De la escena de Leo Nucci se podría decir lo mismo ahora que hace diez, o cincuenta años: heredera directa del Zefirelli de La Scala en los años sesenta, completamente anclada en un pasado de muebles desvencijados, velas consumidas, áticos de París y nieve cayendo en el acto tercero.
Tuvimos un vestuario suntuoso, unos decorados fastuosos, luces magníficas y una coreografía convencional pero elegante y nada molesta.Los intérpretes actuaron bien o bastante bien y sobre todo pudieron cantar en paz.
Paco Azorín entiende 'Medea' desde la perspectiva de los dos hijos de la hechicera y semidiosa de la Antigüedad griega, y hace fluir toda su oscura visión escénica desde esa óptica infantil
La producción de Rechi delinea con acierto la forma en que se desenvuelve y se desarrolla dramáticamente cada personaje al mismo tiempo que enfatiza con habilidad los aspectos del “teatro dentro del teatro” característicos de Adriana Lecouvreur.
Catherine Foster (Isolde) fue la gran protagonista de la noche.Casi siempre en escena, no acusó el esfuerzo vocal de su rol y mantuvo un nivel altísimo.En cada acto -cambió incluso de traje- se comportó de un modo distinto y fue evolucionando desde el capricho inicial por un Tristán que aparentemente la desdeña hasta el emocionalmente agotador acto final
He encontrado más problemas tanto en la dirección de orquesta como en la de escena.En esta última un abrir y cerrar el telón al principio para hacernos ver el ‘sleep no more’ es un disparate teatral.
Como instalación es buena, como una creación sobre el Macbeth de Verdi-Shakespeare no.Y recordando que se trata de una ópera, un espacio vacío y tan abierto hace sufrir a cualquier voz.Sin embargo se habla del Macbeth de Plensa.
El concierto Tutto Verdi era para ABAO un eslabón entre el esfuerzo titánico y la normalidad verdiana.Fue la noche de los conjuntos.La BOS lucía con Oren, y también lo hacía el Coro de Ópera de Bilbao, una formación sólida, generosa, cohesionada y dotada de un gran equilibrio.
Hadrian es una creación de tres autores profesionalmente muy competentes -Rufus Wainwright, Daniel McIvor y Robert Mapplethorpe- pero con talentos asimétricos.El poder de las imágenes de Mapplethorpe fagocita todo lo que sucede sull palco y, demasiado a menudo, los espectadores percibimos que desde el foso suena una banda sonora para Mapplethorpe.
Un espectáculo de McVicar es casi siempre una garantía, pero este no parece uno de sus mejores trabajos.Es también un cuento infantil con serpiente, animales, efectos, vestidos lujosos y hasta una infaltable lluvia de oro al final como si fuera un musical de los años cincuenta de la MGM.