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Yuja Wang arrasa en Bilbao

Ainhoa Uria
viernes, 14 de junio de 2024
Yuja Wang  © Norbert Kniat | Quincena Yuja Wang © Norbert Kniat | Quincena
Bilbao, domingo, 2 de junio de 2024. Palacio Euskalduna. Yuja Wang. Samuel Barber: Sonata para piano en Mi bemol Mayor Op. 26, Dimitri Shostakovich: Preludio y fuga nº2 en la menor Op. 87, Preludio nº12 en sol sostenido menor Op. 34, Preludio nº10 en do sostenido menor Op. 34, Preludio nº8 en fa sostenido menor Op. 87, Preludio nº 24 en re menor Op. 34, Preludio nº 5 en re mayor Op. 34, Preludio nº 16 en si bemol menor Op. 34, Preludio y fuga nº15 en re bemol mayor Op. 87, Frédéric Chopin: Balada nº1 en sol menor Op. 23, Balada nº2 en fa mayor Op. 38, Balada nº3 en la bemol mayor Op. 47, Balada nº 4 en fa menor Op. 52. Aforo 2164, asistencia 1700
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El fenómeno Yuja Wang llegó a Bilbao de mano de Bilbao Orkestra Sinfonikoa, fuera de su temporada de abono y como parte del colofón de la temporada 2023-2024 de la orquesta. 

El piano solitario en penumbra esperaba la llegada de Wang, que apareció en escena con un largo vestido azul celeste. Con una contorsión más que una reverencia, saludó al público, que la recibió con ansia de escucharla. La expectación se palpaba en el ambiente, se sentó en el taburete, se situó cuidando su ubicación con precisión … y comenzó el recital con las delicadas notas de la primera obra de Shostakovich alterando el orden de las obras de la primera parte del programa. De ahí en adelante todo fue un despliegue de virtuosismo inagotable que duró dos horas.

La ejecución de las obras que Wang iba abordando revelaba un pensamiento racional, con una clara intención de enfocar la atención del público en infinidad de puntos, jugando persistentemente con el cambio rápido e interconexión de diferentes planos sonoros y entre agudos y graves, generando un gran relieve en su escucha. Por otro lado, su forma de tocar abarcaba una paleta muy amplia que iba desde lo categórico hasta la ensoñación onírica.

Antes de comenzar la segunda parte hubo un buen descanso, a priori no muy justificado pues, dada la velocidad a la que iban las obras, no hubo pasado mucho tiempo desde que nos hubiéramos sentado, pero la pianista quería crear otra atmósfera para las Baladas de Chopin, así que, tras ser llamados otra vez a las butacas, volvió a entrar en el escenario, esta vez, con un corto vestido de lentejuelas color cobre.

Llamaba la atención la alta velocidad de reacción en cambios tanto agógicos como dinámicos con los que creaba breves pero impactantes momentos de incertidumbre; crescendi y acccelerandi violentos que removían todo el organismo como cuando se está dentro de un avión a punto de despegar. También se esmeraba por bajar los pianissimi hasta rozar el umbral de audición, arremetiendo con furia pasajes inmediatamente posteriores. 

Es de reseñar que las alergias y los catarros primaverales hicieron una buena estorbada, en varios pasajes, impalpables por etéreos como el final de la Balada nº 2, es por ello, que antes de la Balada nº 4, la pianista esperó a que bajara el número de toses por minuto, pues tenía la intención de abordar su comienzo especialmente piano, tanto, que hubo momentos en los que algunos giros resultaron inaudibles.

Y tras terminar con la segunda parte del recital … comenzó la tercera parte, toda una sección de propinas, totalmente sorpresiva por extensa y por variada: desde arreglos de fragmentos del romanticismo europeo, pasando por el ritmo caribeño de Arturo Márquez, del minimalismo de Philip Glass hasta el blues y cómo no, incluyendo a nuestro compositor más internacional, Maurice Ravel. Por todo ello, a partir de la tercera obra, el público comenzó a venirse muy arriba por la generosidad de la pianista, de forma que a la séptima propina, el auditorio entero en pie ovacionaba con gran emoción a Yuja Wang. 

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