DVD - Reseñas

La huella de Atila

Raúl González Arévalo
martes, 20 de agosto de 2019
Giuseppe Verdi: Attila, melodrama en un prólogo y tres actos con libreto de Temistocle Solera (1846). Daniele Abbado, dirección escénica. Gianni Carluccio, escenografía, vestuario e iluminación. Daniela Cernigliaro, vestuario. Reparto: Ildebrando D’Arcangelo (Attila), Simone Piazzola (Ezio), Mari José Siri (Odabella), Fabio Sartori (Foresto), Gianluca Floris (Uldino), Antonio Di Matteo (Leone). Coro y Orquesta del Teatro Comunale di Bologna. Michele Mariotti, director. Arnalda Canali, dirección de vídeo. Subtítulos en italiano, inglés, alemán, francés, coreano y japonés. Formato vídeo: 1:9. Formato audio: PCM Stereo. Un DVD de 116 minutos de duración, Grabado en el Teatro Comunale de Bolonia en febrero de 2018. CMAJOR 748708. Distribuidor en España: Música Directa.
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Entre las llamadas ‘óperas de galera’ de Giuseppe Verdi, después de las iniciáticas Oberto, conte di San Bonifacio y Un giorno di regno, se podría hacer una distinción entre las más populares y logradas, y las de segunda fila. Las primeras estarían encabezadas por Macbeth, seguida de Nabucco, Ernani o I lombardi alla prima crociata. Entre las segundas, títulos menos conseguidos, con momentos sin duda interesantes como Il corsaro, I masnadieri, La battaglia di Legnano, Giovanna d’Arco e I due Foscari. En una categoría aparte está Alzira, de la que renegó incluso el compositor. Todas ellas, pero en especial las segundas, necesitan un reparto y un director capaces de sacar lo mejor de la partitura, de modo que sus méritos parezcan incluso superiores. Afortunadamente, esta es una de esas grabaciones que, si no hacen reconsiderar la valoración de la obra, que es la que es, desde luego sí la hacen plenamente disfrutable y no un ejercicio casi académico de conocimiento de todo el catálogo verdiano.

El mérito va en primer lugar al máximo responsable musical, Michele Mariotti, que después del lanzamiento reciente de I lombardi desde Turín y el anterior con I due Foscari desde la Scala continúa con este Attila desde el teatro del que ha sido director musical. Como ya he tenido ocasión de escribir, Mariotti es el último eslabón de una cadena de grandes directores italianos que han sabido sacar lo mejor del joven Verdi. Su batuta es digna heredera de Gavazzeni, Gardelli, Muti, Abbado o Chailly, con resultados musicales que se defienden solos. A estas alturas está claro que ha tomado el pulso particular a estas obras, siendo capaz de ofrecer un equilibrio prácticamente perfecto entre el ardor patriótico que impregna la música, en particular en los coros y escenas de conjunto, y los momentos más líricos. La Orquesta del Comunale de Bolonia tiene a sus espaldas un brillante currículum y ha trabajado intensamente con su director durante una década. El nivel de excelencia alcanzado se confirma de nuevo en esta última colaboración, con riqueza de colores, dinámicas y matices, de modo que alejan al compositor del ruido en el que otras batutas menos atentas lo confunden. Y en el mismo nivel se sitúa el coro.

El reparto ofrece un elenco de altos vuelos. Empezando por un gran protagonista, un Ildrebando D’Arcangelo cuya voz de bajo cantante tiene todo lo que se puede desear para Attila. Con una interpretación más cercana a la de Ramey que a la de Ghiaurov, por citar dos nombres referenciales del papel, el italiano tiene un grave suficiente pero resulta más impactante en el agudo. Más allá de los indudables méritos vocales, destaca el acento muy cuidado, tan necesario en Verdi, para ahondar en las complejidades de un personaje que es el precedente directo del atormentado Macbeth. Si se une una actuación moderna, dramática, con un total dominio de la escena, nos encontramos con un gran resultado.

Con todo, la verdadera sorpresa la constituye María José Siri, realmente la gran triunfadora de la noche y del reparto. Conocidas sus cuidadas interpretaciones de otros papeles más pesados como Madama Butterfly, la soprano uruguaya da la campanada por su enorme adecuación en uno de esos papeles asesinos del primer Verdi (como Odabella, Giselda o Lady Macbeth) en los que el genio de Busseto pide a su prima donna una voz poderosa con la que imponerse en los números de conjunto, una gran extensión hacia el agudo, agilidades dificilísimas en la primera aria, un centro y un grave consistentes, y capacidad para el lirismo en la segunda aria. Como pocas intérpretes, Siri lo tiene casi todo. Dejando de lado la asombrosa e inigualada grabación de Joan Sutherland de la cavatina “Santo di patria… Allor che i forti corrono” (Decca), de conocimiento obligatorio, la uruguaya impacta con una grandísima presentación por el dominio de la escritura verdiana y la amplitud vocal, con agudos brillantes y seguros y una intención dramática que ahonda en la teatralidad de su papel. Apenas las agilidades son abordadas con prudencia, pero con la necesaria solvencia también. Su versatilidad y su capacidad para matizar se confirman ulteriormente con una conmovedora “Liberamente or piangi… Oh! Nel fuggente nuvolo”, mientras que en el resto de la obra reclama atención en cada intervención. Una prueba mayúscula.

Simone Piazzola es otro elemento absolutamente sólido como Ezio. Su composición es más monolítica, ciertamente porque el personaje tiene un menor desarrollo dramático, pues Verdi ofrece un retrato rocoso del que es difícil salirse. Sin embargo, el barítono sabe aprovechar bien sus ocasiones de lucimiento, dando el justo relieve a la famosa frase “Avrai tu l’universo, resta l’Italia a me”. En definitiva, su creación tiene la fuerza necesaria y el tono adecuado que requiere la partitura.

He dejado para el final al tenor, Fabio Sartori, que parece haber hecho de Foresto una de sus especialidades. El italiano tiene sin duda una voz sobrada para el papel, con un caudal generoso y un agudo seguro. La línea de canto es buena y está cuidada. El inconveniente viene porque la interpretación resulta un tanto genérica, ciertamente mucho más que las de la pareja protagonista, y las intervenciones con la soprano lo evidencian en particular. No se trata de una capacidad de actuación limitada (al margen de la figura), se trata de un fraseo poco incisivo y un acento que no ofrece nada singular más allá de la buena pronunciación. También es cierto que después de Carlo Bergonzi nadie ha podido dotar de mayor profundidad un personaje que, de los cuatro principales, es el más insustancial.
La puesta en escena muestra un escenario asolado por los efectos de la guerra, con elementos contemporáneos –en particular en el vestuario– y al mismo tiempo universales, de modo que no se identifica la acción con un conflicto bélico concreto, pero sí se contextualiza bien el marco dramático de la obra. Sin inducir a la reflexión –no es una denuncia contra los horrores de la guerra– sí busca una complejidad teatral, no tanto por elementos escénicos –muy pocos, en realidad– cuanto por el juego de luces y la dirección de actores, algo de lo que en última instancia sale beneficiada la propia obra.

A la espera del previsible lanzamiento de la última apertura de temporada de la Scala, este DVD se sitúa sin duda a la cabeza de las grabaciones disponibles del título.

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