Alemania
Un cuarto de siglo con La bayadera
J.G. Messerschmidt

Aunque Múnich no es una capital histórica del ballet como San Petersburgo, Milán, París, Moscú o Copenhague, la danza clásica tiene en la capital de Baviera un pasado de más de tres siglos. Tampoco es un emporio de la danza como Londres o Nueva York. Y sin embargo, por poner un ejemplo, en Múnich personalidades como Lucile Grahn y John fueron directores de ballet. En esta ciudad la danza clásica ha conocido unos cuantos auges prometedores, que luego no han fructificado, pero que han dejado un poso de tradición sobre el que una y otra vez se vuelve a empezar.
En Rusia, o al menos en San Petersburgo, La bayadera es (o era), según se dice, una pieza muy especial dentro del repertorio de ballet, al menos para los "iniciados". Al parecer, esta obra goza (o gozaba) en aquel país de un status especial. No es (o era) pieza del repertorio rutinario y, según nos contaba una muy ilustre bailarina petersburguesa, tiene (o tenía, pues el mundo ha cambiado mucho y muy rápido) un prestigio en cierto modo esotérico, pararreligioso o mítico, por expresarlo de algún modo.
En el ámbito centroeuropeo la producción que comentamos ocupa también una posición especial. Fue, si no nos equivocamos, la primera o una de las primeras producciones de esta obra fuera de Rusia, después de las versiones de
en Londres y en París; y prácticamente la primera no realizada por un coreógrafo ruso, lo que sin duda rompió un tabú y abrió el camino a un verdadero alud de Bayaderas, desde el Japón a Sudáfrica y desde el Perú hasta Austria. También fue una de las pioneras en la reincorporaración del perdido acto cuarto.Para la historia del ballet en Múnich su estreno en 1998 significó la coronación de un brillante periodo de renacimiento bajo la égida de Konstanze
. Esa función del estreno hace un cuarto de siglo tuvo un reparto encabezado por tres bailarines extraordinarios: Kirill (Solor), Kusha (Gamzati) y, en el papel protagonista, la inefable Yelena . Versiones excelentes protagonizaron otros bailarines, en su mayoría invitados, como Svetlana , Polina , Simona , Maria y, por encima de todo, Uliana , Igor y de nuevo Kusha , pero ahora como Nikia, sin olvidar la Gamzati de Natalia . En particular Pankova, Lopatkina, Alexi y Shirinkina crearon cuatro Nikias antológicas, tan exquisitas y diferentes como dificilísimas de emular. Con tales precedentes, toda función de La bayadera en Múnich es un desafío para sus intérpretes y para el espectador una prueba del nivel en que se encuentra el Ballet de Baviera.Respecto a las características generales de esta producción nos remitimos a una sumaria descripción contenida en una crónica del año 2008.
Por lo que se refiere a la función del pasado 16 de junio, lo primero que se ha de resaltar es el muy buen trabajo del cuerpo de baile. Se trata de un conjunto homogéneo, con alto nivel técnico, bien coordinado y entregado plenamente a su labor artística.
En el acto de las sombras, verdadero núcleo estético de la obra, el cuerpo de baile femenino luce grandes cualidades en una ejecución diáfana, inspirada y en todo momento pulcra.
También el paso a seis del segundo acto es ejecutado limpiamente y con bravura, mientras que técnica y expresivamente la interpretación de la fogosa danza india es brillante. Las tres sombras (Maria Chiara
, Bianca , Carollina ), se muestran igualmente estupendas en sus intervenciones conjuntas, así como que en sus respectivas muy difíciles variaciones, llevadas a término de forma irreprochable. Lo mismo puede decirse del Ídolo de Oro de Shale Wagman.Prisca
es una muy notable bailarina a la que hace años consideramos como muy prometedora y que ahora demuestra haber alcanzado una juvenil y hermosa madurez. Su Gamzati es psicológicamente coherente y rica en expresión. En el plano técnico sobresalen el trabajo de puntas, la buena batería y una energía poco habitual. También las fouettés son apreciables. En la dificilísima variación del gran paso del segundo acto brilla por su técnica y su elegancia. En la escena de la disputa con Nikia en el primer acto, sin embargo, no consigue superar la mala configuración mímica y coreográfica que de este pasaje hizo Patrice . Son muy pocas las intérpretes que logran superar este déficit de la coreografía en esta versión y evitan caer en la tosquedad.Tampoco lo logra Jeanette Kakareka en su papel de Nikia. Aquí estamos ante una bailarina indudablemente simpática, con, por momentos, agradable port de bras, pero que pronto alcanza sus límites técnicos, lo que se manifiesta sobre todo en una reiterativa debilidad en el aplomb y en una limitada elevación. Su entrada resulta prometedora, pero pronto el personaje parece quedarle grande y se advierten demasiado las dificultades con las que tiene que lidiar. Especialmente poco inspirado resulta el lamento y muerte de Nikia, un solo de no muy alta dificultad técnica, pero muy ambicioso por la versatilidad expresiva que exige. La danza de Nikia debe tener aquí un cierto matiz erótico (pero no demasiado), un cierto exotismo oriental (pero moderado), un dolor lacerante, pero interiorizado, no extrovertido, comprensible para el espectador, que debe poder asomarse alma del personaje, pero no dirigido a las demás figuras en escena. No es difícil naufragar en esta escena. Jeanette Kakareka simplemente se mantiene a flote. En el acto de las sombras, especialmente en la danza con el velo, sus dificultades son demasiado evidentes. El Solor de Jinhao
no necesita grandes comentarios: su intérprete es un bailarín de medios limitados que resuelve discretamente su cometido. Tanto Zhang como Kakareka son bailarines indiscutiblemente profesionales, pero no adecuados para sus papeles.La orquesta luce excelentes cualidades, tanto por la seguridad y solvencia técnica de sus solistas, como por su disciplina, empaste y buen hacer en general. La dirección de Michael
, por desgracia, no hace honor a sus instrumentistas. Su lectura de la partitura es poco inspirada, faltan matices y empuje rítmico, los acentos son tímidos y faltan contrastes. En esta versión algo timorata en determinados momentos también los tiempos resultan morosos. En todo caso, con sus luces y sus sombras, esta representación no careció de interés, sobre todo para calibrar las virtudes y las debilidades del Ballet del Estado de Baviera.
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