España - Madrid
Teatro de la ZarzuelaLa otra cara del desarrollismo español
Xoán M. Carreira

El simple anuncio de un título de Sorozábal en el Teatro de la Zarzuela crea expectación y cada función es garantía de éxito. es un músico que vivió de la taquilla, de su público, a pesar de la censura de la dictadura de Franco, de la Transición, y de las primeras décadas de plena democracia, censura que se mantuvo incluso tras su muerte en 1988.
Buen ejemplo es este versión de concierto en 2009 por la Escuela Superior de Música del País Vasco 'Musikene', y en versión escénica en 2016 precisamente en el Teatro de la Zarzuela, casi cincuenta años después de su composición.
, compuesto en 1968, estrenado enY no estamos hablando de un 'músico olvidado' sino del compositor de zarzuela con más títulos en el repertorio en toda la historia de la zarzuela y el más apreciado por el público. Apenas le superan algunos títulos individuales como La verbena de la Paloma, La Revoltosa, La Gran Vía y pocos más.
El Teatro de la Zarzuela repone la producción original de 2016, con el mismo director musical y apenas algunos cambios escénicos menores, totalmente insuficientes por cierto.
, responsable de la reposición de la producción original de Plaza, ha respetado todos los dislates de Plaza, como los figurantes moviéndose convulsivamente en la escena de la taberna durante todo el primer acto, interfiriendo incluso la acción; o el absurdo cuadro de la cárcel en el tercer acto, con un incesante desfile de presidiarios uniformados que parecen fantasmas al fondo del escenario, mientras Juan José mantiene la misma ropa de los dos actos anteriores; o en el cuadro segundo del tercer acto, en la casa de Rosa y Paco, el dormitorio remeda una escenografía para el final de La Traviata, lo que incluye la clásica alusión a la venta de los bienes de Violeta simbolizados por un marco sin lienzo que ahora sirve de perchero.La dirección de actores de Denise mejoró la de 2016, sin acercarse a la excelencia en ningún momento.
Por su parte, la escenografía e iluminación de Pedro Leal se ajustaron al concepto de Plaza y resultaron tan grises y faltas de ideas como la propia regie.
En conclusión, un desperdicio teatral que perjudicó gravemente la comprensión de la trama y desarrollo del drama de Juan José y Rosa.
El equipo escénico parece tan preocupado por presentar de un modo 'políticamente correcto' el problema del maltrato a las mujeres, que invisibiliza el tema central de Juan José: la pobreza, la marginación, la ignorancia y la desesperación.
En su artículo para el programa de mano de 2016, que se reproduce idéntico en 2024, escribe:
[Juan José] no es un melodrama. Es una denuncia política: si los poderes sociales dividen en clases a la gente y dejan al individuo abandonado a su suerte, sin posibilidades espirituales o materiales, este se convierte en un animal rastrero que luchará hasta la muerte y utilizará cualquier medio a su alcance para sobrevivir. Todos los personajes están pervertidos por la situación de marginación en que malviven. Son animales que deambulan en una charca de aguas fecales. Saben que no hay salida, pero no se dan cuenta y son capaces de pisar a los demás en el intento desesperado de seguir viviendo.
Este planteamiento teórico es correcto, sin embargo Plaza no alcanza a reflejar esto en su regie, que se centra en el maltrato de género, sin que la injusticia social aparezca nunca. Posiblemente el motivo reside en que ni en el libreto ni en la música de Sorozábal se encuentran atisbos de juicio moral y sí de una mirada compasiva y aterrorizada. La dramaturgia de Juan José, como la de casi todas las óperas de la historia, se articula en un exquisito balance entre dinero, poder y sexo.
Tanto el libreto como la música se revuelven 'como gato panza arriba' contra el planteamiento de Plaza de que todos los personajes son "animales que deambulan en una charca de aguas fecales", perspectiva ratificada por sus rancios juicios morales sobre cada uno de los personajes, desarrollados en un largo párrafo de este artículo que estamos citando.
Sorozábal por su parte, considera a todos sus personajes "humanos, muy humanos" y enormemente frágiles. En 1968, cuando Sorozábal compone Juan José, el gobierno tecnocrático del franquismo está vendiendo una imagen de España abierta, optimisma, atractiva para los turistas, moderna, rica incluso, e ilusionada por los cambios cuyos iconos musicales de modernidad son las canciones del Dúo Dinámico y las vanguardias musicales de , , y sus compañeros de viaje.
La mirada siempre crítica de Sorozábal plantea una ópera sin desarrollismo y sin modernidades, que contrasta frontalmente con el discurso de la película La Revoltosa (1968) de
Frente a la 'mirada complacida' de Orduña, Sorozábal propone en Juan José una 'mirada inquieta', cuando no descarnada, y su referente musical principal es su admirado amigo epistolar Dimitri Shostakovich. Mirada inquieta en la que -por supuesto- no tienen cabida las vanguardias musicales que tanto complacían al tardofranquismo.
La Orquesta de la Comunidad de Madrid, dirigida por Miguel Ángel Gómez-Martínez, ofreció una versión de mayor calidad que la que recuerdo de 2016. Sorozábal era un gran orquestador y la partitura de Juan José es compleja y sutil, pletórica de pequeños detalles armónicos, dinámicos, agógicos, y tímbricos que tienen sentido dramático, y en esta ocasión Gómez-Martínez ha puesto toda su atención en ejecutarlos con una orquesta que ha experimentado una notable mejoría desde 2016.
Esta mayor seguridad en el foso favoreció el eficaz acompañamiento a un elenco vocal muy competente -mejor que el de 2016- con dos figuras como Saoia Hernández y Vanessa Goikoetxea que interiorizaron inteligentemente a sus personajes y dieron una lección de actuar-cantando. Efectivamente Hernández y Goikoetxea hicieron una creación de Rosa y Toñuela que espero se conviertan en una referencia de cara a futuras interpretaciones de la obra.
Juan Jesús Rodríguez se vió superado por el difícil papel de Juan José a pesar de su entrega, esfuerzo y disciplina. La falta de una definición del personaje y las constantes distracciones escénicas sin duda le perjudicaron también en el aspecto meramente vocal. Tras un primer acto muy satisfactorio, y un notable cuadro de la carcel, llegó al último cuadro agotado y sin una definición escénica clara de si es un hombre desesperado, violento, o enamorado, cuestión que -indudablemente- es importante para cantar.
Una vez más Simón Orfila, Andrés, mostró su habitual 'saber estar' y construyó una convincente interpretación de un personaje que intenta solucionar las cosas, sin acabar de conseguirlo, lleno de tópicos y machista, pero también capaz de sentir afecto su Toñuela y su amigo Juan José, sin duda porque tiene el apoyo económico y sentimental de su familia. Vocalmente Orfila es un alumno de Kraus y lleva más de 25 años siendo un puntal de la ópera y zarzuela española, siempre profesional y siempre dispuesto.
María Luisa Corbacho (Isidra) y Alejandro Del Cerro (Paco) fueron escénica y vocalmente muy tópicos, para bien y para mal. Bordaron la escena del chotis, un momento importante de la trama, pero en otros se ciñeron a sus 'obligaciones' y nunca llegaron a emocionar o cuando menos a parecer reales. Del Cerro desaprovechó las posibilidades líricas que le ofrece su escena con Rosa en el tercer acto. Luis López Navarro (Cano, el presidiario) sacó beneficio de su buena presencia escénica para compensar su discreta intervención vocal.
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