250 aniversario de Ludwig van Beethoven

Los detectives del caso Beethoven

Juan Carlos Tellechea
miércoles, 13 de mayo de 2020
Ludwig van Beethoven © 1815 by Louis Letronne Ludwig van Beethoven © 1815 by Louis Letronne
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El taller en el que Ludwig van Beethoven (Bonn, 1770-Viena, 1827) componía sus obras estaba frecuentemente al aire libre. Siempre llevaba consigo un cuardenillo de notas en el que apuntaba las ideas ni bien le iban surgiendo en la mente y solo él entendía cabalmente esas anotaciones. De estos libros y hojas se conocen hasta ahora 70 con más de 8.000 páginas que acompañaron al compositor en las cerca de 68 mudanzas de domicilio que realizó en su vida. Esos folios con galimatías y borrones eran una especie de almacén de ilusiones que podrían convertirse o no en realidad en cualquier momento. No había ninguna seguridad de que pudieran ser efectivamente utilizadas algún día.

Uno de los musicólogos que más conoce de estos esbozos es Bernhard R. Appel (Wallersdorf/Baja Baviera, 1950), formado en la Universidad del Sarre, ex director del Archivo de Beethoven en la casa natal del compositor y responsable de la edición completa de sus obras publicada por Henle Verlag de Múnich.

Beethoven, podríamos decir, era algo así como un creador itinerante. Recorría los bosques canturreando con voz ronca hasta que de pronto se le ocurría alguna modulación de mi bemol mayor a do bemol mayor que mereciera ser anotada y conservada en un borrador. El genio de Bonn tenía a menudo varios planes actuales en marcha simultaneamente y algunas visiones de futuro a largo plazo, por lo que necesitaba de un memorando que lo respaldara. Los compositores, por lo general, no tienen secretarias, son hombres-orquesta que dirigen una exigua empresa unipersonal y ese era también Beethoven.

Los cuadernos eran demasiado pequeños como para contener una partitura, pero lo suficientemente grandes como para escribir rápidamente en sus hojas líneas de una melodía, algunos compases rítmicos, secuencias de una armonía, comentarios breves, aún cuando no tuvieran directamente que ver con alguna pieza en gestación. Una idea buena y original podía ser utilizada en cualquier momento. A veces habrían de pasar decenios para que ese rayo inspirador pasara a formar parte de una obra orquestal. Beethoven guardaba todo. No era este el caso de otros grandes compositores que tiraban y destruían mucho material, por ejemplo Johannes Brahms.

Apple fue el fundador del Beethoven-Studienkolleg cuyo objetivo es promover a jóvenes investigadores en el campo de la filología musical e iniciarlos en el arte de descifrar textos autógrafos, descodificar abreviaciones y acrónimos, poner atención en filigranas y marcas de agua o responder a asuntos relacionados con la datación de obras. En fin, el meollo de la labor de un musicólogo.

Appel es asimismo uno de los pioneros de una nueva disciplina en esta área, la genética de textos, que se ocupa no solo de la cuestión de cuándo y cómo se produjo un autógrafo, sino de cómo fueron los procesos de creación, incluso a través de extensos lapsos, mientras elabora nuevas formas digitales para la presentación e intermediación de los resultados de esas investigaciones. El musicólogo es uno de los que más conocen cómo funcionaba, cómo se desempeñaba el compositor.

Beethovens-Werkstatt (El taller de Beethoven) se denomina un proyecto auspiciado por la Academia de Ciencias y Literatura de Mainz que dirige Appel junto con el musicólogo Joachim Veit, profesor de la Universidad de Paderborn.

Las cuestiones que se formulan estos detectives del quehacer beethoveniano están relacionadas con la metodología de trabajo de este genio, y si podía cumplir esa labor al piano. Appel duda de que Beethoven necesitara de ese instrumento para componer cuando su sordera se encontraba ya en una fase muy avanzada. Más bien se imaginaba mentalmente cómo sonaba cada nota y cada conjunto de notas que escribía.

Beethoven aconsejaba a su discípulo, el archiduque Rodolfo de Austria, que colocara una mesa con útiles de escribir y hojas pentagramadas junto al piano. Sea como fuere, lo importante para el compositor era, de todas formas, tener papel a mano, porque padecía de grafomanía, la inclinación irresistible a escribir, de anotarlo todo.

Las súbitas ocurrencias geniales de Beethoven generaban además reacciones en cadena. El compositor tenía varias formas de escribir, algunas muy fugaces, cuya dirección, como mucho, es solo perceptible, pero no claramente comprensible. Después se encuentran en sus folios intentos de escribir nítidamente, pero la escritura sucumbe después, porque cambió de idea. En otros documentos se puede apreciar un alud de anotaciones, porque uno de los cambios reclamaba nuevos cambios y esto llevaba al caos en no pocas oportunidades. Un caos creativo, por supuesto.

Schreibprozesse geben Aufschluss über Beethovens kompositorisches Denken, Handeln und Entscheiden. Quellendokumente und textgenetisch erarbeitete Ergebnisse sollen digital präsentiert werden. Die zu erwartenden Erkenntnisse sind für die Beurteilung der gesamten, sich wesentlich auf Beethoven berufenden Kompositionsgeschichte und Ästhetik des 19. und 20. Jahrhunderts von Bedeutung*, afirman Appel y Veit en la presentación del referido Taller de Beethoven.

Una de las especificidades de Beethoven era de que no podía dejar lo que estaba haciendo, lo que tenía entre manos; sus procedimientos de trabajo eran fluidos. Al investigar sus cuadernos de notas lo primero que salta a la vista es una especialidad suya, la Leitstimme, el motivo temático principal, de varios compases, casi siempre al unísono que representan la superficie melódica, aún cuando las extensiones salten del violonchelo al violín.

De allí surgen esbozos de secuencias que cubren todas las formas moldeadas y moldeables. La voz o el motivo temático principal cuida de que haya un orden jerárquico; va fluyendo a través de un meandro hasta llegar a una función híbrida.

Más allá, también hay esbozos paralelos, experimentos en sonatas que todavía están en su fase primigenia y, en parte, muy lejos de alcanzar su versión final; o no, como es el caso de la Sinfonía número 3 en mi bemol mayor, cuyos esbozos permiten anticipar muchas cosas, mas no su producto final, la Heroica. No todo es realmente valioso lo que se encuentra plasmado en esos cuadernillos. Algunos esquemas son sorprendentemente triviales y asombra que Beethoven los haya anotado.

Además, esa imperiosa necesidad de adoptar siempre una decisión está incesantemente presente en la vida personal y artística de Beethoven. Hacia dónde ir en el curso de una sinfonía, qué variaciones estaban a disposición o cuáles debía inventar el compositor. Por otra parte, su método simplificaba la labor al no tener que esforzarse al mismo tiempo por todo. Había ocasiones especiales, obras encargadas, y canciones populares; marchas militares, música incidental, y para ello tenía que estar en condiciones de reaccionar rápidamente. Para obras de mayor calado y de más prestigio, como las sonatas y las sinfonías, Beethoven precisaba más tiempo, inclusive años de labor.

La escrupulosidad crecía naturalmente a medida que avanzaba su edad. El joven Beethoven podía escribir algunas obras de un tirón; ya de mayor sopesaba todo con mayor detenimiento, tachaba, concebía de nuevo, tachaba otra vez; muchos de sus manuscritos contenían borrones. A veces parece hasta increíble que esas partituras correspondieran a grandes obras maestras, una vez concluídas.

El tan manido proyecto internacional para terminar por computadora la Sinfonía número 10 de Beethoven con algoritmos expresamente entrenados para ello y a partir de los bocetos, borradores y proyectos encontrados hasta ahora, choca contra el escepticismo del musicólogo Bernhard R. Appel.

Esta hipotética sinfonía iba a ser estrenada el 28 de abril pasado en Bonn por la Beethoven Orchester, pero debido a la pandemia de coronavirus que afecta a todo el mundo el espectáculo tuvo que ser aplazado por tiempo indefinido. De todas formas, cabe indicar que una computadora solo escupe un resultado conclusivo a partir de datos estadísticos y valores medios, aún cuando sea alimentada con otras obras.

Un mecanismo electrónico digital de inteligencia artificial no puede ser programado para que sea original, sino para reelaborar lo que tiene a disposición. Al final ofrecerá varias opciones y es en definitiva un ser humano el que deberá elegir cuál de ellas es la más apropiada. El resultado solo puede ser mediocre vaticina el musicólogo.

En síntesis hay tres cuestiones centrales para la crítica de textos beethovenianos. Primero, la reconstrucción del proceso creativo a partir del estudio del material disponible en el grado de proporcionar información sobre la rutina y la organización del trabajo de Beethoven (autógrafos, esquemas, primeras ediciones, modelos aleatorios, copias corregidas, elencos de correcciones, relaciones de contemporáneos y documentos editoriales) y todo lo relacionado al estado de los avances en la investigación.

En segundo término las publicaciones de los cuadernillos de anotaciones del compositor (testimonio privilegiado de este proceso creativo), precedidas de la reconstrucción codigológica y el desciframiento / la transcripción de su contenido, ya sea musical o verbal -ilustrada a partir del ejemplo del denominado cuaderno Scheide, empleado por Beethoven entre 1815 y 1816.

Y, por último, en tercer lugar, los métodos y los objetivos, principalmente sobre la reconstrucción del proceso de escritura y mental a partir de los rastros, hasta ahora reconocibles, que la genética de textos (disciplina nacida del encuentro entre la Skizzenforschung alemana y la crítica genética francesa) se propone seguir y está siguiendo hasta hoy.

Notas

Las sucesivas etapas de composición proporcionan información sobre el proceso creativo de Beethoven, sobre como actuó y decidió. Hubo que digitalizar las fuentes documentales y los textos embrionarios. Los resultados que obtengamos serán relevantes para la comprensión de la historia general de la composición, así como de la estética musical de los siglos XIX y XX, esencialmente basada en Beethoven.

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