Alemania

Una verdadera “velada de ópera fantástica”

Juan Carlos Tellechea
lunes, 26 de mayo de 2025
Los cuentos de Hoffmann en la Ópera de Düsseldorf © 2025 by Barbara Aumüller Los cuentos de Hoffmann en la Ópera de Düsseldorf © 2025 by Barbara Aumüller
Düsserldorf, domingo, 13 de abril de 2025. Gran sala de la Ópera de Düsseldorf. Los cuentos de Hoffmann (Les contes d'Hoffmann), ópera fantástica en cinco actos (anteriormente: en 3 actos, un preludio y un postludio) de Jacques Offenbach, con libreto basado en la obra teatral escrita por Jules Barbier y Michel Carré estrenada en 1851, que se basa a su vez en varios relatos de Ernst Theodor Amadeus (E.T.A.) Hoffmann, como El hombre de arena, El consejero Krespel y Las aventuras de Nochevieja. Coproducción con la Ópera de Graz (Austria). En francés con sobretítulos en alemán. Puesta en escena de la compañía 1927/ Regie: Nanine Linning / Tobias Ribitzki / Neville John Tranter. Escenografía Stefan Rieckhoff. Vestuario Silke Fischer/Irina Shaposhnikova. Iluminación Sebastian Alphons. Dramaturgia Christin Hagemann. Reparto: Hoffmann (Ovidiu Purcel), Muse/Nicklausse (Maria Kataeva), Olympia (Elena Sancho Pereg), Antonia (Darija Auguštan), Giulietta (Sarah Ferede), Stella (Daniela Matys), Lindorf/Coppélius/Dapertutto/Dr. Miracle (Bogdan Taloș), Andrès/Cochenille/Pitichinaccio/Franz (Andrés Sulbarán), Luther/Crespel (Thorsten Grümbel), Nathanaël /Spalanzani (Florian Simson), voz de la madre de Antonia (Katarzyna Kuncio), Schlemihl (Jake Muffett). Coro de la Deutsche Oper am Rhein, preparado por Gerhard Michalski. Orquesta Düsseldorfer Symphoniker. Dirección Frédéric Chaslin. 100% del aforo.
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La moderna producción de Los cuentos de Hoffmann de Jacques Offenbach estrenada esta tarde en Düsseldorf se convirtió en una verdadera “velada de ópera fantástica” no solo por su título e idioma original, sino porque el célebre escritor E.T.A. Hoffmann (Ovidiu Purcel) abre camino hacia un mundo enigmático en el que los espectadores se adentran encantados y prefieren no salir de él.

La régie distribuida entre Nanine Linning, Tobias Ribitzki y Neville John Tranter, así como todo el elenco, la orquesta y el director Frédéric Chaslin fueron ovacionados y vivados hasta el paroxismo al término de la función en la Ópera de Düsseldorf. La aclamada soprano Elena Sancho Pereg en el papel de Olympia, la mujer autómata idealizada ingenuamente por Hoffmann, fue la gran revelación de la velada.

E.T.A. Hoffmann

Ernst Theodor Amadeus Hoffmann fue un romántico con muchos talentos: jurista, compositor, director de orquesta, tenor, dibujante, caricaturista y pintor. Pero como genio, era también un hombre atormentado, que supuestamente debía sus ideas más extrañas a la embriaguez. Se rebelaba contra las autoridades y, según la leyenda, siempre andaba a la búsqueda inútil del amor ideal.

Tres de sus obras literarias (El hombre de arena, El consejero Krespel, Las aventuras de Nochevieja) acabaron convirtiéndose en una obra de teatro francesa, que llamó la atención del simpático Jacques Offenbach e inspiró una de las óperas más populares de la historia de la música, Los cuentos de Hoffmann, cuyo éxito (hasta nuestros días) el compositor desgraciadamente no vivió para ver. Offenbach creó una perspicaz parábola de la creación y el fracaso artísticos basada en esos cuentos.

Sus amantes idealizadas

Son siempre los encuentros con mujeres (la artista, la joven, la cortesana) los que llevan a Hoffmann al borde de la locura. La musa (la mezzosoprano Maria Kataeva, también efusivamente aplaudida), figura neutra para el poeta, le rescata fiablemente del desastre que le acecha. Siempre a su lado: la musa, que le acompaña en la forma de su mejor amigo, Nicklausse, se asegura de que no se pierda en el amor, sino que siga su vocación de artista.

En una coproducción con la Ópera de Graz (Austria), la Deutsche Oper am Rhein Düsseldorf/Duisburgo ha puesto sobre el escenario un atractivo desafío para el público. Incluyendo el preludio y el epílogo, hay cinco actos, cada uno con un concepto de dirección diferente.

Marco

Ribitzki se encarga de enmarcar los actos 1 y 5, que como prólogo y epílogo forman el estribo para los acontecimientos intermedios. Con imágenes sencillas pero impresionantes, muestra la lucha del poeta por la inspiración, que no termina ni siquiera al final. La musa se permite proporcionar la apoteosis al cierre. Kataeva sitúa al personaje en el centro de la representación gracias a sus versátiles y expresivas dotes vocales y a su inquietante interpretación, justamente aclamada.

Tras los primeros compases de la orquesta bajo la dirección de Frédéric Chaslin, Hoffmann se sienta en un escritorio y bebe un copioso sorbo de vino mientras La musa expresa sus pensamientos sobre su nuevo amor, la cantante Stella (Daniela Matys), con celos sosegados y una conmovedora voz de soprano.

Theatre Company 1927

Bogdan Talos (Dr. Miracle) y un grupo de marionetas en «Los cuentos de Hoffmann», régie de Nanine Linning, Tobias Ribitzki y Neville John Tranter. © 2025 by Barbara Aumüller.Bogdan Talos (Dr. Miracle) y un grupo de marionetas en «Los cuentos de Hoffmann», régie de Nanine Linning, Tobias Ribitzki y Neville John Tranter. © 2025 by Barbara Aumüller.

El pueblo quiere oír la historia del enano Zack (uno de los famosos temas musicales de la obra), mientras el viejo Lindorf (convincente en varios papeles: el bajo Bogdan Taloș), la encarnación del espíritu del mal, expresa sus pretensiones a la prima donna. El director Tobias Ribitzki deja esta escena delante del telón, que solo se abre para el encuentro con Olympia.

El colectivo teatral británico 1927 ha creado un sobrecogedor telón de fondo de vídeo para la magnífica soprano de coloratura Elena Sancho Pereg, alternando hábilmente entre personas reales y proyecciones. Las creaciones multimedia de la Theatre Company británica 1927 ya han convertido a La flauta mágica de Barrie Kosky (representada asimismo en la Ópera de Düsseldorf) en un éxito mundial.

Revelación

Elena Sancho Pereg (Olivia) y Ovidiu Purcel (Hoffmann) en «Los cuentos de Hoffmann», régie de Nanine Linning, Tobias Ribitzki y Neville John Tranter. © 2025 by Barbara Aumüller.Elena Sancho Pereg (Olivia) y Ovidiu Purcel (Hoffmann) en «Los cuentos de Hoffmann», régie de Nanine Linning, Tobias Ribitzki y Neville John Tranter. © 2025 by Barbara Aumüller.

La precisa realización de la fusión de imagen e interpretación en directo resulta fascinante. Elena Sancho Pereg domina el papel de Olympia de manera sobresaliente, con una coloratura chispeante y unas notas altas precisas. ¡Todo un descubrimiento de la velada!

Coppélius (Bogdan Taloș) ha creado una especie de gafas de realidad virtual para Hoffmann, que dan vida a la mujer mecánica. El físico Spalanzani (Florian Simson) es el anfitrión de la fiesta, pero tiene que aceptar que el engañado Coppélius haga saltar por los aires su maravilla y prive a Hoffmann de su amada.

Marionetas

Sylvia Hamvasi (Antonia) y Bogdan Talos (Dr. Miracle) en «Los cuentos de Hoffmann», régie de Nanine Linning, Tobias Ribitzki y Neville John Tranter. © 2025 by Barbara Aumüller.Sylvia Hamvasi (Antonia) y Bogdan Talos (Dr. Miracle) en «Los cuentos de Hoffmann», régie de Nanine Linning, Tobias Ribitzki y Neville John Tranter. © 2025 by Barbara Aumüller.

Los títeres también son protagonistas en la historia de la sombría Antonia (Darija Auguštan), que se deja llevar por su propio canto a causa de una misteriosa enfermedad. El australiano Neville Tranter ha creado muñecos articulados, de boca plegable, como alter egos de los personajes, incluido el criado Frantz (Andrés Sulbarán), que, según sus propia declaraciones, no sabe cantar pero sí bailar maravillosamente.

El director y gran titiritero australiano crea un contraste conmovedor. Las marionetas son movidas por los cantantes (acompañados por un extra); un doble reto para los intérpretes, magistralmente realizado. Tranter consigue cautivar al público en pocos instantes con una estética poco habitual en el escenario de la ópera; las marionetas parecen más humanas, más vulnerables, que los propios seres humanos.

Encantadora

Solo Antonia y Hoffmann están en escena sin las marionetas como personas: son los que al final fracasan. Darija Auguštan deleita con su lirismo y la expresividad de su canto, que alterna entre la dulzura y la desesperación. Su encantadora interpretación de la cantante dividida entre el amor, el arte y la razón conmueve al público de tal forma, que este necesita el siguiente intermedio para respirar hondo.

Después de que la pobre Antonia ha cantado hasta morir, aparece una Venecia sombría coreografiada por Nanine Linning, que se permite prescindir del Puente de los Suspiros, la Plaza de San Marcos y las góndolas gracias a los sensibles movimientos del conjunto al compás de la celebérrima Barcarola de Jacques Offenbach.

Cortesana

Sarah Federe (Giulietta) y Ovidiu Purcel (Hoffmann) en «Los cuentos de Hoffmann», régie de Nanine Linning, Tobias Ribitzki y Neville John Tranter. © 2025 by Barbara Aumüller.Sarah Federe (Giulietta) y Ovidiu Purcel (Hoffmann) en «Los cuentos de Hoffmann», régie de Nanine Linning, Tobias Ribitzki y Neville John Tranter. © 2025 by Barbara Aumüller.

Como es sabido, Hoffmann conoce allí a la cortesana Giulietta, a la que Sarah Ferede, con un vestido reluciente, presta su aspecto vocal y apariencia exterior en el maravilloso arte de la seducción. La directora y coreógrafa neerlandesa crea el cuarto acto, con ella en el centro, como una obra de arte total compuesta de movimiento, actuación, luz y canto y, junto con el coro (magníficamente conmovedor), crea imágenes de una inundación que arrastra la obra sobre el escenario y a ella misma al final.

El carácter oscuro y amenazador del acto está siempre presente, y Linning consigue traducir el dramatismo de la música en poderosas imágenes: también aquí se realiza de forma fascinante algo extraordinario para el escenario de la ópera. Sarah Ferede tiene la mezzosoprano redonda y pastosa para dar a su personaje el erotismo necesario, pero también la asertividad vocal para sacar de ella la amenaza.

El escenario giratorio, en constante movimiento, y el coro, obligado a coreografiar, distraen un poco la atención de la bella música de Offenbach. En el escenario por lo demás vacío, también aparece de vez en cuando un cubo de espejos, bonito a la vista, aunque su significado no está muy claro. Sin embargo, las sobresalientes interpretaciones vocales del conjunto salvan estos baches.

Tarea ciclópea

Por supuesto, esta ópera tiene que ser llevada por Hoffmann. Ovidiu Purcel tiene aquí una tarea gigantesca que dominar. Impresiona con un tenor bien manejado, que puede ser lírico en los lugares adecuados y tiene la fuerza necesaria para imponerse en otros; las notas altas son precisas, las unas y las otras ocasionalmente un poco demasiado potentes.

Pese a las recurrentes decepciones amorosas y los enormes desafíos de este papel, el tenor se mantiene seguro de sí mismo, incluso apartándose de una Stella que se inclina hacia él al final y tomando un modesto asiento en el pupitre original, como hizo al principio, a la tenue luz de una vela.

Gracias a las maquinaciones de Dapertutto (Bogdan Taloș se convierte en una figura de marioneta endemoniadamente tullida), Hoffman solo puede salvar su pellejo y su reflejo en el último momento. Histriónicamente Purcel hizo justicia con creces al polifacético papel: desde las dudas del artista, su inquietud, su desesperación y sus abiertas exigencias; pasando por los tres actos, hasta la apoteosis, abarcó un inmenso arco de arte dramático. También aquí el público le aplaudió con razón.

El reparto de los papeles, a menudo no tan pequeños es más que bueno. Thorsten Grümbel como Luther (el tabernero) y Crespel (el padre de Antonia), Florian Simson como Nathanaël y Spalanzani, Jake Muffett como reparto de lujo para un Schlémil (amante de Giulietta) y Andrés Sulbarán demuestran el alto nivel del que puede presumir la Deutsche Oper am Rhein.

Coro y orquesta

Como siempre, el impecable coro de esta casa, muy bien preparado por Gerhard Michalski, actuó con una dosis completa de entusiasmo y un sonido exuberante, y los papeles más pequeños también estuvieron muy bien repartidos: la voz de la madre de Antonia (Katarzyna Kuncio) que habla desde el más allá; los estudiantes Hermann (Emanuel Fluck) y Wilhelm (Bohyeon Mun).

Frédéric Chaslin, gran conocedor de la lírica francesa, dirigió a la orquesta Düsseldorfer Symphoniker a un tempo ajustado durante toda la velada, sin oscurecer la dulzura y el romanticismo de la obra. La melancolía romántica de Hoffmann, por ejemplo, se escuchó en los amplios arcos de las cuerdas, la Olympia mecánica sonó con una precisión irónica, las llamaradas dramáticas hechizaron a Antonia y toda la orquesta brilló con colores oscuros y seductores en la Venecia de Giulietta.

Todo un acierto y muy merecidas ovaciones. El público salió encantado de la Ópera de Düsseldorf alabando la producción.

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