Moderno, atemporal, familiar, siempre nuevo, ese es van Manen;un revolucionario y un conservacionista;un conocedor de la historia de la danza y un amante de sus bailarinas y bailarines.
Volpi ambienta la historia en un teatro, durante los ensayos del ballet Giselle, centrándose en el encuentro de Giselle y Bathilde, quienes experimentan algo nuevo, jamás vivido antes: una familiaridad, una atracción, un contacto profundo y cálido.
¿Una dimensión postapocalíptica?Ni siquiera eso: El inminente fin de la humanidad se anuncia sin ceremonias ni revelaciones apocalípticas.No establece un reinado del espíritu, sino una tiranía indefinida.
Los grandes nombres de la dirección, la escenografía, el canto y el baile conforman un panorama en el que se combina la tradición con las nuevas propuestas.
Cardinais abordó un proyecto especialmente laborioso que fructificó en un espectáculo que implicó la participación de más de 100 estudiantes de diferentes especialidades artísticas, dando forma así a un proyecto pedagógico colaborativo.
Adentrarse en Artifact II, de William Forsythe, es como ingresar en un ballet de cuento de hadas;uno poblado de personajes misteriosos, texto enigmático, danza clásica de gran belleza y una panoplia de recursos teatrales, como un telón que cae repetidamente durante un doble pas de deux con la Chacona en re menor de Johann Sebastian Bach.
El público aplaudió entusiasta, en parte tal vez por recompensar las penosas condiciones en que los intérpretes ucranianos han ensayado, todo hay que decirlo, porque eso también es meritorio.Y hubo constantemente dignidad.
Volpi y su compañía han alcanzado con su sobresaliente técnica altos niveles de calidad y virtuosismo, con un lenguaje muy dinámico, fresco y lúdico que los sitúan entre los grupos más creativos de danza moderna y neoclásica internacional.
La tesitura funciona a las mil maravillas y despierta miles de metáforas asociativas.Hay mucho movimiento, mucha audacia, mucha variedad, pluralidad de enfoques, con un entramado unificador deslumbrante en esta exhibición de virtuosismo danzístico moderno.
Magdalena Kožená canta a Anna con un tono luminoso, casi de soubrette, cantarín e ingenuo.La obra no se desliza hacia la revista.Más bien, "Los siete pecados capitales" se convierte en un placer ambiguo.