Falstaff es una pieza de elenco y le permite a la venerable Ópera Estatal de Viena mostrar lo bien que funciona éste internamente.La felicidad de los solistas durante la actuación se reflejaba de forma permanente en sus rostros.
Esta exhumación de 'Les Martyrs' de Donizetti era de gran importancia.Se pensó bien en los cantantes, en general, para la orquesta se bajó algún escalón, pero el error garrafal fue la concepción de la parte escénica.
Para nosotros, habituados a la versión de la Scala, esta primera versión de 'Simon Boccanegra' resulta extraña, muy extraña.En mi caso, el contacto con este 'Simon' fue análogo a la de aquellos sueños en los que uno reconoce objetos, situaciones muy familiares, pero dentro de contextos impensados.
Llama la atención en 'I Lombardi' una rareza dramatúrgica: la aparición post mortem de Oronte, lo que es curioso porque la tradición italiana del teatro es realista, no ama lo ultraterreno y cuando en la ópera italiana aparecen los fantasmas estos son traídos de la mano de la gente del norte, Shakespeare, Walter Scott …
Como no se puede maquillar de negros a los etíopes, la magistral solución de De Beer es que los cantantes vayan severamente vestidos de negro tras unas marionetas que expresan los sentimientos mientras los cantantes se limitan a poner alguna cara y a cantar.
La producción, ambientada de forma atemporal en cualquier lugar del mundo y en ninguno en particular, fue comprimida en una hora con respecto a su duración habitual de dos horas y media
¿Qué tuvo entonces para el recuerdo esta función de 'Il Trovatore', aparte del importante gesto de valentía de haberse realizado?Pues nada menos que el personaje más ‘moderno’ de la ópera, el que mira al futuro como sus hermanos de la trilogía popular, Rigoletto y Violetta.
Ciertamente, este Verdi suena raro, las necesidades de adaptar el texto a la música previa en ocasiones provoca extraños resultados.Afortunadamente, Verdi lo resiste casi todo, y por encima de todo y de todos –incluyendo la espantosa puesta en escena de Robert Wilson– queda su música, que en el caso de Le trouvère es tan gloriosa como en Il trovatore, siendo esencialmente la misma.