España - Andalucía

‘Marina’ modesta pero de extraño éxito

José Amador Morales
martes, 1 de octubre de 2002
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Córdoba (ES), viernes, 20 de septiembre de 2002. Gran Teatro. Emilio Arrieta: Marina. Ópera en tres actos (1871). Libreto de Francisco Camprodón. Producción escénica de la Asociación Lírica Cordobesa. Luis Villarejo, dirección escénica. Helena Gallardo (Marina), Rafael Lledó (Jorge), Carlos Bergasa (Roque), Francisco J. Santiago (Pascual), Manuela Ruiz (Teresa), Juan José Reifs (capitán Alberto), Jesús Reina (Marinero). Ballet del Conservatorio Profesional de Danza de Córdoba. Inmaculada Aguilar, coreografía. Coro de Ópera Cajasur. Alexander Dolgov, director del coro. Orquesta de Córdoba. Antonio Moya Tudela, director musical. Ocupación: 100%.
0,0002319 Regresó Marina tras ocho años desde la última vez que subiera al escenario del Gran Teatro de Córdoba; en aquella ocasión se trataba de la pija producción de Emilio Sagi para el madrileño Teatro de la Zarzuela. Ahora, la Asociación Lírica Cordobesa –institución que organizaba la ya tradicional Semana Lírica en la que estaban insertadas estas funciones - ha encargado una nueva puesta en escena a Luis Villarejo. No hubo nada nuevo, nada original, en la concepción de Villarejo que parecía volver a la Marina de ambientes marineros y vestidos folclóricos con una escenografía bastante cuidada y detallista en la que no faltaba el bar ni el barco a medio construir, aunque el calificativo de “espectacular” empleado por parte de la prensa local nos parezca algo exagerado. Tampoco había nada que hiciera daño a la vista, y, sobretodo, a la –a veces escasa- lógica del libreto y de la música, si bien la dirección de actores resultó claramente insuficiente y por momentos de una sangrante falta de creatividad. El apartado musical fue más bien modesto pero ello no fue un obstáculo para que la representación fuera a más y acabara con un importante éxito. Sin duda el homogéneo reparto y esa agradable sensación de que cada uno en particular y todos en general sacaban el mayor partido posible a sus virtudes hicieron olvidar, al menos por momentos, las evidentes carencias que presentaban. La ‘Marina’ de Helena Gallardo comenzó muy insegura y titubeante; de primeras, su ingrato timbre, su escasa desenvoltura escénica y su incapacidad manifiesta para emitir una sola nota consistente en el registro medio, muy exigido en las partes dialogadas de la obra, hacían temer lo peor. No obstante, su voz se fue calentando durante el transcurso de la función y deslumbró tanto en la zona sobreaguda como en las agililidades vocales que lució con sumo gusto y musicalidad: la cadencia procedente del final de la escena de la locura de la Lucia di Lammermoor de Donizetti que tradicionalmente se inserta en el rondó conclusivo de Marina (y que aquí se interpretó integramente sin variación alguna) fue lo mejor de su aportación. El caso de Rafael Lledó es digno de aplauso se mire por donde se mire. A media tarde del día de la primera función, el tenor previsto en principio canceló su actuación debido a una indisposición repentina. Pedro Lavirgen, asesor musical de la Asociación Lírica Cordobesa contactó de inmediato con Lledó que estaba en Madrid y acudió a Córdoba en su propio vehículo al no haber disponibilidad en ningún tren llegando apenas dos horas antes, justo el tiempo que dedicó en repasar su actuación tanto con el director musical como con el de escena. Esto no impidió que su voz, pequeña y un punto nasal en origen, sonara fresca y bien proyectada. Es evidente que hace suyo el papel de ‘Jorge’, que en no pocos detalles sigue el modelo del Maestro, destacando no sólo en su comprometida salida y en el famoso brindis sino en el precioso pianissimo con el que atacó “En las alas del deseo”. Pero lo mejor de la noche lo ofreció el ‘Roque’ de Carlos Bergasa, ya disfrutado en la producción de 1994 y sin duda una de sus mejores recreaciones: sutil, matizado, intencionado... Su seguidilla fue realmente soberbia y provocó –al igual que cuando salió a saludar al final de la representación- las aclamaciones de un público que en esta función aplaudió todo lo que pudo y más pero que reservó los bravos para el barítono madrileño: es el mínimo que marcaba la diferencia. Por su parte, Francisco José Santiago compuso un ‘Pascual’ de buen fraseo pero de escasa entidad vocal y teatral: ni su voz, demasiado clara, ni su presencia escénica daban el perfil del tosco y rudo trabajador. Algo inmaduros vocalmente los cometidos de Juan José Reifs como ‘Alberto’ y Jesús Reina como ‘Marinero’, y correcta Manuela Ruiz como ‘Teresa’. La “nueva edición corregida y aumentada” de Antonio Moya Casado nos deparó algunas sorpresas en la orquestación y sobre todo un dúo entre Marina y Roque así como toda una sardana (coreografiada para la ocasión) en el segundo acto, nunca escuchados por quien esto suscribe, que en todo caso paralizan el desarrollo de la acción y musicalmente no encuentran en modo alguno empaste con la estética de la obra. Dicho esto, la metronómica y prosáica dirección musical de Antonio Moya Tudela (suponemos, hijo del anterior) resultó efectista en el mejor de los casos así como lenta y plana hasta el tedio en el peor. Algo que padecieron especialmente el muy acertado Coro de Ópera cordobés y la muy profesional, aunque algo adormecida por lo que acabamos de señalar, Orquesta de Córdoba (homenajeada en su décimo aniversario por esta XVII Semana Lírica Cordobesa). En fin, una Marina que ha abierto la presente temporada lírica cordobesa que contará este año con citas tan interesantes como Madama Butterfly de Puccini o el esperadísimo Il Barbiere di Siviglia de Rossini.
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