Este concierto del violinista Nemanja Radulović y del director de orquesta Krisztof Urbańsky, al frente de la Filarmónica de Múnich, es un paradigma de cómo dos jóvenes artistas pueden, por medio de su interpretación de una obra de repertorio, descubrir facetas insospechadas de un compositor como Chaikovsky. Pero antes de emitir un juicio y de valorar su interpretación conviene reseñar brevemente su actuación.
Desde los primeros compases Krisztof Urbańsky aborda la obra con una inusual blandura y con un tempo muy, muy lento. El volumen es, como máximo, moderadísimo, mientras en la dinámica se evitan no ya los sobresaltos, sino los contrastes. El fraseo, caracterizado por un casi ininterrumpido legato, reduce al mínimo los acentos. En la configuración de planos sonoros, salvo en contadas ocasiones, se priva de toda relevancia a los vientos…
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