisipi, cuando hordas de blancos atacaban sin compasión, con ferocidad y saña los barrios de los negros del este de la ciudad.
Josephine Baker, testigo presencial de esos hechos, el 2 de julio de 1917, tenía entonces 11 años de edad. La experiencia de este pogromo, en el que, según diversos relatos, fueron asesinadas hasta 100 personas, en su mayoría afroamericanos, le causó tal impresión que más tarde se convirtió en una comprometida activista contra el racismo.
Berlín
En Alemania, Baker se hizo conocida gracias a sus actuaciones en Berlín en los dorados años de la década de 1920. En 1926, Josephine Baker lleva a la capital alemana al éxtasis por primera vez: vestida con poco más que unas plumas, la estadounidense de 20 años hace girar sus caderas a ritmos salvajes de jazz en el Teatro Nelson del bulevar Kurfürstendamm (esquina con la Fasanenstrasse). Todas las localidades están agotadas. En sus memorias escribirá más tarde:
Berlín, ¡es genial! Una procesión triunfal. La gente me lleva en brazos. En ninguna otra ciudad he recibido tantas cartas de amor, tantas flores y regalos.
Condenada al ostracismo durante la época nazi, no evitó Alemania después de la guerra: a partir de la década de 1950 actuó allí una y otra vez, preferentemente en el Berlín entonces dividido, tanto en el oeste como en el este. En 1975, hizo otro gran regreso en París: con 33 números, cada uno representando una de las etapas de su vida, celebró su 50º aniversario escénico. Solo unos días después del aclamado estreno, sucumbió a un derrame cerebral.
Inspiración
Baker (1906-1975), brillantemente dirigida y comercializada por su marido, el italiano Pepito Abatino, fue un talento natural para el espectáculo revisteril e inspiradora de la escena artística. Con antepasados indígenas (aborígenes de los Estados Unidos) y esclavos africanos, durante toda su vida defendió además la idea de que ''solo hay una raza, la raza humana''. Siendo muy joven, sintió el anhelo de emigrar a Francia cuando se enteró de que allí las mujeres podían incluso pilotar aviones.
Josephine Baker nació en San Luis (Misuri) como hija ilegítima de Carrie McDonald, una lavandera, y Eddie Carson, un músico (batería) judío. Creció en una situación precaria. Su madre la llamaba Tumpie, una variación de Humpty Dumpty'. En 1907, su padre abandonó a la familia y nació su hermano Richard. Su madre se casó por segunda vez en 1911 y Josephine tuvo dos hermanastros de este matrimonio.
El apellido Baker
Ella y su hermano Richard fueron adoptados por su padrastro Arthur Martin. A los 13 años, su madre la casó con Willie Wells, muchos años mayor que ella. Ese mismo año hizo sus primeras apariciones como extra en el Booker Washington Theatre (exclusivamente para negros) de San Luis. El matrimonio con Wells duró solo unas semanas. En 1921 se casó con el revisor de trenes Willie Baker. Lo abandonó en 1925, pero mantuvo el apellido Baker durante toda su vida.
Objetos expuestos
Entre otras piezas, se expone en Bonn un dibujo del arquitecto Le Corbusier, quien se acercó a ella en un viaje en barco desde América del Sur en 1929 y la retrató durmiendo. También se exhibe una escultura del artista ruso Sébastien Tamari. El arquitecto austriaco Adolf Loos incluso diseñó una casa para Baker con una fachada de mármol a rayas blancas y negras en 1928, pero nunca llegó a construirse.
Lo que hacía a Josephine Baker tan extraordinariamente atractiva se percibe sobre todo en los vídeos que se proyectan en la exposición. En ellos queda claro de repente que era una bailarina increíblemente ágil, pero sobre todo una personalidad chispeante con una alegría contagiosa, y un gran talento en el arte de la comicidad.
¡Por fin París!
Josephine Baker llegó a París en 1925 como miembro de la compañía de La Revue Nègre y se convirtió en una célebre estrella de teatro casi de la noche a la mañana. En París, disfrutó del privilegio de ser estadounidense y, al mismo tiempo, representó un "exotismo africano" que fue acogido por las vanguardias artísticas e inspiró a los representantes del fovismo y el cubismo.
El mundo de la música estaba dominado por el jazz, que los soldados estadounidenses habían traído a Europa durante la Primera Guerra Mundial, y en los teatros de variedades las revistas se convertían en éxitos de taquilla al servicio de un cliché africano. Para Josephine Baker, ésta fue la primera clave del éxito: se escenificaba a sí misma como una "salvaje con falda de banano", pero también daba a sus actuaciones un toque de autodesprecio coqueteando con expresiones faciales payasescas y parodiando (ridiculizándose a sí misma en) su papel.
Besos
"¡En París, las mujeres y los hombres se besan en la calle!", señalaba entusiasmada Josephine Baker a su llegada a París. Una permisividad inimaginable entonces en Estados Unidos. Igualmente nuevo e inconcebible para ella era el hecho de que la atendiera un camarero blanco en un restaurante, que pudiera utilizar el transporte público y que no le negaran la entrada en ningún sitio con los carteles de "Prohibido el paso a personas de color", habituales en su tierra. Ciertamente, Francia tampoco estaba libre de racismo, pero no había segregación. La liberalidad de París atraía a mucha gente, y en retrospectiva parece como si todas las figuras literarias y artísticas pioneras se hubieran reunido en la capital francesa en los años veinte.
La famosa falda de banano
En 1929, Baker volvió a Berlín y apareció en el Theater des Westens (en la Kantstrasse) con una nueva versión de su famosa falda de banano. Para entonces, sin embargo, no solo hubo aplausos, sino también hostilidad por parte de la ultraderecha fascista. Los periódicos nazis la tildaron de "Halbaffe" (prosimia) y se marchó a toda prisa al cabo de tres semanas.
Cuando el general De Gaulle llamó a los franceses a la resistencia tras la ocupación de su país por los alemanes, Baker -ya casada con el industrial judío Jean Lion- empezó a pasar de contrabando al extranjero secretos de espionaje (en favor de la Francia libre) escritos con tinta invisible. En las colonias francesas no ocupadas del norte de África, actuó como animadora de las tropas destacadas allí, insistiendo en la desegregación de los públicos blanco y negro. "Si no, no valdría la pena luchar contra Hitler".
Luchadora contra el racismo
Después de la guerra, también hizo campaña por la igualdad de derechos de los negros en Estados Unidos. Ella misma consideró la invitación de Martin Luther King a hablar en la Marcha sobre Washington en 1963 como el punto culminante de su lucha contra el racismo. Junto con su cuarto marido, Jo Bouillon, adoptó a doce niños de diferentes culturas para demostrar al mundo que la coexistencia pacífica es posible, que la libertad y la igualdad son derechos humanos universales, independientemente del color de la piel, la religión, la nacionalidad, el género o la orientación sexual.
Dio conferencias por todo el mundo como delegada de la Asociación Internacional contra el Racismo y el Antisemitismo y realizó una incansable campaña en favor de una alianza mundial contra la discriminación racial. Con una "aldea global" en su castillo de Les Milandes (Dordoña), quiso dar ejemplo y demostrar con su familia arco iris que la coexistencia pacífica es posible, porque "sólo hay una raza: la raza humana'', repetía.
Muchas otras superestrellas, desde Nicole Kidman y Madonna hasta Angelina Jolie, siguieron después este ejemplo. Hoy, Baker es también un icono de la comunidad LGBT. LGBT es la abreviatura inglesa de lesbiana, gay, bisexual y transexual, que puede incluir adicionalmente una «Q» de queer o por aquellos que se están cuestionando su identidad sexual o de género (questioning, en inglés).
Desde muy temprano, Josephine Baker empezó a organizar grandes actos benéficos, donó los honorarios de todos los conciertos que había dado durante los años de la guerra y más tarde adoptó a doce niños de doce naciones. Durante toda su vida luchó contra el racismo y el antisemitismo.
Pioneras
La atracción que ejercieron las mujeres afroamericanas es menos conocida. Pero Josephine Baker no era ni mucho menos la única que esperaba más libertad, mayores oportunidades e igualdad en París. Por citar solo algunas: La piloto Bessie Coleman llegó a París en 1921 para recibir formación de vuelo. En 1925, la cantante de ópera Lilian Evans-Tibbs, alias Madame Evanti, fue la primera mujer con raíces afroamericanas en actuar en grandes producciones operísticas. La pintora Loïs Mailou Jones se hizo famosa por sus cuadros impresionistas de París. La escritora Nella Larsen vino a París con una beca Guggenheim en 1931. Y Madame Walker tomó ejemplo de la industria francesa de la belleza y se hizo millonaria con cosméticos para mujeres afroamericanas.
Júbilo y protesta
La actuación como invitada en Viena en 1928 fue el comienzo de la primera gira mundial de Josephine Baker. Allá donde iba, su público estaba encantado, pero los círculos culturalmente conservadores estaban indignados. En Viena, las campanas de la Paulanerkirche repicaron a su llegada para advertir de la presencia del "demonio negro". Se canceló su actuación en el Teatro Ronacher y se celebró un debate sobre moralidad en el Consejo Nacional, pero finalmente se permitió que la revista se representara en el Teatro Johann Strauss.
La actuación como invitada de Josephine Baker en Berlín en 1926 fue un éxito triunfal, pero cuando vino a Berlín por segunda vez en 1929, el ambiente en la ciudad había cambiado. Una y otra vez hubo hostilidades racistas, amenazas e intentos de interrupción durante las actuaciones. El espíritu de la época era ambivalente: en cada ciudad en la que aparece como invitada en su gira europea, es aclamada, pero también hay protestas.
La marca Josephine Baker
Las polémicas se centran en su permisividad, su fortuna personal y su color de piel. Una experiencia que Josephine Baker comenta con la conclusión de que "lo que es moral en una mujer blanca se considera pecado en una mujer negra". Todo ello provoca un profundo cambio en su personalidad y en su autoimagen como artista.
Lo que a primera vista parece contradictorio, pero que resultó esencial para la emancipación de Josephine Baker, fue su encuentro con el siciliano Pepito Abatino, apodado el ''Conde''. Desde 1926, fue su compañero de vida y representante durante diez años. Para algunos, el (autoproclamado) ''Conde'' era un impostor, para otros un maestro de la narración. Sin duda, era un hombre de negocios ingenioso que vio el potencial de Josephine Baker y se dio cuenta de que su imagen de bailarina "exótica" en París sería efímera.
Abatino comprendió que la autonomía, la autoridad interpretativa y la comercialización de la marca Josephine Baker por su cuenta eran las bases de una larga carrera escénica y del éxito económico. Con su apoyo, Josephine Baker siguió el ejemplo de Florence Embry Jones y Ada Smith y abrió su club Chez Joséphine en 1926.
En 1927 apareció la primera de sus cinco autobiografías, todas ellas éxitos de ventas que se tradujeron a muchos idiomas. Lanzó una línea de cosméticos, grabó discos y actuó en películas. En 1928 estuvo de gira por todo el mundo durante dos años. Bailó y cantó y empezó a contrastar su desnudez en el escenario con vestidos glamurosos. Josephine Baker fue retratada por todos los fotógrafos famosos, estuvo omnipresente en los medios de comunicación y en 1934 era considerada la artista afroamericana más rica del mundo.
Paz, libertad e igualdad
La discrepancia entre adoración y hostilidad acompañó a Josephine Baker desde el principio de su carrera. En Europa, polarizó: En una ciudad la adoraban, en otra le prohibían actuar. En su primera aparición como invitada en Nueva York, en 1935, la rechazaron en los hoteles, tuvo que utilizar las entradas traseras y no la sirvieron en el restaurante.
Pero Josephine Baker no se dejó intimidar, al contrario, se sintió fortalecida en su lucha por la igualdad: De vuelta en Europa, se unió a la resistencia francesa. Pasó de contrabando información secreta escrita con tinta invisible en sus partituras enviadas al extranjero. Desde 1941 hasta el final de la guerra, vivió en el África francesa y empezó a actuar como animadora de tropas para las fuerzas estadounidenses. Allí hizo que, por primera vez, todos los soldados se sentaran juntos entre el público, independientemente del color de su piel.
Antisegregación
A partir de 1948, sus actuaciones en Estados Unidos fueron también mítines pacíficos de protesta: Fue la primera artista afroamericana en insistir en la abolición de la segregación en sus conciertos. Sin embargo, el reconocimiento del movimiento por los derechos civiles estadounidense tardó en llegar. La declaración del NACCP del 20 de mayo de 1951 como Día de Josephine Baker fue un primer reconocimiento. Ella misma describió la invitación de Martin Luther King para hablar en la Marcha sobre Washington en 1963 como el punto culminante de su lucha contra el racismo. Sin embargo, la lucha continúa, no ha terminado, como lo experimentan a diario los afroamericanos y los latinoamericanos en Estados Unidos.
Ideal
La realización de sus ideales políticos supuso para Josephine Baker una carga financiera que solo pudo compensar con su incesante presencia en los escenarios. Su ausencia del hogar fue compensada por Jo Bouillon. Sin embargo, en 1957, la montaña de deudas había crecido hasta los 83 millones de francos, y el matrimonio también se rompió a finales de los años cincuenta.
En 1969, Josephine Baker se declaró definitivamente insolvente. A pesar de la petición de donaciones de Brigitte Bardot, perdió Les Milandes. Apoyada por la Princesa Gracia Patricia, vive en Mónaco. En 1975, sale de gira por última vez: en el Teatro Bobino, de París, Josephine Baker celebra sus 50 años de carrera. Fue su último triunfo. Pocos días después falleció de un derrame cerebral. Josephine Baker fue honrada con un cortejo fúnebre con honores militares en París, seguido por 20.000 personas. El entierro final tuvo lugar en el círculo familiar más cercano, en Mónaco.
Fuente de inspiración y pantalla de proyección
En los años '20, Josephine Baker inspiró no solo al público parisino, sino también a la escena cultural parisina: Ernest Hemingway la describió como "la mujer más sensacional que nadie haya visto jamás". Darius Milhaud quería componer para ella. Paul Poiret y Jean Patou diseñaban sus vestidos. Para muchos fue tanto una fuente de inspiración como un espacio de proyección, pero Josephine Baker se convirtió en la primera superestrella femenina con raíces afroamericanas porque fue capaz de superar los tópicos y reinventarse una y otra vez durante sus 50 años de carrera escénica.
En el proceso, logró superar el racismo y el sexismo. Esto la convirtió en un icono y una pionera para una generación de mujeres afroamericanas que la honraron como modelo a seguir.
Poco después de su muerte, artistas como Diana Ross empezaron a referirse a Josephine Baker. Los seguidores de Josephine Baker en la comunidad queer la veneran como una diva, pero desde la década de 1990 ha sido especialmente relevante para la generación política LGBTQ+, que se ve representada en su estilo de vida fluido.
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