Musicología
“Bajo la forma de un ángel”
David Coifman
La visita de doña Teresa Carreño a España (1866) … y otros nuevos datos biográficos.
Mis investigaciones en los archivos históricos en Caracas me han permitido hallar (no siendo el tema de interés de mis actuales indagaciones) la información sobre la existencia de otro hermano mayor de la eximia pianista venezolana Teresa Carreño (1853-1917), lo que indica que no fueron cuatro sino cinco en total los hijos que formaron el núcleo familiar de los Carreño-García de Sena.
Hasta ahora, las investigaciones y referencias biográficas de la pianista reconocen el crédito al investigador de origen chileno Mario Milanca Guzmán por la información vigente de haber sido tres y no dos los hermanos que tuvo la niña prodigio, cuyos hallazgos del musicólogo fueron por última vez repetidos por Mirla Alcibíades para la biografía del padre titulada Manuel Antonio Carreño, publicada en Caracas, el año 2005, dentro de la colección Biblioteca Biográfica Venezolana, vol. 12, bajo el auspicio del diario El Nacional y el Banco del Caribe:
Pero hay otro hallazgo que nos ofrece este investigador [Mario Milanca Guzmán] en la misma oportunidad: los esposos tuvieron cuatro hijos. Es importante la precisión porque hasta ese momento se creía que sólo habían sido tres los descendientes de la pareja Carreño-García de Sena. Los pequeños fueron naciendo en el siguiente orden: María Emilia Gertrudis de Jesús (17 de mayo de 1841); María Teresa Gertrudis de Jesús (27 de agosto de 1842); María Teresa Gertrudis de Jesús (22 de diciembre de 1853); y Manuel Antonio Alejo Ramón del Carmen (3 de febrero de 1856). La segunda hija morirá a los tres años y, por decisión de los padres, el mismo nombre de la desaparecida se le asignará, más tarde, a la que sería consagrada por la música como venezolana de todos los tiempos (Alcibíades: Manuel Antonio Carreño: p. 20).
La información es repetida por la ensayista Violeta Rojo, para la biografía intitulada Teresa Carreño de la misma colección, vol. 17, publicada también en 2005, bajo los siguientes términos:
[Teresa Carreño] Tuvo tres hermanos. María Emilia Gertrudis de Jesús, nacida en 1841 y con la que tuvo muy poco trato por la diferencia de edad. En 1842 nació una niña, a la que llamaron María Teresa Gertrudis de Jesús, que murió tres años después. Siguiendo una costumbre usual y muy arraigada de aquellos años, le pusieron a la siguiente niña, nuestra biografiada, el nombre de la fallecida. Luego nació, en 1856, Manuel Antonio Alejo Ramón del Carmen, su hermanito menor, con el que compartió los juegos de infancia, la vida en el exterior y que luego fue su agente (Rojo: Teresa Carreño, pp. 15-16).
El “nuevo” hermano de Teresa Carreño
No se han publicado hasta el presente nuevos datos ni estudios biográficos de relevancia sobre la vida de Teresa Carreño. Pues bien, antes de nacer la pianista, sus progenitores tuvieron que sufrir la muerte de otro hijo, a quien le dieron el nombre del padre, “Manuel Antonio”, y fue sepultado en el cementerio de la parroquia catedralicia de Caracas, el 6 de diciembre de 1851, como se recoge en el Libro de entierros, No. 36, de la Parroquia Catedral de Caracas, años 1851-1856, entre los folios 31 y 31v (Véase fotografías 1 y 2).
(Foto.1) Archivo de la Parroquia Catedral (Caracas), Libro de entierros, No. 36, años 1851-1856, fol. 31.
(Foto 2) Archivo de la Parroquia Catedral (Caracas), Libro de entierros, No. 36, años 1851-1856, fol. 31v.
Es probable que el niño muriera al poco tiempo de nacer (o inclusive el mismo día de nacer), ya que no se preserva información de haber sido bautizado, quedando por lo pronto para la posteridad la información de haber nacido circa 6 de diciembre de 1851. Por lo tanto, y para ser completamente precisos, la familia Carreño-García de Sena tuvo, en realidad, y que sepamos hasta ahora con certeza, cinco hijos, dos de los cuales murieron antes de nacer Teresa Carreño, y cuya cronología conocida hasta ahora de hijos de Manuel Antonio Carreño, quedaría por lo tanto expresada, completa, de la siguiente manera:
María Emilia Gertrudis de Jesús (17 de mayo de 1841); María Teresa Gertrudis de Jesús (27 de agosto de 1842); Manuel Antonio (ca. 6 de diciembre de 1851); María Teresa Gertrudis de Jesús (22 de diciembre de 1853); y Manuel Antonio Alejo Ramón del Carmen (3 de febrero de 1856).
La biografía inédita
Una de las informaciones biográficas sobre la vida del músico de origen húngaro Ernst von Dohnányi (1877-1960), repetida por todos los “especialistas”, es haber realizado su debut en Berlín como concertista y compositor, en el año 1897, después de recibir lecciones de piano y composición con el afamado músico alemán Eugene d’Álbert. Como se sabe, d’Albert fue el tercer esposo de la pianista venezolana Teresa Carreño (1853-1917), y durante los cinco años que estuvieron casados, entre 1892 y 1897, tuvieron dos hijas. Por este motivo, el matrimonio d’Albert-Carreño estableció una necesaria (y lógica) norma profesional: Carreño se quedaría la mayor parte del tiempo en el hogar, al cuidado de sus cuatro hijos (junto con los dos de su anterior matrimonio con el cantante Arturo Tragliapietra), mientras daba clases de piano y composición, al tiempo en que d’Álbert se dedicaba a la preparación y realización de los recitales y giras de concierto por Europa. Se trataba además de una astuta distribución de los ingresos económicos, dado que la presencia obligada en el hogar de Carreño garantizaba la estabilidad de las clases a los estudiantes. También era una justificación consensuada de los esposos para mantenerse separados el mayor tiempo posible debido a los álgidos enfrentamientos verbales que se suscitaban por el choque de temperamentos de ambos artistas. Tácito acuerdo inferido de las cartas escritas por d’Albert a su “Teresita”, como dulcemente la llamaba, mientras llevaba a cabo las giras de concierto por Europa. De hecho, la cronología epistolar, principal referencia documental sobre la vida y relación matrimonial de la familia d'Albert-Carreño, no deja espacio a la duda de haber recaído en Carreño, y no en su esposo, la mayor parte del trabajo rutinario en las enseñanzas de piano y composición que el matrimonio ofrecía a sus alumnos en Berlín, al menos hasta 1897. Evidencias tangibles que inclinan la balanza a favor de haber sido Ernst von Dohnányi uno de los más aventajados alumnos de Teresa Carreño.
No sabemos el trasfondo por el cual se desconocen los nombres de los alumnos de piano y de composición que habría debido tener Teresa Carreño en Europa, principalmente en Alemania. Una posible razón es no haber contado con alumnos suficientemente aventajados para realizar los eventos públicos a través de los cuales los críticos pudieran dar cuenta en sus reseñas escritas, para la posteridad, de esta relación educativa. Sin embargo, el ejemplo de quienes sí lograron reconocimiento público como Ernst von Dohnányi permite pensar también que la mayoría, estudiantes varones, habría preferido divulgar el prestigio obtenido de una educación musical de tradición “masculina”, en correspondencia nunca casual con los nombres más famosos de la época, como en la prestigiosa (y autorizada) herencia pianística “Liszt-d’Albert” que difundió, muy oportunamente de sí mismo, Dohnányi. Si bien no parece preservarse referencias documentales para justificar los debates musicológicos que permitan esclarecer los estudios musicales que habría recibido Dohnányi de Teresa Carreño (ni tampoco de d’Albert más que la palabra que tenemos de este músico), es sospechoso que sólo el pianista y compositor americano Edward McDowell haya sido el único músico hombre en su época en dar cuenta en vida de haber recibido no sólo importantes consejos sino también directa educación musical de la Carreño, y por extensión de una mujer, en el siglo diecinueve. En todo caso, la escasa información conocida de la evidente relación educativa entre Dohnányi y Carreño en Alemania es sólo un ejemplo de la discriminación que debió superar la pianista latinoamericana para que la crítica internacional (escrita principalmente por hombres sobre aplaudidas tradiciones y expectativas musicales europeas “masculinas”) dejara asentada su indiscutible admiración a la artista a pesar del “hándicap” profesional, aludido también por algunos críticos, de ser mujer.
De mujer a artista
Desde que Marta Milinowsky publicara en inglés la biografía Teresa Carreño: By the grace of God (1940), la más extensa y exhaustiva (si bien incompleta) escrita hasta ahora sobre la pianista venezolana, varios han sido los esfuerzos realizados por desentrañar de los archivos históricos y bibliotecas la verdadera dimensión universal de su vida y su trayectoria artística. Información principalmente reguardada, para la posteridad, en las reseñas de sus conciertos ofrecidos en los principales escenarios de los países donde vivió, como Venezuela, Cuba, Estados Unidos, Francia, Alemania, Rusia y hasta Australia, cifradas en los cinco idiomas que dominó: español, inglés, francés, italiano y alemán. Con todo, aumentar el conocimiento sobre la vida de la artista no constituye, en esencia, la vía para comprender la importancia histórica de su arte. Que Teresa Carreño haya sido reconocida internacionalmente por su magnífica interpretación de las más exigentes obras del repertorio pianístico, al extremo que importantes directores como Hans von Bülow (1830-1894) la consideraban, sin condición de género, uno de los pocos pianistas de su época que satisfacían las expectativas generales sobre la manera como debía interpretarse la obra del compositor alemán Ludwig van Beethoven (1770-1827), es suficiente justificación para indagar en los periódicos de la época el alcance cultural y artístico de este reconocimiento. Después de todo, se trata del primer y más importante antecedente de una larga lista de pianistas latinoamericanos que, posteriormente, han alcanzado igual aclamación por parte del público europeo.
La vida de la pianista venezolana merece, por todo lo dicho, dedicarle no sólo una sino “muchas” biografías. Sin embargo, sería por lo pronto más útil dejar a un lado la siempre interesante pero anecdótica vida de la artista para pasar al aún inédito estudio sobre la verdadera contribución de Carreño a la historia de la música occidental. Una primera observación sobre este requerimiento es considerar que ambos caminos son inseparables al convenir que no se puede escribir sobre una importante obra artística sin conocerse la biografía del artista (y por ende quizá sobre una interesante vida, como en este caso). Pero ha sido el modo casi “artístico” de contar la vida de Carreño, antes que sobre su obra artística (que no se limita a sólo sus conciertos y composiciones) lo que sigue cautivando el mayor interés de los estudiosos actuales (todavía sin contar con autorizado especialista). Tampoco se puede deslindar de su biografía el hecho de haber sido, además, una pianista que vivió en un período histórico durante el cual los derechos sociales de las mujeres estaban definidos (y por lo mismo restringidos) por los hombres. Al fin y al cabo, muchas mujeres creyeron (para tristeza de la mayoría) que emular el “espíritu libre” de la pianista, vívida expresión de los ideales igualitarios femeninos, las ayudaría a conseguir también igual reconocimiento social y hasta artístico. Pero justificar o aumentar la trascendencia biográfica de Carreño sobre la información demasiado enfática expuesta por sus biógrafos de haber sido, además, incondicional hija, abnegada esposa, preocupada madre y mal reputada divorciada, presupone hoy día el empeño de utilizarla como imagen predilecta de las corrientes “feministas” de la historiografía musical. Ejemplo de ello es el esbozo biográfico que sobre la “genialidad” de la artista realizó la citada ensayista Viola Rojo al inicio de su libro sobre la pianista, en los siguientes términos:
Todo lo hizo de una manera superlativa: era un genio, mantuvo a su familia desde los nueve años de edad, fue una destacadísima pianista, famosa y reconocida por sus pares y por el público, se casó cuatro veces, tuvo siete hijos, de los que sobrevivieron cinco, vivió en muchos países, dominó varios idiomas. No sólo fue una de las pocas intérpretes de piano de su época, sino también una de las escasas compositoras y la primera mujer que dirigió una orquesta en nuestro país. Además, era una mujer muy culta, que sabía de música, literatura y pintura; publicó varias de sus composiciones y un libro sobre técnica de interpretación pianística. Fue una reconocida docente y recorrió el mundo dando conciertos en Europa, toda América del Norte y parte del Sur y llegando hasta Australia, Nueva Zelanda y Sudáfrica (Rojo: Teresa Carreño: pp. 11-12).
Esta exacta descripción de la pianista es justificación indiscutible para repetir la enorme admiración que le profesamos actualmente, y no sólo como artista, sino por parecernos que superó los límites de una vida “normal” exigida a cualquier ser humano de su época. Excesos que en efecto formaron parte de las razones “médicas” de su defunción. Sin embargo, nadie en vida de la pianista consideró necesario sumar tantos atributos para considerarla (y por lo tanto reconocerla) como artista e incluso como un “genio” de la música. Con apenas ocho años de edad, el reconocido pianista americano Louis Moreau Gotsschalk (1829-1869) aplaudió sus cualidades y la presentó ante el exigente público de Boston y de Nueva York. Sin embargo, Gotsschalk admiraba todo cuanto provenía de América del Sur, y la fascinación por la pequeña niña, originaria de un territorio bastante desconocido como Venezuela, habría sido suficiente excusa para considerarla digna de ser escuchada por el “gran” público americano. Debemos por esta razón al principal detractor del pianista de New Orleans, el importante crítico de arte de Nueva York, John Sullivan Dwight (1813-1893), la credibilidad de haber sido el arte pianístico de Teresa Carreño, y no su imagen exótica, razón suficiente para admirarla, incluso más allá del hecho de ser una niña prodigio. Con todo, Dwight era conocido por su incondicional preferencia por la técnica pianística alemana caracterizada por la claridad y limpieza de toque, que Carreño poseía y aprendió en Caracas bajo la enseñanza de un profesor alemán cuando contaba los escasos cinco a seis años de edad. La “genialidad” atribuida por Sullivan a Teresa Carreño se supeditaría por lo tanto a una confluencia de universos musicales hasta entonces insospechadas para el crítico de Nueva York, basada en la diáfana técnica alemana al servicio de la música “sureña” en manos de una exótica niña latinoamericana de “aspecto española”, como la describió en sus reseñas de conciertos.
La admiración de la crítica internacional por la Carreño se mantuvo durante toda su vida, sin la necesidad de recordar, para justificar o aumentar dicha admiración, que además era madre de siete hijos, esposa abnegada y recurrente divorciada. ¿Por qué entonces hacerlo nosotros hoy día? Teresa Carreño fue “un” artista, y no a pesar de su condición de mujer, sino indiferentemente de sus turbulentas relaciones familiares y sociales. Me pregunto entonces ¿Podemos o debemos explicar su arte desligándola de su esperada condición social como mujer? Creemos sin duda que no. Pero ahondar en las desventajas sociales que Carreño debió superar para dedicarse al mundo del piano dominado por hombres ha fomentado mayor interés por su conducta titánica que por su contribución a la historia del piano en particular, y a la música occidental en general.
Reivindicar hoy día a la artista junto con su condición de mujer implica sostener con acierto la admiración que se le profesa por haber satisfecho dos roles sociales paralelos, sobre grados de reconocimiento público distintos (y distantes). Quienes aplaudieron sin embargo con efusión a Teresa Carreño, mujeres y hombres por igual en su época, reconocieron que la pianista se había alojado de manera satisfactoria en el universo masculino de las expectativas artísticas, donde la mayoría (si no la totalidad) de los críticos que las prescribían eran hombres. Valorando además, del orden “femenino” de sus presentaciones, y como atributo anexo a sus indiscutibles dotes como artista, su belleza física junto con su adecuada escogencia de los hermosos trajes y de los peinados para los conciertos. Ética profesional con la que los críticos demostraban sus buenos modales para dejar claro, con estas galanterías, que junto con la admiración que mostraban por la artista había también el reconocimiento social por la mujer a quien se podía (y sin duda debía) admirar, en este caso, por su belleza. Desde esta perspectiva, Carreño habría colocado muy alto el listón para las presentaciones públicas de todos los pianistas de su época ya que, a diferencia de la hermosa venezolana, la mayoría sólo podía (y debía) despertar la admiración de sus públicos y de la crítica especializada por sus cualidades musicales.
La recepción de la “señorita Carreño” en España (1866)
Un ejemplo del vasto mundo aún inexplorado sobre la trayectoria pianística de Teresa Carreño se recoge en la estela de reseñas, críticas y comentarios sociales de sus conciertos que dejó durante su fugaz pero apretada visita a Madrid los últimos dos meses del año 1866, donde además celebró, el 22 de diciembre, los 13 años de edad. Por la brevedad de la visita, Martha Milinowsky fue igualmente fugaz en los comentarios que incluyó sobre ella en su libro (escasamente una página). La cronología de los eventos constituye un ejemplo idóneo (e inédito) de la manera comercial como fue manejado el talento musical de la artista por casi todos los hombres de su vida, comenzando por su padre, Manuel Antonio Carreño. Por tratarse de un proceso comercial utilizado de manera reiterada a lo largo de toda su carrera profesional, he definido cada una de las etapas sugeridas de acuerdo con los segmentos cronológicos implícitos en la respuesta social que generaban sus conciertos: 1.expectación, 2.constatación y 3.consumación.
Llamo “expectación” a la parte de los preparativos publicitarios realizados a propósito de la pronta visita a alguna ciudad del “fenómeno musical” llamado Teresa Carreño, como de ello dan cuenta también las reseñas y comentarios sociales sobre su prometida visita a Madrid por los principales rotativos españoles, en 1866. Para este propósito, se incluyen comentarios de reconocidos críticos sobre el impacto musical y social que había dejado Carreño durante sus presentaciones públicas americanas y europeas hasta la fecha. Las reseñas recogen de esta manera una doble finalidad comercial al promover, por un lado, la curiosidad pública y, por el otro, al reducir el escepticismo que pudiera existir sobre la visita de “otro” niño prodigio. El primer antecedente conocido de este proceso en España fue recogido por el periódico madrileño La Epoca, del 20 de junio de 1866, bajo el apartado “Crónicas parisiense”, publicidad con probabilidad pagada por su padre.
Una nueva constelación, bella como la estrella de la mañana, ha aparecido en el horizonte artístico, oscureciendo, á pesar de su extremada juventud, á los astros que más brillan en el mundo musical.
La bella niña Teresa Carreño, natural de Caracas, de 12 años de edad, se ha presentado en Paris acompañada de sus padres, después de haberse hecho admirar en la Habana y en los Estados Unidos, y de haber entusiasmado por precoz y sólido talento, al célebre Gottschalk, y á otros artistas y escritores de ambos países.
La hermosa niña ha tocado varias piezas de su composición al piano en presencia de Litz [sic] y de Rossini, y el gran maestro y el célebre pianista han quedado admirados de la ejecución, limpieza, gusto e inteligencia de este portento americano.
Anoche tuve el gusto de oírla en un concierto dado en la Sala Erard y como después de pasar aquí algunos días piensa trasladarse a España, omito describir el efecto que produjo en el auditorio, para que no crean exagerada mi opinión.
No sé dónde fecharé mi próxima carta, pues la dirección de mi viaje depende de la paz o de la guerra. (Acteón)
Es, sin embargo, la revista cultural El Arte, del domingo 18 de noviembre de 1866, bajo el apartado “Variedades”, la que da cuenta por primera vez de la presencia en Madrid de la niña prodigio, en alusión a un concierto privado ofrecido a un reducido pero selecto grupo de críticos de la ciudad. El comentario final del artículo, una vez más, fomenta las expectativas sobre el evento al expresar la imposibilidad de abarcar con palabras el espectáculo artístico presenciado: “La señorita Carreño piensa dar algunos conciertos; cuando el público la oiga nos acusará, estamos seguros, de haber sido excesivamente parcos en nuestras alabanzas”. Y con idéntico interés, la revista El Artista, en su edición del jueves 22 de noviembre, escribe: “Ha llegado a Madrid la señorita Teresa Carreño, joven americana [sic], verdadera maravilla musical que, a pesar de no contar más que 13 años de edad se la puede colocar entre las más distinguidas profesoras de piano. / Será fácil que dé algunos conciertos en algún teatro de la corte”. No es la verificación posterior del concierto en un teatro de la corte, sino el programa utilizado el que nos permite suponer que este comentario final perseguía generar angustia social sobre la posibilidad (en mi opinión siempre satisfecha) de que se verificara finalmente el prometido evento público, ofrecido como “improvisado” dada la “demanda” social instigada por la publicidad sobre la genialidad de la niña. En este sentido, el último abreboca fue la publicación, en dos amplias páginas, de la biografía de la pianista escrita sin duda por su padre, pero firmada por el señor Manuel Rovira d’Albert, el domingo 25 de noviembre, en el periódico La Época, titulado (con la patente comercial que estaba generando, sin otros calificativos, su solo nombre) “Teresa Carreño”. La siguiente expectativa social fundada sobre la posibilidad de que la excepcional pianista estuviera visitando Madrid sólo para complacer a un selecto grupo de críticos y músicos en conciertos privados ofrecidos en las casas de los acaudalados se verificaría en la revista La España Musical, de Barcelona, en edición del jueves 29 de noviembre, bajo el siguiente comentario:
Anoche en los concurridos salones de nuestro amigo el Sr. D. Eugenio de Ochoa [literato y consejero de Estado], se exhibió por vez primera en la sociedad de Madrid una verdadera maravilla musical, una niña de 13 años, de ideal belleza, la señorita D.a Teresa Carreño, que a pesar de su tierna edad, puede figurar entre las primeras pianistas de Europa.
El último concierto completamente privado se ofreció el viernes 7 de diciembre, en el Real Conservatorio de Madrid. La crítica del evento fue recogida por la Revista de Bellas Artes, de Madrid, del domingo 9 de diciembre, entre cuyos comentarios cabe destacar los siguientes:
Las descripciones que de las dotes de Teresa habíamos leído, están por debajo de la realidad. Teresa Carreño es un portento. […] ¿Dónde ha aprendido Teresa? ¿Cuándo ha estudiado? No se sabe. No ha tenido tiempo aún para estudiar ¡Gottschalk le ha dado seis u ocho ligeras lecciones, Liszt la ha aplaudido, Rossini la ha admirado! Teresa lo trae todo de la naturaleza.
Finalmente, la revista madrileña intitulada La Violeta: Revista Hispano-Americana, en la edición del sábado 8 de diciembre, anuncia que Teresa Carreño ofrecerá un concierto semi-privado en el Real Conservatorio de Madrid, el viernes 14 de diciembre y para el cual, escribe el cronista: “…se ha dado cita nuestras notabilidades filarmónicas, deseosas de conocer este prodigio que, bajo la forma de un ángel, ha llegado a nuestra corte. / Las notables composiciones de Teresa Carreño se hallan de venta en los almacenes de Romero, Salazar y Martín, y su retrato en la librería de San Martín”.
La metáfora del ángel (sugerida inclusive por la fotografía ofrecida la venta de Teresa, vestida de largo traje de color negro con un enorme crucifijo colgado al cuello, como si de una santa o monja se tratara) nos parece el colofón comercial idóneo para cerrar el mes de expectativas publicitarias creadas sobre la presencia en Madrid, “como caída del cielo”, de una niña prodigio que prometía trasmitir al público en general un éxtasis musical sólo comparable, quizá, con el numinoso ofrecido por la virginal niña en la foto. Oferta comercial que se completaba con la posibilidad de adquirir algunas de las piezas para piano compuestas por la pianista de 13 años de edad, verificándose de antemano que el fenómeno musical, tanto por su genio artístico como por su imagen angelical, estaba por materializarse en los escenarios madrileños.
En efecto, el sábado 15 de diciembre, tanto El Diario Español como La Época anuncian “el gran concierto de la señorita Teresa Carreño” abierto al público en general a realizarse en el Teatro Real de Madrid, el lunes 17 de diciembre, basado en el siguiente programa:
Primera Parte
1º Sinfonía de la ópera Cenerentola, por la orquesta de este teatro y dirigida por el maestro D. Vicente Bonetti.
2º Fantasía sobre motivos de ópera Lucia di Lammermoor, de Donisetti (por Liszt), por la señorita Teresa Carreño.
3º Fantasía para arpa, de la ópera Rigoletto, de Verdi (A. Bosio) por la señorita Isabel Espeso.
4º Adios á la Alhambra, cantiga morisca compuesta y ejecutada por el Sr. Monasterio.
5º Fantasía sobre motivos de la ópera Gli Ugonotti, de Meyerbeer (por Thalberg), por la señorita Teresa Carreño.
Segunda Parte
1º Gran sinfonía de Oberon, (Weber), por la orquesta.
2º Balada, compuesta y ejecutada por la señorita Teresa Carreño.
3º Duo para clarinete y fagot, (Le Roi et Jancourt), por los señores Romero y Melliez.
4º Fantasía sobre motivos de ópera Guillermo Tell, de Rossini, (Beriot y Osborne), por la señorita Carreño y el Sr. Monasterio.
5º Grandes variaciones de la ópera I Puritani, de Bellini, (por Hertz), por la señorita Teresa Carreño”
Al día siguiente del evento, martes 18 de diciembre, El Diario Español, en su apartado “Crónica General”, recoge la importante recepción social y artística que manifestó el público madrileño hacia la niña prodigio, como lo había prometido la prensa durante casi un mes. Se iniciaba pues de esta manera la etapa de “constatación” del genio pianístico.
Anoche según estaba anunciado, se verificó en el regio coliseo el concierto a beneficio de la señorita Teresa Carreño, la que además de lo que había ofrecido en el programa, tocó un precioso vals, composición suya, unas variaciones de nuestra Jota Aragonesa, y el Jaleo de Jerez, todo de una manera admirable y con tal modestia y elegancia en sus maneras, que la encantadora niña arrancó entusiastas y justísimos aplausos, pero muy especialmente en la fantasía con el señor Monasterio, el que, como siempre estuvo a la altura de su gran reputación y a quien cada día se le encuentra con mayor mérito.
Del dúo tocado por los señores Romero y Mellier, como de las dos sinfonías ejecutadas por la orquesta, diremos asimismo, que merecieron unánime aplauso y que la señorita Espeso, digna discípula de la Sra. Roalde, se hizo oír con sumo gusto y fue también llamada y aplaudida y por fin, el Sr. Inzenga acompañó al piano con la maestría que le es característica.
La señorita Carreño recibió una corona y flores, que nos parecieron pocas, para las que merecía.
No había sin duda tiempo para festejar la recepción pública de este primer concierto, por cuanto su padre ya la habría comprometido a participar, el siguiente viernes, 21 de diciembre (día anterior a su cumpleaños), en un concierto “filantrópico” para “las clases menos privilegiadas”, como lo anunció El Diario Español (“Crónica General”, pp. 1-2.), el martes 18 de diciembre:
El viernes próximo [21 de diciembre] a las ocho y media de la noche, tendrá lugar en los salones de la sociedad “El Fomento de las Artes” un notable concierto instrumental, en el cual tomará parte la eminente artista señorita doña Teresa Carreño, a la que el público de Madrid acaba de tributar numerosos y merecidos aplausos en el Teatro Real y en los salones del Conservatorio. Atendido el objeto filantrópico de la sociedad, cual es de propagar la instrucción entre las clases menos privilegiadas, la señorita Carreño se ha prestado gustosa a tomar parte a una simple invitación tanto al obsequio del asunto que lo motiva, cuanto por dejar este recuerdo de la única asociación que esta clase existe en Madrid.
El programa del concierto ofrecido para el viernes 21 de diciembre era el siguiente:
Primera Parte
1º Solo de oboe, de Verroust, desempeñado por el señor Aguilar, profesor del teatro Real.
2º Fantasía de arpa, adagio final del acto segundo del Poliutto, por la señorita doña Encarnación Medina, profesora del teatro Real y primer premio del Conservatorio.
3º El inspirado poeta don José Zorrilla leyó dos de sus composiciones.
4º Fantasía sobre motivos de Moises, de Thalberg, desempeñada por la señorita Carreño.
Segunda parte
1º Fantasía de cornetín por don Estanislao Niccari, profesor del teatro Real.
2º El señor don José Zorrilla, leyó algunas otras composiciones.
3º Fantasía sobre motivos de Lucía de Lamermoor, de Pruden, por la pianista señorita Carreño.
4º La misma señorita tocó un vals de su composición; a continuación el Jaleo de Jerez, y por último una preciosa habanera acompañada de la señorita Bengoechea.
Debemos sin embargo a la revista Almanaque musical y de teatros de 1868 (p. 26), publicación de carácter general que compila los eventos teatrales significativos realizados en España en los años inmediatos a su publicación, conocer que Teresa Carreño había además tocado el piano el día anterior, jueves 20 de diciembre, durante los intermedios de la ópera Capuletti e Montechi que se presentaba en Madrid a la fecha.
El sábado 22 de diciembre, día del cumpleaños de Teresa Carreño, el rotativo madrileño El Diario Español (p. 2), publicó la respuesta social del concierto ofrecido la noche anterior:
El concierto dispuesto para anoche por la sociedad “El Fomento de las Artes” fue una verdadera sorpresa para el escogido y bastante público que asistió. Pocas reuniones se suelen disfrutar tan completamente agradables, pues tanto por el mérito de los artistas, señorita Carreño, Medina y Bengoechea, y Sres. Aguilar y Niccari, como por las piezas que ejecutaron, y las muchas y bellas poesías del Sr. Zorrilla, la concurrencia se mostró entusiastamente complacida. La sociedad es digna de los más sinceros elogios.
Para el mismo día, el crítico Vicente Cuenca recoge en la revista El Artista (Año 1, No. 27, Madrid, pp. 3-5) sus comentarios sobre el concierto ofrecido el lunes 17 pasado, dando inicio con sus reflexiones al período que he definido como “constatación”:
Ahora bien, si del programa pasamos a la ejecución de este, y de este a la protagonista, y nos preguntamos ¿es la señorita Carreño una pianista tan eminente como nos cuenta la fama de que viene precedida? La contestación sería sin vacilar, que sí.
Y el domingo 23 de diciembre, el crítico Luis Carrera resume sus impresiones, en El museo universal (Año X, no. 51, Madrid, p. 5), con los siguientes términos:
Pálidos parecerían los elogios que aquí hiciéramos de la señorita Carreño, en comparación de los que la ha tributado la prensa toda del nuevo y del antiguo continente. Consignaremos, pues, en una sola frase la impresión que el genio de esa célebre criatura ha producido en nosotros: á nuestro juicio, la señorita Carreño, atendida su edad, no tiene hoy rival en el piano.
Otro crítico, identificado como J. Mesa y Leompart, publica, el domingo 23 de diciembre, bajo el título “Concierto instrumental, a beneficio de la pianista Teresa Carreño”, Revista de bellas artes (no. 12, p. 4), del lunes 17 de diciembre, el siguiente comentario:
En medio de los aplausos, algunas personas pidieron a la simpática artista la ejecución de un vals ya conocido de los que asistieron al anterior concierto, á lo que ella se prestó graciosa y amable, como siempre; electrizando a la concurrencia con un torbellino de notas, á cual mas brava, á cual más rápida, a cual más arrebatadora”. Y concluye: “Las grandes variaciones de I Puritani, con que terminó la fiesta, puso el sello a la reputación artística de Teresa Carreño. La eminente pianista, superando dificultades inmensas en que tantos otros se han estrellado, y entre las que debemos contar como una de las principales las malas condiciones acústicas del local para las opacas voces de un piano; a pesar de tamañas dificultades, repetimos, ha conseguido un triunfo tan justo como glorioso, y que le asegura para siempre el imperio de la escena española.
El lunes, 24 de diciembre, la revista La Violeta (“Revista de Madrid”, p. 12) resume las impresiones del público y los críticos de los conciertos ofrecidos por Teresa Carreño, el lunes 17 y viernes 21 de diciembre, de esta manera:
Si la señorita Carreño no fuera tan gran pianista, bastábale [sic] con ser la creadora de la balada y el vals, que una y otra vez le hizo repetir el entusiasmo público, para ser considerada por artista de primer orden”. […] La sociedad, que es digna de los más sinceros elogios, regaló á la artista venezolana señorita Carreño una medalla de oro con un lazo verde. La medalla lleva por un lado un grupo de atributos artísticos y el título de la sociedad, y por el reverso la dedicatoria con el nombre de esta eminente artista.
Y con la certeza de la despedida de Teresa Carreño de Madrid, el periódico La Época (Año XVIII, núm. 5,827, Madrid, p. 3) publica, el miércoles 26 de diciembre, el siguiente comentario:
La señorita Carreño lleva gratísimos recuerdos de nuestra patria, y no debe dudar de que todos, y nosotros los primeros, nos interesamos vivamente en su porvenir artístico.
Asimismo, el crítico Narciso Martínez publica, en el periódico La Escena (Año segundo, No. 11, Madrid, p. 7), del sábado 29 de diciembre de 1866 (y repetido el jueves 3 de enero de 1867, en La España musical, No. 50, Barcelona, p. 4), la gratitud ofrecida por Teresa Carreño a la recepción general que tuvo en Madrid, con los siguientes gestos:
La célebre pianista señorita Teresa Carreño ha tenido la galantería de hacer un obsequio a la orquesta del teatro Real por la importante cooperación que le prestó en el concierto verificado allí últimamente. Al mismo tiempo ha dirigido una carta, en la que califica aquella corporación como la primera de Europa. A su vez, los profesores que la componen han correspondido dignamente a la atención de la señorita Carreño y han contestado a su carta, remitiéndola una preciosa joya, que la joven sabrá apreciar como un recuerdo del triunfo que alcanzó en dicho concierto.
Finalmente, la prestigiosa Revista y Gaceta Musical (Año I, No. 8, Madrid, p. 3), del domingo 24 de febrero de 1867, recoge por primera vez la promesa de mantener a los madrileños informados de la carrera profesional de la pianista, y en la cual ya no se la recuerda ni como a una niña, ni como a un prodigio, ni como a una promesa del piano. Contando tan sólo 13 años de edad, Teresa Carreño es recordada en Madrid como una “célebre” artista internacional:
La célebre Teresa Carreño se halla actualmente en París, habiendo ejecutado en estos últimos días la fantasía de Liszt sobre el vals de Fausto, ante la princesa Mathilde, que muestra por la eminente artista una marcada predilección.
Bibliografía esencial
ALCIBÍADES, Mirla. Manuel Antonio Carreño. Colección “Biblioteca Biográfica Venezolana” de El Nacional, vol. 12. Caracas: Editorial Arte, 2005.
CARREÑO, Teresa. “Possibilities of tone color by artistic use of pedal”. Edición facsimilar del hallazgo del documento realizado por David Coifman. Revista Musical de Venezuela, XVIII / 43 (2001), pp. 67-103.
COIFMAN, David. “Recuerdos americanos de Madame Teresa Carreño”. Revista Musical de Venezuela, XVIII / 43 (2001), pp. 41-65.
GUTIÉRREZ, Jesús Eloy. Para conocer a Teresa Carreño. Caracas: Gráficas León, C. A., 2003.
MANN, Brian. “Nuevas apreciaciones sobre el comienzo de la carrera musical de Teresa Carreño: años 1862-74”. Revista Musical de Venezuela, XVIII / 43 (2001), pp. 14-39.
MEISSNER, Inés. Vida, labor y obra de la pianista venezolana María Teresa Carreño. Caracas: Italgráfica, 1989.
MILANCA GUZMÁN, Mario. ¿Quién fue Teresa Carreño? Caracas: Alfadil, 1990.
-------. “Teresa Carreño: cronología y manuscritos”. Revista Musical Chilena, vol. 42 / no. 179 (julio-diciembre, 1988), pp. 90-135.
-------. Teresa Carreño: gira caraqueña y evocación (1885-1887). Caracas: Cuadernos Lagoven, 1987.
MILINOWSKI, Marta. Teresa Carreño. Traducido del inglés del original Teresa Carreño: by the grace of God (1940), por Luisa Elena Monteverde Basalo, con notas de Walter Guido y Mario Milanca. Caracas: Monte Ávila Editores, 1988.
ROJO, Violeta. Teresa Carreño. Colección “Biblioteca Biográfica Venezolana” de El Nacional, vol. 17. Caracas: Editorial Arte, 2005.
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