España - Cataluña
Barcelona: 'Tolomeo' reconstruido
Jorge Binaghi
El Palau
se ha apuntado un tanto con la reconstrucción de la orquesta que Haendel
utilizó para esta ópera (iniciativa y edición crítica de Clemens Birnbaum,
director del Festival Haendel de Halle).
No han
faltado otras ejecuciones del título, que de todos modos es de los menos
representados de Haendel. Y la forma de concierto se justifica, no sólo porque
es una coproducción entre diversas salas -la próxima es en París, en Champs
Elysées- sino porque en la última colaboración con Haym para la última
producción para el King’s Theatre y la última partitura escrita para el trío de
ases Senesino- Cuzzoni-Faustina la imaginación del autor funciona siempre pero
sobre una acción prácticamente única que se anima en la segunda parte por los
momentos de furor, valor, un recitativo acompañado para la presunta muerte del
protagonista (de los grandes momentos de Haendel), pero tiende a la monotonía
dramática en particular en el primer acto de la primera parte.
Franco
Fagioli tuvo que cancelar por salud (veremos si canta en París en dos días),
pero tuvimos suerte con el sustituto. El joven Shahbazi es todo un cantante
completo, expresivo, de voz bella y seguro (sorprendentemente para un rol de
Senesino sí hay habilidades tipo medias voces y trinos, pero el agudo extremo
no es demasiado requerido). Destacó especialmente en la interpretación de la
mencionada escena de la muerte.
Ver y
escuchar a Dumaux es siempre un placer (esta vez era Ricardo, el hermano y
pretendido rival de Tolomeo). El contratenor tiene la voz ligeramente
oscurecida y la proyección quizá sea menos poderosa e incisiva, pero es siempre
el artista capaz de brillar con un solo recitativo. En su segunda y gran aria
estuvo estupendo.
Semenzato
parece haber encontrado el repertorio que le es más adecuado, y cualquier
reserva que le haya formulado en el pasado (tamaño de la voz, emisión de
agudos) desaparece en este largo rol donde tiene para brillar en trinos,
sobreagudos, agilidades en general y messe di voce, que es el único tipo de
‘exquisitez’ en el que quizá cabe aún algún progreso). Fue menos expresiva que
su compañero, pero no fría.
Finalmente
se estaba en una ejecución en forma de concierto como debe ser sin las
tonterías que aquejaron al Fidelio de
hace unos días en el Liceu. Claro que el conjunto instrumental y su director
son serios, enamorados de la música que hacen (había que ver el entusiasmo del
clave principal o la manera de dirigir y acompañar a instrumentistas y
cantantes de Antonini, que respiraba con ellos y sabía cada palabra). Por
suerte son conocidos y valorados, pero no se han convertido en esas
‘superstars’ que todo lo dirigen sin haber hecho más que una lectura
superficial.
Pero no he terminado. Me he dejado para el final a los ‘malos’ de la ópera, Araspe y Elisa: Los defraudados en sus amores imposibles (cuándo no va a haber eso en una ópera barroca y más en Haendel, aunque aquí no hay final feliz para todos, sino sólo para los ‘buenos’), y por tanto llenos de rencor y malas intenciones. Novaro estuvo bien o muy bien; sólo pareció algo cansado en su tercer aria, pero en esa misma estuvo notable en la expresión.
Escuchaba
por primera vez a Bridelli que se está haciendo (o ya tiene hecho) un nombre en
el repertorio. Apasionada y expresiva intérprete en recitativos y arias (en
particular las de furor, ya que casi siempre está despechada o llena de
sospechas). Buenas coloraturas con algunos agudos sin duda firmes pero ásperos.
Ahora bien, el programa la define como mezzosoprano. Si lo es, es muy clara.
Pero Faustina (o la Bordoni) consta siempre como soprano. Es verdad que hoy por
hoy estamos acostumbrados a estrellas barrocas que cantan en todas las
tesituras y además cambian de repertorio y nadie rechista (bueno, yo creo
haberlo hecho en las pocas veces que he asistido a esos shows -de todos modos
siempre mejores, de más contenido y mejor gusto que los de cierto presidente
argentino-).
Ahí lo
dejo. Mucho público (aunque no con localidades agotadas) pese al calor del día
en cuestión, religioso silencio durante el desarrollo del concierto (algunos
aplausos tras un par de arias fueron severamente silenciados), ningún móvil, y
aclamaciones de pie al final. O sea, un público como debe ser, y eso que había
unos cuantos turistas, algunos con niños (pero como no eran occidentales se
comportaron magníficamente).
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