La historia no transcurre en Venecia, sino en un "Ristorante di Venezia", que quizá se encuentre en algún lugar de Gelsenkirchen.Como "dato curioso", durante la obertura el sistema de sobretítulos anuncia que en Gelsenkirchen hay incluso más puentes que en la ciudad de la laguna.
Aunque Berlín seguía siendo prácticamente la capital hedonista del mundo en los dorados años '20 "Noticias del día" causó un pequeño escándalo en aquel entonces, lo que pone de manifiesto el cambiante clima político que reinaba ya en ese momento.
Para el final de la ópera Rech decide marchar por otro sendero, fuera del libreto original, algo que desde el punto de vista actual es por demás comprensible.El teniente B.F.Pinkerton no sobrevive a su infamia, para sorpresa del público (y especial regocijo de las damas presentes: “¡lo tiene merecido!“).
La producción de Schmitt del Otello de Rossini es literalmente un redescubrimiento y desempolvamiento que enriquece el repertorio del universo operístico de Alemania.
Cuando las mujeres se transforman en ángeles, los hombres marchan al infierno.La divinizada madona ya no puede regresar a la Tierra y los hombres que la adoran enloquecen.La forza del destino deviene en una cruenta matanza entre el cielo y el infierno.
La ciudadanía de Gelsenkirchen quiere tanto al MIR, su teatro, que saldría decididamente a las calles a protestar y a defenderlo ante un eventual cierre, cosa que no haría por el ayuntamiento de la ciudad.
Mauro Bigonzetti se encargó de Les Noces, que creara en 2002 para el Aterballetto de Reggio Emilia/Italia;mientras que Uri Ivgi y Johan Greben hicieron lo propio con Sacre, coreografía que estrenaron en 2017 con el Ballet Ensemble del Konzert Theater de Berna/Suiza, con la música de Le sacre du printemps.
Los textos de Dvořák, cantados, declamados y recitados, son de un poder narrativo tan intenso que el público atónito, completamente atrapado por la trama, podría muy bien imaginar las diferentes situaciones cerrando los ojos y escuchando las voces junto con la sugestiva y apuntalante música, como la de una banda sonora cinematográfica.
La carrera de Weinberger habría sido probablemente muy otra de no haber subido al poder Adolf Hitler y su régimen genocida antisemita nazi en Alemania en 1933.En un momento en que Arnold Schönberg y Alban Berg buscaban un nuevo lenguaje para el teatro musical, Weinberg no mostraba la menor ambición por adaptarse a los signos de los tiempos y se mantenía fiel a los grandes modelos de Antonín Dvořák y Bedřich Smetana, a los que añadía algunos ásperos sonidos, como los de Leoš Janáček.
Lo que en Bizet no es más que un aspecto entre bastidores, termina por dominar y concienciar políticamente esta velada.La historia de amor entre la casta sacerdotisa hindú Leïla y los dos pescadores de perlas que la idolatran, Nadir y Zurga, trata de desprenderse repetidamente de las imágenes que hacen referencia al sojuzgamiento capitalista.