Discos
Vivaldi per pietà
Raúl González Arévalo
Lanzado a la vez que el recital Arias y cantatas para contralto, grabado consecutivamente durante el invierno de 2018, este disco de Delphine Galou, Ottavio Dantone y la Accademia Bizantina se centra en la otra cara de la moneda de la producción vivaldiana, la música religiosa.
Como explica en su introducción Susan Orlando, directora artística de la Vivaldi Edition, la colección custodiada por la Biblioteca Nacional de Turín no solo es preciosa porque procede de la particular del compositor, sino porque además en numerosas ocasiones es la única fuente para muchas de sus obras, tanto laicas como sacras, vocales o instrumentales. De ahí la necesidad de sacarlas a la luz y darle difusión, preparando ediciones para tocarlas en público, y grabando discos, lo que viene haciendo la discográfica Naïve puntualmente. Este disco constituye el volumen 59 de dicha colección.
La producción de Vivaldi de música religiosa trasciende con mucho los conocidos Stabat Mater, Gloria y Nisi Dominus, grabados del derecho y del revés, con visiones antitéticas y casi irreconciliables, como recordaba el año pasado a propósito del lanzamiento del disco de Decca con las dos últimas. Su menor popularidad no hay que presuponerla por una falta de calidad (categoría imposible de aplicar incluso en los trabajos de inspiración más rutinaria). Las dos Introducciones a los Misereres incluidos o la antífona Salve Regina lo desmienten rotundamente con una simple escucha. Si además la versión musical alcanza los niveles sobresalientes de esta, ya está todo dicho. La menor oferta en este caso concreto finalmente hace obligatorio el conocimiento del disco para quienes estén interesados en la obra de Vivaldi, no digamos además para quienes sigan con atención el desarrollo de las carreras musicales de los protagonistas del registro.
Delphine Galou posee un instrumento sencillamente perfecto para la música religiosa, no solo porque responda a las demandas técnicas de cada una de las partes, sino porque su timbre y su temperamento casan muy bien con el espíritu de las obras, a las que dota de un sentido dramático apropiado, sin excesos más oportunos en la ópera, pero buscando insuflar de sentido musical cada palabra, a pesar del texto en latín, de modo que su interpretación no sea plana.
Naturalmente, los partidarios de un acercamiento más británico, con voces blancas y sin vibrato, probablemente abominen del resultado y preferirán versiones como las de Gérard Lesne, cuyo estilo es más plano, basado en una interpretación que juega sobre todo con las dinámicas, limitadas en cualquier caso por el espesor evanescente de un instrumento carente de colores. Como ya decía a propósito del Gloria que citaba más arriba, Vivaldi es un compositor profundamente italiano y mediterráneo en su música, que requiere voces ricas y vibradas, que transmitan vida a su música y no la interpreten como un ejercicio de éxtasis místico-famélico para ascetas académicos que gozan mortificando la carne y renunciando a los placeres de la vida. Porque si algo hizo Vivaldi fue disfrutar de la vida en la medida de sus posibilidades, como resulta evidente en su música y su biografía.
Con este contexto, me resulta más coherente el acercamiento de Ottavio Dantone y la Accademia Bizantina y su entendimiento con Galou que el resultado un tanto esquizofrénico de Diego Fasolis e I Barocchisti acompañando a Franco Fagioli y Julia Lezhneva en el disco de Decca citado. Sin olvidar el carácter religioso de las obra, Dantone busca un acercamiento vivo, variado, más en la línea de lo que ha hecho también Fabio Biondi, pero muy bien diferenciado: contrariamente a este último, en el que es evidente siempre la óptica centrada en la opulencia del sonido, Dantone se muestra más sutil, aligerando las texturas y jugando con las dinámicas para conseguir una atmósfera de recogimiento más cercana al espíritu religioso que preside las obras. Donde más se aleja de esta premisa, lógicamente, es en el concierto en re mayor Para la Santísima Asunción de la Virgen María, que no tiene nada que envidiar a otros conciertos para violín y orquesta. Aquí refulge la calidad de la orquesta y el virtuosismo del violín de Alessandro Tampieri, que suena exquisito en el capriccio previsto.
Cierra el programa y el disco la antífona Regina coeli. Ciertamente la comparación con Marilyn Horne o Ewa Podles en el duelo con las dos trompetas daría la razón a quienes han definido a la francesa, con cierta mala leche, como una “contralto de cámara”. Solo quiero observar que ni la americana ni la polaca frecuentaron la música religiosa en su carrera: el Requiem de Verdi es más operístico que sacro y por eso se adaptaba bien a su vocalidad y su temperamento. En cualquier caso, me parece estéril este tipo de comparaciones y, aunque para gustos los colores, nada impide disfrutar del arte de todas ellas.
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