Vista la lluvia de estrellas, esta versión de 'Don Carlo' se esperaba con gran interés (todas las entradas están agotadas para todas las funciones).Aparte de la decepción escénica, y sin desdeñar en absoluto los excelentes resultados, la perfección estuvo cerca, pero en pocos momentos se alcanzó plenamente.
Tuvimos un vestuario suntuoso, unos decorados fastuosos, luces magníficas y una coreografía convencional pero elegante y nada molesta.Los intérpretes actuaron bien o bastante bien y sobre todo pudieron cantar en paz.
Tras dos ocasiones en las que Las bodas de Fígaro se propusieron al público del Maestranza con la producción del equipo Castro-Frigerio-Squarciapino, en esta, la dirección del teatro ha optado por una alternativa igualmente cuidada, procedente del madrileño Teatro Real.
Uno de los nombres señeros del teatro europeo de las últimas décadas, le gustaban las escenografías espectaculares, pero algunos de sus mejores trabajos han sido para pequeños textos de Goldoni.
Vicky Peña es una Antigua de esas que hacen historia, tal es su espontaneidad y descaro en escena, quien encuentra su perfecto alter ego en el áspero y rudo Chinchorro de Pep Molina, un dúo que encumbra el buen teatro hablado, el del disparate y surrealismo que define a estos dos personajes.
El veterano Mario Gas, uno de los directores escénicos más versados en zarzuela, opta por unos Gavilanes que se definirían como deslocalizados si no fuera por la gran bandera de Francia desplegada al comienzo del segundo acto.
Esta era una ‘reposición’ no anunciada, seguramente debida a la situación creada por el virus y a la necesidad de hacer un homenaje a Strehler con una de sus producciones más celebradas.Es la tercera vez, en unos treinta años, que Keenlyside encarna en La Scala al Conde.
María José Siri tiene una bella voz, de lírica plena, con ribetes de spinto, mórbida, con cuerpo que la soprano maneja con habilidad y técnica.Empezó sonando un tanto ligera y se espesó a medida que se desarrollaba la representación, sobre todo en los dúos en los que mostró gran dramatismo en su declamato cantato.
Dos representaciones no históricas, pero sí buenas, que ya es mucho, y la agradable sensación de que Verdi y sus obras están bien establecidos y durarán mucho más, si antes no nos las arreglamos para cargarnos definitivamente el planeta.
Mario Gas, que mantiene con 'La tabernera' bien anudados lazos sentimentales, no ha optado tanto por el negro, entendido en sentido metafórico y formal, como por una amplia gama de grises y azules que respetan con escrúpulo el original, otorgándole una consistencia tan sólida como vaporosa, tan sensible como intangible, tan realista como evocadora, tan teatral como cinematográfica.