Italia
El todo y las partes
Jorge Binaghi
El título se debe a que este ha sido uno de los casos en
que el conjunto del espectáculo me ha resultado superior que los elementos que
lo componen tomados uno a uno.
La función fue una de las que se vio en streaming en
tiempos de pandemia bajo la dirección de Riccardo Chailly y con otra
protagonista. Entonces me interesó mucho. Ahora me pareció bien e interesante.
La producción de Michieletto con esos tremendos ángeles negros ominosos y esa lámpara que ocupa el lugar de la luna (tan importante en la obra) me pareció, como entonces, de las más acertadas de él, y al parecer el público pensó igual. Las pocas ‘licencias’ o se entienden o se disculpan. No sé qué ganamos haciendo que el paje de Herodías (claramente enamorado de Narraboth) se convierta en algo así como la Poncia de García Lorca, pero bueno, o cambiando los vestidos de judíos y guardianes. Si la danza de los siete velos se convierte en un recuerdo alucinado de la violación incestuosa sufrida por la protagonista la solución parece excelente porque ayuda a explicar la ‘perversión’ de Salomé.
Y los personajes están bien marcados y las luces
funcionan mientras el enorme escenario es bien claustrofóbico. Decadentismo,
morbosidad, pasiones latentes que explotan o no (en Herodías ya han explotado)
se perciben con gran fuerza y hasta las disputas sobre el Bautista y su Mesías -el
fragmento tal vez más ‘duro’ musicalmente- tienen su sentido.
La dirección de Güttler (se alternaba con Axel Cobe) fue
un tanto brutal en la dinámica y la sonoridad en más de una ocasión superó los
decibelios soportables. Probablemente quiso marcar locura, obsesión, volcanes
sumergidos, pero nos quedamos cortos en lo malsanamente voluptuoso, por
ejemplo. La orquesta estuvo estupenda y se lució.
La protagonista -a la que oía y veía por primera vez-
parecía una adolescente no demasiado sensual y se entregó a la dirección
escénica. Vocalmente fue convincente aunque no sé en otros personajes: más de una
vez percibí un ‘vibratello’ que aquí es soportable o justificable, pero no sé
en otras partes. Tiene voz y volumen suficientes, pero no creo que su
intervención vaya a considerarse un hito entre las interpretaciones históricas
del personaje o se aproxime a ellas.
Más relevantes para sus partes (en lo vocal e
histriónico) me parecieron los reinantes, Ablinger-Sperrhacke es un excelente
característico y se lució mucho en todos los aspectos de su Herodes
(notabilísima la frase que cierra la ópera), pero Watson casi lo eclipsa con
una Herodías bien cantada y mejor actuada.
Volle es una voz ideal para el Bautista y casi desplaza
la atención de la protagonista en su larga intervención inicial y en el volumen
que se oía cuando cantaba entre bambalinas (o desde la cisterna). Pero alguien
habría debido vestirlo de modo más acorde con su físico; de lo contrario, la
descripción que hace Salomé del mismo podría parecer obra del alcohol o alguna
droga fuerte.
Del resto de intérpretes es justo destacar, no sólo por la
importancia e interés de los roles, la labor de Braun en el paje, y de Kohlhepp,
un buen Narraboth al que habría que oír en un personaje de mayor duración o
compromiso. Los demás, acordes con las necesidades de las respectivas partes.
Sala muy llena si no rebosante y mucho aplauso al final.
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