Alemania

Flexibilidad del fraseo y rechazo del efecto

Juan Carlos Tellechea
miércoles, 9 de octubre de 2024
Krystian Zimerman © 2024 by DG Bartek Barczyk Krystian Zimerman © 2024 by DG Bartek Barczyk
Düsseldorf, sábado, 5 de octubre de 2024. Gran sala auditorio Mendelssohn de la Tonhalle de Düsseldorf. Krystian Zimerman, piano. Frédéric Chopin, Nocturno en fa sostenido mayor op 15 nº 2, Nocturno en mi bemol mayor op 55 nº 2, Nocturno en mi mayor op 62 nº 2. Johannes Brahms, Sonata nº 2 en fa sostenido menor op 2. Claude Debussy, Estampes. Karol Szymanoswki, Variaciones sobre un tema popular polaco op 10. Bises: Serguei Rajmaninov, Preludio en sol sostenido menor op 32 nº 12, Preludio en re mayor op 23 nº 4. Organizador Heinersdorff Konzerte – Klassik für Düsseldorf. Serie de conciertos “PS” (Piano solo). 100% del aforo.
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Una visita a Düsseldorf del eximio pianista Krystian Zimerman es siempre un gran acontecimiento. Después de todo, este perfeccionista rara vez actúa en conciertos. 

Desde hace más de cuatro décadas, fascina al público con un arte sin igual que escruta como pocos. Naturalmente, impone un silencio absoluto en una Tonhalle abarrotada de público. 

El programa de su recital de esta tarde, organizado por Heinersdorff KonzerteKlassik für Düsseldorf, reunía a Frédéric Chopin, Johannes Brahms, Claude Debussy y Karol Szymanoswki en interpretaciones, cuando menos, cercanas a la cima.

Ahí está ya sobre el escenario “su Steinway & Sons D”. Zimerman, quien tiene conocimientos técnicos como constructor y técnico de pianos, lleva consigo en las giras artísticas su propio instrumento de concierto. Por supuesto, es el toque lo que determina el sonido que se aclara o se ilumina según los casos. Mas ya antes de comenzar se respiran el espíritu de Chopin y de Debussy en el aire de la sala Mendelssohn de la Tonhalle.

Con este gran músico que es Zimerman, se está a las puertas de una leyenda viviente Muy pocos pianistas se atreven a tocar a Brahms, sobre todo casi al principio de su programa, y en particular su vasta y compleja Segunda Sonata. Johannes Brahms escribió esta pieza en fa sostenido menor op 2 en 1852 (publicada en 1853), dedicada a Clara Schumann, y se convirtió desde entonces en una de las mayores obras del piano romántico, así como en el gigantesco sueño de un joven músico de veinte años.

El compositor, ya en plena posesión de sus facultades, desarrolla aquí un universo a la vez heroico y poético, donde el teclado se vuelve casi orquestal. La visión de Krystian Zimerman es claramente imponente. Su visión es más que una interpretación, ya que explora las facetas más secretas de la obra. Se aferra con todas sus fuerzas a los acordes fortissimo iniciales, y con el Allegro non troppo ma energico inicia en un triple arranque una pieza sacada directamente de las leyendas nórdicas.

Narración

El ímpetu incontenible y la fuerza telúrica dan paso al segundo tema melódico, tocado muy suavemente, cuyo cantabile destaca aún más porque contrasta fuertemente con el tema anterior. Es aquí donde aparece el sello distintivo del estilo de Zimerman: diferencias dinámicas extremas, una narración pensada hasta el último detalle.

El vigor expresivo solo es igualado por una poética hábilmente destilada. A los formidables y estremecedores tonos llanos corresponde una asombrosa suavidad sonora en los pianissimos, por no hablar de un trabajo igualmente asombroso en los silencios. El Andante con espressione está bañado en un ensueño, a menudo cercano al murmullo, el canto de un Lied impregnado de serenidad, aunque también atravesado por rasgos más apasionados y fff, hasta una coda cercana al adagio; páginas magistrales allí donde las haya. A partir del Scherzo, Allegro – Trio. Poco più moderato – Tempo primo, Zimerman traza la fantasía de un pseudo vals enérgico y muy arpegiado, intercalado con un trío más tranquilo y no menos apasionado. Estamos cerca de las figuras imaginadas por ETA Hoffmann, que este pianista mago anima con un diabolismo encantador.

No siempre fácil

Del Scherzo, extrae un zumo rítmico singular, un carácter sombrío, incluso angustiado, a la vez que enigmático. El Allegro non troppo e rubato final es el escenario de arrebatos vertiginosamente rápidos, sin aliento, que demuestran la originalidad de un discurso que combina una vez más lo legendario, la vehemencia y el benéfico respiro.

La sección de desarrollo se abre con acordes solemnes en los que el tiempo parece detenerse. Las citas de la introducción lenta vuelven varias veces e interrumpen el flujo del Allegro. Al final, el movimiento desemboca en una repetición parcial de la introducción, como conclusión tranquilizadora en si mayor. He aquí un Brahms sin duda no siempre fácil de comprender, pero tan cautivador, ¡tan indispensable!

Chopin

Zimerman comienza este recital con tres Nocturnos de Chopin (en fa sostenido mayor op 15 nº 2, en mi bemol mayor op 55 nº 2, en mi mayor op 62 nº 2). Su visión de este apartado esencial de la música del compositor es de una coherencia poco común. Aunque el nocturno como género pianístico fue inventado por el irlandés John Field en el siglo XIX, fue sin duda Frédéric Chopin quien le dio sus cartas de nobleza.

Zimerman transforma el virtuosismo de Chopin en superficies sonoras hirvientes, frente a las cuales se reduce el desarrollo lineal. Al encanto melódico que le proporcionaba el arabesco pianístico, el compositor añadió inmediatamente una nueva dimensión a través de una invención constantemente renovada. Lo que antes era música de salón adquiere ahora la expresividad de un cuadro evocador. Chopin escribió piezas de este tipo a lo largo de toda su vida creativa, de 1827 a 1846, en grupos de tres y luego de dos, a medida que trabajaba hacia una construcción cada vez más elaborada.

Después de tres piezas de ensayo -de las que, sin embargo, ha pasado a la posteridad el póstumo Nocturno en do sostenido menor op 9, son las piezas de éste las que establecen los contornos del nocturno chopiniano: una melodía cercana a la canción, ornamentada como un bel canto belliniano, teñida de melancolía a través de un diseño sinuoso. Estas características perduran en el op 15, donde la ensoñación es siempre la característica principal, en sintonía con la cantilena.

Proteico

Con el op 55, escrito en Nohant en el verano de 1844, las cosas evolucionan aún más: un drama subyacente bajo la sencillez melódica, una efusión más interior en lo que es uno de los mejores ejemplos del estilo tardío de Chopin.

Esto se confirma en el op 62, de estilo polifónico y construcción rítmica compleja, siempre bajo una aparente simplicidad melódica. Quizá más que en otras obras de Chopin, el nocturno deja espacio de libertad al intérprete. El marco ornamental lo propicia. Al igual que el hecho de que este tipo de piezas tenga también un carácter proteico, algunas de ellas se asemejan a una balada, otras a una barcarola.

Carácter íntimo

Lo sorprendente de las interpretaciones de Krystian Zimerman es ante todo la flexibilidad del fraseo y el rechazo del efecto. Una intimidad de primer orden, como demostró en este concierto de Heinersdorff en Düsseldorf. A menudo se está cerca de una especie de improvisación. Luego hay una delicadeza de toque que evita la languidez.

No es que Zimerman subestime la energía, pero ésta permanece perfectamente canalizada, rechazando el exceso y el brillo virtuosos. A partir de ahí, la interioridad, los sueños y la emoción emergen con naturalidad.

Por último, una claridad extrema para resaltar el lirismo fundamental de estas piezas, y un trabajo minucioso de las dinámicas, desde los pianissimos hechizantes hasta las tormentas grandiosas y controladas de los episodios centrales. Y siempre un uso moderado del pedal para crear el clima adecuado y un caleidoscopio de colores. En definitiva, un clasicismo que no intenta arrastrar estas piezas hacia un romanticismo frenético, en una interpretación de carácter íntimo.

Debussy

La segunda parte del concierto arranca con la música de un admirador de Chopin, Claude Debussy.

Las impresionistas Estampes (1903) de Debussy, con su trilogía de títulos evocadores, comienzan con una nota en un registro grave. No obstante, el sonido, caracterizado por el legato y un toque suave, sigue siendo borroso: el ambiente no es ni radiante ni glamoroso.

También en este caso, Zimerman expone la música de forma bidimensional y ofrece una sutil paleta de sonoridades, desde Pagodes, con su estilo romántico que recrea una atmósfera del impresionismo musical, en la que los espectadores admiran la limpidez de su mano derecha.

Le sigue La soirée dans Grenade a ritmo de habanera, en esa oscilación muy despreocupada de la España meridional. Concluye con Jardin sous la pluie, basada en la canción infantil Nous n'irons plus au bois y sus movimiento de escala magistralmente conseguidos.

Szymanowski

Las Variaciones sobre un tema popular polaco op. 10  de Karol Szymanowski, plantea dudas sobre si la melodía arcaica y religiosa se originó realmente en Polonia o quizá en Ucrania, donde nació este compositor. Esto adquiere importancia porque Zimerman dedica a las madres de las víctimas de los dos bandos de la guerra de agresión rusa, los bises: el Preludio en sol sostenido menor op 32 nº 12 y, el tiernamente introvertido, Preludio en re mayor op 23 nº 4, presentado en un tono cantarín, de Serguei Rachmaninov

 La composición de Szymanowski, de 17 minutos de duración, fue escrita entre 1901 y 1904, en torno a los 20 años de edad del compositor, nacido en 1882, pero pese a todo su carácter lúdico ha superado la condición de obra juvenil. Una breve introducción y el tema van seguidos de nueve variaciones (incluida una peculiar marcha fúnebre en compás de tres por cuatro, que crea un vínculo con la sonata de Chopin) y un Finale. Var. X. Allegro vivo. Trionfando, que es tan largo como las demás variaciones juntas.

Zimerman prescinde tanto del gran gesto del comienzo de este final, como de la exageración de un interludio fugado que debe tocarse “con humor”, según indicación del compositor. El virtuosismo no es lo suyo. Presenta la obra de forma más bien comedida y la libera así de algunas de sus superficialidades. 

Ovaciones del público puesto espontáneamente de pie y exclamaciones altisonantes de aprobación, cerraron este concierto de Heinersdorff que a veces puede parecer extraño para quienes conocen a Krystian Zimerman solo a través de sus grabaciones, sin haber presenciado personalmente hasta ahora sus recitales, pero no por ello menos impresionante.

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