Discos
El paisaje sonoro de las sirenas
Juan Carlos Tellechea

Lydia Maria Bader invita a navegar en los mares de la inspiración musical y seduce al oyente en su CD Tales of the Sea. Lo rapta al mundo de las sirenas, esas criaturas de las profundidades oceánicas de irresistible voz melodiosa que atraen locamente a los hombres de mar. La pianista aporta aquí una exhalación de aire fresco al universo concertístico internacional. Como buscadora y descubridora de tesoros musicales, fascinada por las culturas extranjeras, presenta con pasión a compositores y obras poco conocidos, al tiempo que muestra nuevas perspectivas en clásicos de toda la vida.
Una de sus más interesantes revelaciones, y nada fácil de ejecutar, es el ciclo impresionista Le chant de la mer de Gustave Samazeuilh, alumno de Paul Dukas, quien trabó conocimiento con Maurice Ravel en Ciboure, donde tenía una casa de veraneo. Allí el mar realmente se agita, ruge, golpea contra los muros y rompeolas (''Tempête et lever du jour sur les flots), pero también late, sabe susurrar (Prélude) y quedarse en tierna y serena calma (''Clair de lune au large'') en medio de un paisaje luminoso de belleza infinita. Lydia Maria Bader es una romántica incorregible, que encanta desde el teclado con sus emocionantes y coloridos relatos mitológicos del mar.
En los últimos años, y fascinada cada vez más por el ponto concretó su tan anhelado sueño de publicar un álbum con música inspirada en esas vastas inmensidades. Otro de las singulares series es el de la suite Sea pieces op 55 del también romántico Edward MacDowell, antiguo alumno de Juan Buitrago y de Teresa Carreño, antes de formarse finalmente en París y en Fráncfort del Meno.
presta más atención a la gente que se hace a la mar, como los Padres Peregrinos del Mayflower en 1620 (''A.D. MDCXX'') o el joven marinero que vuelve a casa, le canta a su amor, pero al mismo tiempo se ve consumido por las aventuras que experimenta en altamar (''Song''), pero también habla de los peligros de los témpanos de hielo errantes (''From a Wandering Iceberg''), de las noches de centelleantes cielos estrellados (''Starlight''), de las oscuras profundidades del piélago (''From the Depths''), del bravío oleaje del poderoso monstruo (''To the Sea'', ''Nautilus'', ''In Mid-ocean'').
El contraste lo ofrece la Ouverture – Small Stream de Zhu Gongyi, que lleva a una muy breve, pero hermosa composición que narra poéticamente el fluir de un río antes de desembocar en el mar. Lydia Maria Bader viajó muchas veces a China, donde adquirió una conexión con la música clásica de ese gran país. El lenguaje tonal de la pieza de Gongyi, de tan solo tres minutos, con sus armonías sorprendentemente frescas, parece mucho más moderno que gran parte del repertorio de la anterior grabación de Bader, Chinese Dreams.
A Sea Idyl (El idilio del mar) de Frank Bridge, nacido en Brighton y fallecido en Eastbourne, es una instantánea de gran belleza atmosférica de alguien que ha vivido y ha experimentado en su propia piel el influjo del mar. , maestro de Benjamin Britten, transmite en este idilio marino una fuerte sensación de calma que agradece mil veces el oyente, con sus apacibles texturas y melodías que siguen el eterno ritmo de las mareas.
Los tres movimientos de Poems of the Sea (Los poemas del mar) de Ernest Bloch ("Waves", "Chanty" y "At Sea"), de delicada belleza, no son menos sorprendentes. La composición utiliza medios minimalistas y asimismo un lenguaje tonal asombrosamente calmo que introduce impenitentemente a quien la escuche en el elemento marino. ''Chanty'' es todavía más concreto al ser interpretado al estilo de una vieja saloma. La música despierta la imagen del hombre de mar, apoyado sobre la barandilla de su nave, cantando por la noche y para sí mismo ante la infinitud del oceáno en calma. Nadie es profeta en su tierra y tampoco; tuvo mucho más éxito en su patria adoptiva, Estados Unidos, que en Europa, pese a sus esfuerzos por doblegar este destino.
No menos delicioso y etéreo es el Etüde op 1 Ondine de Anton Rubinstein (cuando tenía 12 años de edad) sobre la mítica figura de la Ondina que se enamora de un hombre mortal, recibe un alma humana a través del matrimonio, pero el idilio se rompe. El hombre vuelve a su antigua novia y maltrata a Ondina, por lo que el destino de ambos queda sellado. Los espíritus del mar exigen venganza y será Ondina quien mate al individuo con un beso inmortal. Moraleja: nunca jures amor eterno a una ninfa si no estás seguro de que puedes sumergirte con ella en las profundidades oceánicas y cumplir.
También se ha trabajado el aspecto técnico de la grabación por el ingeniero de sonido Martin Kistner, bajo la supervisión de la propia Lydia Maria Bader. Las piezas se grabaron en el estudio b-sharp de Berlín, famoso por la claridad de su acústica. El instrumento (Steinway-D) se capta de cerca en todas sus armonías, pero al mismo tiempo en un ambiente aireado, que desprende un alivio sonoro extremo. Un ejemplo de excelente grabación de piano en estudio.
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