Argentina
La vuelta del Trovador a Buenos Aires
Gustavo Gabriel Otero

Como en Anna Bolena esta versión de Il
Trovatore fue anunciada en versión de concierto, conforme lo comunicado al
presentarse la Temporada 2023 del Teatro Colón; con el correr de los meses la
idea fue parcialmente descartada y se ofreció semi-montada o con puesta en
espacio.
Si en Bolena el concepto visual
de Gabriel Caputo resultó simple pero adecuado en este Trovatore la visual fue
de menor creatividad y calidad.
Para esta versión con ‘puesta en
espacio’ la ambientación constó de dos gradas para el coro, una de cada lado en
el fondo del escenario, más unas figuras abstractas de anillos metálicos
concéntricos de distintos tamaños con cuerdas que formaban estructuras de
estilo ‘mandala’, dichos anillos cambiaban de lugar o entraban y salían. En
algunos momentos la ambientación se complementaba con proyecciones en el fondo
del escenario de esos anillos o de algunos colores; así pasaban el celeste
oscuro, el rojo, el rojo con toques de amarillo, el negro y el azul. La
iluminación de Rubén Conde resultó correcta y funcional, sin grandes hallazgos.
Marina Mora ideó, nuevamente, efectivos
movimientos actorales con evidentes indicaciones de movimiento y referencias
generales, pero se percibían claros gestos que parecían proceder de la cantera
de cada uno de los solistas.
Giacomo Sagripanti aportó una versión
respetuosa y puntillosa de la partitura. Es evidente el acabado conocimiento de
la obra del director italiano, quien logró una versión con pleno estilo verdiano,
vibrante pero a la vez sin caer en trazos gruesos o sonoridades desbordantes,
con tiempos adecuados y cuidado balance entre el foso y la escena. La Orquesta
Estable respondió de manera precisa y con gran prestación.
Sin lugar a dudas la figura de
la noche fue la Leonora de Anna Netrebko. Desde su entrada (con una antológica
versión de ‘Tacea la notte placida’) queda
claro su nivel superlativo, su calidad de intérprete y su consumada teatralidad
presente hasta en una versión semi-montada. Un personaje que le permite a la
soprano pasar de la ligereza belcantista del inicio al dramatismo y el
lirismo del último acto (su ‘D'amor
sull'ali rosee’ seguramente será recordado por el público durante años) mostrando
y demostrando su capacidad para los agudos, su fraseo inmaculado, su hermoso
timbre perfectamente reconocible, y su musicalidad sin fisuras. Ha crecido en
densidad en el registro grave, su centro continúa perfecto y sus agudos son
soñados, a lo que suma sutilezas y pianísimos por doquier.
Yusif Eyvasov abordó este
Manrico con una entrega total, con un canto visceral y heroico, con perfecta
intencionalidad, gran volumen y agudos de acero. Es un tenor seguro y confiable
al que se le puede achacar, seguramente, un color poco atractivo, pero a la vez
tiene un timbre plenamente reconocible. Sin lugar a dudas cumple su
cometido en forma profesional y no defrauda en ningún momento, ya que es un
artista consumado.
El argentino Fabián Veloz se
destacó en su Conde de Luna, que encaró con adecuada presencia escénica,
apreciable volumen, perfecto estilo, expresividad y compenetración. Su ‘Il balen del suo sorriso’ permitió
apreciar el terciopelo de su voz y su impecable línea de canto, y en todo
momento está a la altura de los grandes intérpretes con los que compartió
el escenario.
Hay que destacar que las voces
del tenor, la soprano y el barítono se amalgamaron a la perfección en el final
del segundo cuadro del primer acto, así como en el concertante del final del
segundo acto.
Debutante en nuestro medio, la
mezzosoprano Olesya Petrova fue una Azucena de gran calidad y con pleno
dramatismo. Tiene una voz de gran volumen, buen centro, y oportunos y bien
audibles graves, aunque el agudo resulta un poco metálico. Esto se notó más al principio de
la representación y se fue corrigendo a medida que avanzó la noche. Resultó
electrizante en los dúos con el tenor.
Fernando Radó como Ferrando aportó
su gran presencia escénica y su alta calidad vocal, haciendo de su intervención
en el primer acto un gran momento de la noche. María Belén Rivarola fue una Inés
adecuada y solvente.
Correctos en sus intervenciones
tanto Santiago Martínez (Ruiz) como Cristian Taleb (un mensajero). Mientras que
Sergio Wamba no desentonó en la brevísima intervención de viejo gitano.
El Coro Estable del Teatro, que prepara
Miguel Martínez, cumplió nuevamente una buena faena.
En suma: luego de 23 años de
ausencia de la cartelera del Colón regresó Il
Trovatore con una versión de primera clase mundial.
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