DVD - Reseñas
'La Favorite' más sutil
Raúl González Arévalo

Hace ahora un año de la publicación de la estupenda Favorite con Elina Garanča como gran reclamo. En la reseña que publiqué en estas mismas páginas hacía un recorrido por la videografía del título, que en los últimos años ha cogido una carrerilla imparable en su versión original en francés a partir de la edición crítica preparada por Rebecca Harris-Warrick. De hecho, la propuesta de Florencia es la tercera tras las ediciones de Toulouse (2014) y Múnich (2016). Y aunque parecía complicado lograr otra grabación de tan alto nivel en tan poco tiempo, la propuesta de Dynamic compite sin complejos e incluso supera en algunos puntos a las otras dos (dejo fuera el DVD histórico desde Tokyo en 1971 con Alfredo Kraus y Fiorenza Cossotto, en italiano y con cortes). Después de las recientes Rosmonda d’Inghilterra, Il borgomastro di Saardam, Olivo e Pasquale y Pigmalione, la discográfica genovesa prosigue su idilio con Donizetti.
Veronica Simeoni es una protagonista soberbia que conjuga a la perfección, como el propio compositor, la escuela italiana y la francesa. La primera está presente en el canto, se trata de una voz con una calidez en la gran tradición italiana. Sin embargo, no canta una Favorite a la italiana -Stignani, Barbieri, Simionato, Cossotto, para entendernos- sino que sigue escrupulosamente los requisitos del estilo romántico galo, más sutil en el fraseo y el acento, matizando constantemente la parte con unos piani y unos filados que tienen como resultado final una Léonore que no se impone exclusivamente por exhibición de medios, sino por composición de personaje y una paleta de recursos expresivos de variedad impresionante, que alterna la dulzura y la bravura a partes iguales. Para muestra, su gran escena del acto tercero, con la cabaletta sutilmente variada y bien contrastada respecto al aria.
A su lado Celso Albelo ofrece un Fernand incontestable, por encima del chino Shi de Toulouse, pero también de Polenzani en Munich. Con un timbre claro, aunque con suficiente robustez en el centro que le permite abordar papeles más líricos, como en el caso de Simeoni, Albelo es un consumado estilista. Si se le une la calidad suprema del fraseo, del acento y la matización constante del papel, tiene como resultado el protagonista más variado de toda la videografía. La pluralidad de recursos expresivos es apabullante, y de nuevo se impone más por el dominio técnico -¡qué manera de ligar las frases!- y estilístico que por exhibición de medios. Imposible señalar un aria sobre otra, son todas maravillas absolutas, como los dúos con Simeoni. Para quitarse el sombrero.
Más complicado lo tenía Mattia Olivieri, con Kwiecień y sobre todo Tézier en la competencia. Voz más clara que la de ambos, el italiano es más refinado e idiomático que el polaco, y me ha resultado incluso más sutil que el francés, algo ciertamente inesperado. Hasta el trino del aria marca como se debe. Un Alfonso XI regio, joven y apuesto que domina la escena. En sentido contrario, Ugo Guagliardo canta bien, pero es una voz más pequeña y clara de lo que acostumbra la parte, con un grave limitado, lo que le resta la autoridad que requiere Balthazar.
El Coro y la Orquesta del Maggio Musicale Fiorentino son los mejores de Italia, en competencia directa y sostenida con las fuerzas de la Scala de Milán. Con esta nueva grabación vuelven a reivindicarlo. La variedad de obras líricas y sinfónicas que tienen en repertorio les otorga la flexibilidad necesaria para salirse del repertorio italiano. Bajo las órdenes de Fabio Luisi, el maestro italiano agrega otra perla del repertorio romántico italiano en colaboración con la discográfica, tras las grabaciones referenciales de Margherita d’Anjou de Meyerbeer y Francesca da Rimini de Mercadante. Su dirección, elegante, atenta a la transparencia de los planos sonoros, tiene un punto sobrio -no es Bonynge- que conviene a la partitura, alejándose del enfoque proto-verdiano que tanto ha condicionado la versión italiana de la obra. Además, elige sabiamente los tiempos, lo que es importante en una obra que no carece de irregularidades, y acompaña estupendamente las voces.
La puesta en escena, absolutamente clásica, agradará a quienes chocó la producción muniquesa: la de Florencia es tradicional en el buen sentido -por lo que resultará aburrida a quienes busquen novedades de otro tipo-, funcional sin pretensiones revolucionarias, sin histrionismos ni en la escenografía y el vestuario, ni en la dirección de actores, lo que en última instancia permite centrarse en la gran prestación de los tres personajes principales y la dirección de Luisi. En definitiva, una grabación que se sitúa directamente a la cabeza de las opciones disponibles para el título.
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