A ocho años de una reposición que había sido bastante
buena o buena, pero sin convocar multitudes ni provocar alharacas, hemos tenido
ahora, casi al final de la temporada, la misma producción con dos intérpretes
repetidos pero un resultado muy distinto. Localidades agotadas, flores al
terminar la representación, aplausos enfervorizados al acabar los actos y,
sobre todo, al presentarse en el podio Petrenko.
La verdad, como se decía allá lejos y hace tiempo, ‘toda
ponderación es poca’. Totalmente distinta a los directores que citaré, su
versión me ha parecido igualmente válida que la de Kleiber hijo y ligeramente
superior a la de Thielemann, que son mis dos referencias absolutas de
audiciones en vivo. Analítica, irónica, sofisticada sólo cuando debe, apasionada
o melancólica cuando hace falta, para nada fría ni distante,…
Comentarios