Reportajes

Ucrania

Las divergencias entre Alemania y Francia, desagradables e inoportunas, van en aumento

Juan Carlos Tellechea
martes, 16 de abril de 2024
Emmanuel Macron y Olaf Scholz  © 2024 by Ebrahim Noroozi /  Associated Press Emmanuel Macron y Olaf Scholz © 2024 by Ebrahim Noroozi / Associated Press
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Es desesperante ver que bajo el gobierno semáforo del canciller alemán Olaf Scholz las relaciones entre Alemania y Francia no se han fortalecido, tal como hubiera sido de desear ante la difícil situación internacional actual, con peligrosos conflictos bélicos en Europa y en el Cercano Oriente.

Desde hace meses París y Berlín se han consultado regularmente sobre este estado de cosas, pero siempre se han producido dificultades, divergencias, lentitud en alcanzar entendimientos, que por todos los medios posibles ambos gobiernos tratan de disimular.

Verbigracia, y solo por citar uno de los problemas, las prolongadas e innecesarias demoras en desbloquear la construcción de un carro de combate europeo del que se viene hablando desde hace demasiado largo tiempo y en el que además de Francia y Alemania otros países también están interesados, entre ellos España.

Miedo a una Tercera Guerra Mundial

Cuando los tiempos son inciertos, los profetas del fin de los tiempos están de moda. Así fue en la Edad Media y no es diferente hoy en día. Solo cambia el contenido de las predicciones. Entonces, era el Anticristo quien anunciaba su aparición. Hoy es Vladimir Putin; supuestamente el mundo se dirige hacia la Tercera Guerra Mundial. Estas profecías tienen un punto débil en común: el fin del mundo ocurre con menos frecuencia de lo que predice el murmurante coro de profetas; aunque es cierto que la constelación geopolítica es más sombría de lo que ha sido en mucho tiempo.

París y Berlín deben entender por fin que el divorcio no es ninguna opción para Europa y que están condenados a armonizar definitivamente sus ideas. Un fracaso de los proyectos conjuntos tendrá siempre un impacto exterior devastador, tanto dentro como fuera de Europa.

Disruptivo punto de inflexión de Francia

En estos precisos momentos, París y Berlín se reposicionan en materia de política de seguridad y las divergencias bilaterales van en aumento. La invasión rusa a gran escala de Ucrania a partir del 24 de febrero de 2022 no ha sacudido la política de seguridad francesa tan profundamente como lo ha hecho la alemana. Francia se ve reivindicada en sus objetivos anteriores, especialmente en el fortalecimiento de la soberanía estratégica de Europa.

Sin embargo, ha realizado ajustes en muchos ámbitos para seguir persiguiendo sus ambiciones en unas condiciones marco modificadas, afirman los prestigiosos politólogos Sven Arnold, investigador invitado del Grupo de Investigación sobre Política de Seguridad y la Dra Claudia Major, quien dirige el referido Grupo de Investigación de la Fundación Ciencia y Política (SWP), gabinete estratégico que asesora al gobierno y al parlamento federal de Alemania.

Esta continuidad de los objetivos de política de seguridad con un notable ajuste del término medio y del rumbo incluye el apoyo ahora activo de Francia a la ampliación de la UE y la OTAN y su mayor compromiso con la OTAN. Esto también ha disipado en parte la irritación entre los socios europeos que el presidente Macron provocó en 2022 con sus declaraciones sobre la necesidad de tender la mano a Rusia. Sin embargo, las diferencias de fondo entre Alemania y Francia persisten y se han intensificado en algunos casos, lo que dificulta la cooperación bilateral. En un discurso pronunciado el 2 de marzo de 2022, el presidente Emmanuel Macron describía la invasión rusa de Ucrania como un "cambio de época". Sin embargo, a pesar de esta ruptura fundamental, Francia ve confirmados sus planteamientos estratégicos, presupuestarios y militares centrales.

Continuidad de objetivos: reforzar la soberanía europea

En su Revue Stratégique (una especie de estrategia de seguridad nacional) de 2017 y su actualización de 2021, París ya había reconocido la necesidad de prepararse para conflictos interestatales de alta intensidad. Francia siempre ha mantenido la inversión en su disuasión nuclear, en parte porque debe ser capaz de disuadir un conflicto con una gran potencia. París también ha invertido tradicionalmente en la capacidad operativa de sus fuerzas armadas.

Es cierto que la presión para ahorrar dinero también ha provocado lagunas en este sentido, por ejemplo en defensa antiaérea y municiones. Pero, en conjunto, el estado y la disponibilidad operativa de las fuerzas armadas francesas son mejores que los de la mayoría de las fuerzas armadas europeas, cuyas capacidades se han reducido debido a la presión de los costes y a la falta de sensación de amenaza.

Además, las fuerzas francesas están curtidas en mil batallas desde hace años, por ejemplo debido a sus despliegues en Mali de 2013 a 2022 o en Irak desde 2014. La invasión a gran escala de Ucrania por parte de Rusia en 2022 no ha cambiado los objetivos de la política de seguridad francesa, sino que más bien los ha confirmado: El leitmotiv de la soberanía europea, que Macron ha perseguido desde que asumió el cargo en 2017, incluso ganó urgencia en su opinión.

El objetivo es una Europa que represente de forma proactiva e independiente sus intereses políticos, tecnológicos, económicos y militares y dé forma a su entorno (véase el Estudio SWP 4/2021). Francia es una excepción a este respecto, ya que para muchos europeos la invasión rusa de 2022 subrayó el papel central de la OTAN (y de EEUU) en la defensa del continente y confirmó el papel subordinado de la UE.

París reconoce que EE.UU. es indispensable para la seguridad de Europa a corto y medio plazo y también se centra en la OTAN. Sin embargo, a diferencia de muchos socios, Francia ya está invirtiendo conscientemente en las correspondientes estructuras y políticas de la UE. A largo plazo, París considera aún más necesaria una defensa europea independiente.

En primer lugar, la guerra de Rusia confirma las suposiciones francesas sobre la limitada capacidad de actuación de los europeos, ya que pone de manifiesto su dependencia política y militar de Estados Unidos y sus propias carencias, desde el reconocimiento hasta la logística. En segundo lugar, la guerra subraya la necesidad de una Europa capaz de actuar, precisamente porque el entorno estratégico es cada vez más inestable y difícil.

Francia también se refiere tradicionalmente a retos que van más allá de Rusia. Para París, el hecho de que Estados Unidos se centre en el conflicto sistémico con China es una tendencia permanente. Las elecciones de 2024 podrían llevar al poder a una administración estadounidense menos transatlántica, más selectiva y más transaccional, que contribuiría menos a la seguridad europea o se posicionaría en contra de los objetivos europeos.

Desde la perspectiva francesa, el objetivo no es sustituir a la OTAN. Más bien, deberían aumentar las contribuciones europeas a la alianza, lo que estaría en consonancia con el reparto de cargas exigido por Washington y con una mayor capacidad de actuación de Europa. París espera que la guerra rusa convenza a los demás europeos de esta necesidad.

Sin embargo, aunque muchos Estados comparten el objetivo en principio, su realización concreta a menudo parece tener poca prioridad (la Estrategia de Seguridad Nacional de Alemania también sigue siendo vaga a este respecto). O existen objetivos contrapuestos, por ejemplo cuando se trata de colmar rápidamente las lagunas de capacidad con equipos no europeos o de invertir a largo plazo en empresas europeas y reforzar así su propia soberanía industrial.

En consecuencia, la cuestión de la soberanía estratégica domina la política europea de Francia. Esto quedó patente, por ejemplo, durante la presidencia francesa del Consejo de la Unión Europea en 2022, cuando los Estados de la UE, a iniciativa de París, encargaron a la Comisión y a la Agencia Europea de Defensa que desarrollaran iniciativas para reforzar las capacidades de defensa europeas (como parte de la "Agenda de Versalles").

Los instrumentos resultantes pretenden promover la base tecnológica e industrial de la defensa europea (BTID), desfragmentar el mercado europeo, desarrollar sinergias entre los Estados de la UE y mejorar las capacidades de producción.

Desde esta perspectiva, es comprensible la crítica de Francia al hecho de que muchos Estados de la UE hayan cubierto el aumento de las necesidades de sus fuerzas armadas desde la invasión rusa con adquisiciones no europeas en lugar de comprar en Europa o invertir en proyectos europeos. Así ocurrió, por ejemplo, con la decisión de Polonia de adquirir material terrestre y aéreo coreano, así como con la adquisición por Alemania de sistemas de defensa antiaérea estadounidenses e israelíes (Patriot, Arrow 3).

La mayoría de los Estados miembros desaprobaron el enfoque comunitario de Francia por dogmático y contraproducente. Habrían estado dispuestos, por ejemplo, a dejar de lado temporalmente el objetivo de la "soberanía europea" a la hora de comprar munición. En vista de la dramática situación en Ucrania, la postura francesa se hizo más flexible a principios de 2024.

París apoya ahora las iniciativas por las que los europeos quieren adquirir municiones producidas fuera de Europa y acepta que se asuma una deuda conjunta en la UE para apoyar a Kiev de forma permanente.

Ajustes políticos

Aunque Francia mantuvo sus objetivos anteriores, cambió de rumbo para poder seguir persiguiéndolos en las nuevas condiciones marco. Estos ajustes fueron en gran medida rutinarios, pero a menudo no se coordinaron con sus socios.

Nueva política hacia Rusia

Tradicionalmente, Francia ha seguido una política cooperativa y pragmática hacia Rusia. A diferencia de la "asociación para la modernización" alemana con Moscú, ésta se guiaba menos por esperanzas de reforma que por la convicción de realpolitik de que Europa necesitaba una relación estable con la potencia nuclear de su vecindad.

Sin embargo, desde el punto de vista de muchos socios, como Polonia, Francia hizo la vista gorda ante los acontecimientos en Rusia durante demasiado tiempo. Por lo tanto, hubo una gran irritación cuando Macron recibió al presidente Putin en su residencia de verano en el sur de Francia en agosto de 2019, anunció la reanudación del diálogo bilateral y habló de construir una nueva "arquitectura de seguridad y confianza entre la UE y Rusia".

En junio de 2021, cuando el Kremlin ya estaba concentrando tropas en la frontera con Ucrania, París (junto con Berlín) pidió la creación de "espacios de diálogo con Moscú". Tras la invasión de febrero de 2022, Macron escandalizó a muchos socios cuando llamó a negociar con Rusia sin profundizar en este llamamiento.

Francia reconoce ahora que su política hacia Rusia ha fracasado. El discurso que Macron pronunció en Bratislava a finales de mayo de 2023 constituye la base del nuevo rumbo. En él, se disculpó por sus anteriores errores de apreciación y descartó una rápida vuelta a la normalidad con Rusia.

Desde el inicio de la guerra en 2022, su retórica ha cambiado: de "Rusia no debe ser humillada" (junio de 2022) a "Rusia no debe ganar" (febrero de 2023) a "la derrota de Rusia es esencial" (febrero de 2024). Macron pasó de ser un guardafrenos a un conductor.

A principios de 2024, pidió una "sacudida estratégica" en Europa ante la preocupación de una victoria rusa. Hay que aumentar el apoyo a Ucrania y señalar por igual a Moscú y a Kiev que este apoyo es a largo plazo y fiable.

El cambio en París se basa principalmente en la constatación de que Rusia actúa de forma sistemáticamente revisionista y no solo pone en entredicho la soberanía de Ucrania, sino que también amenaza el orden de seguridad europeo, el orden nuclear y las normas internacionales.

Después de todo, a pesar de los repetidos intentos de Macron y otros, Moscú no ha mostrado ningún interés en poner fin a esta guerra, ni antes ni después de la invasión. Al contrario, Rusia está escalando, lanzando amenazas nucleares, insistiendo en su victoria militar y negándose a transigir.

En opinión de Macron, el Kremlin se ha convertido en un "actor metódico de desestabilización" que amenaza los intereses europeos, por ejemplo mediante la desinformación y los ciberataques. Por tanto, la guerra contra Ucrania, cuyo desenlace es "existencial" para Europa, no puede detenerse a corto plazo, sino que hay que ganarla.

Por ello, Francia ha modificado progresivamente su enfoque. Al principio, pretendía debilitar a Rusia principalmente mediante sanciones y la desvinculación energética y apoyar a Ucrania política (incluso mediante la integración en la UE y la OTAN), económica y militarmente. Ahora París va más allá, porque ya no considera suficiente el enfoque anterior en vista de la dramática situación bélica.

Francia no solo quiere aumentar su apoyo, sino también cambiar su naturaleza. En la Conferencia de París sobre Ucrania, celebrada en febrero de 2024, 27 países acordaron proporcionar a Ucrania un apoyo aún más amplio.

En primer lugar, quieren transferir a Ucrania actividades que hasta ahora se han llevado a cabo en Estados de la OTAN, como la formación o la producción de armamento; en segundo lugar, podrían asumirse tareas como la retirada de minas para que las fuerzas armadas ucranianas pudieran concentrarse en su misión principal.

Macron tampoco descartó el despliegue de tropas terrestres occidentales. En un principio, no se trataría de operaciones de combate, aunque no puedan descartarse, sino de servicios de apoyo. Aunque algunos países, sobre todo Alemania, rechazaron la sugerencia de posibles tropas terrestres, muchos otros -como Polonia, los países bálticos, Finlandia, Noruega y los Países Bajos- la apoyaron.

Al mismo tiempo, París recordó que Europa tendría que volver a colaborar con una Rusia reformada a largo plazo, sobre todo en el ámbito del control de armas nucleares.

Aprobación de la ampliación de la UE

Otro ajuste es que París ya no bloquea la ampliación de la UE, sino que ahora la impulsa. Francia ha sido tradicionalmente reacia a hacerlo. Recientemente, en 2019, detuvo las negociaciones de adhesión con Albania y Macedonia del Norte y exigió que se aplicara primero la reforma de la UE, por temor a que una Unión ampliada no pudiera actuar de otro modo.

El cambio comenzó en 2022, cuando Ucrania y Moldavia obtuvieron la perspectiva de adhesión bajo la presidencia francesa del Consejo de la UE. En su discurso de Bratislava, Macron pidió que todos los candidatos se adhirieran a la UE "lo antes posible".

Esto parecía ahora geopolíticamente necesario en vista de la invasión rusa a gran escala, el ataque asociado al orden europeo y los nuevos intentos de expansión y desestabilización por parte de Rusia y otros actores en la vecindad de Europa. Para París, la ampliación de la UE se presentaba como un medio eficaz para estabilizar los Balcanes, Ucrania, Moldavia y Georgia y reforzar así Europa.

Al principio, los candidatos y los socios de la UE acogieron con recelo este cambio de rumbo. La credibilidad de la nueva postura de Francia también se vio afectada por su iniciativa unilateral de establecer una "Comunidad Política Europea" (CPE) al margen de la UE. Muchos apoyaban poco este formato, porque lo veían más como un espacio de almacenamiento para los candidatos que como un instrumento de cooperación geopolítica.

A favor de la entrada de Ucrania en la OTAN

El sí de Francia a la entrada de Ucrania en la OTAN también es nuevo. En 2008, París y Berlín seguían bloqueando la admisión de Kiev. Este cambio de rumbo sigue la misma lógica que el apoyo francés a la ampliación de la UE.

Desde el punto de vista de París, una Ucrania soberana y segura es crucial para la seguridad y la estabilidad de Europa. Además, Francia considera que el desarrollo interno de Ucrania está inextricablemente ligado a su seguridad exterior: sin un marco exterior, los procesos de reconstrucción y reforma corren el riesgo de fracasar, lo que convertiría a Ucrania en un factor de inestabilidad.

Del mismo modo, la pertenencia a la UE y a la OTAN están vinculadas secuencialmente. La adhesión a la UE otorgaría a Ucrania la protección del artículo 42.7 del Tratado de la UE. Sin embargo, los europeos son actualmente incapaces de garantizar esta protección; solo la OTAN, con el apoyo de Estados Unidos, está actualmente en condiciones de hacerlo.

Por tanto, la adhesión a la UE solo podrá tener lugar una vez que Ucrania esté cubierta por la promesa de asistencia de la OTAN o los europeos estén en condiciones de defenderse sin la ayuda de Estados Unidos.

París reconoce que la adhesión de Ucrania a la OTAN conllevaría costes y riesgos. Para Francia, sin embargo, las ventajas estratégicas superan los riesgos. Por ello, en la cumbre de la OTAN de 2023, se unió a otros aliados a favor de invitar a Ucrania a ingresar, distanciándose así de EEUU y Alemania. Este enfoque también se reflejó en el acuerdo bilateral de seguridad entre París y Kiev, que se celebró en febrero de 2024 y tiene una validez de diez años o hasta que el país se incorpore a la OTAN.

Apoyo a Ucrania

Por fuertes que sean los compromisos retóricos de Francia, no concuerdan con su bajo nivel de apoyo a Ucrania en comparación con el resto de Europa. Según el Instituto de Kiel para la Economía Mundial, Francia está muy por detrás de Estados Unidos, Alemania y Reino Unido en términos de ayuda militar, financiera y humanitaria.

En 2024, el apoyo militar de París ascenderá a 3.000 millones de euros, menos de la mitad que los 7.500 millones de Alemania. París aduce tres razones principales para ello. En primer lugar, se refiere a los compromisos en otras regiones, como África y el Indo-Pacífico (donde se encuentran los territorios franceses de ultramar).

Por tanto, Francia debe seguir siendo operativa y no dejar grandes lagunas en su equipamiento. En segundo lugar, esto también se aplica a la defensa de Europa, sobre todo teniendo en cuenta que otros países ya están aceptando recortes en este ámbito. En tercer lugar, Francia dispone de pocos sistemas de armamento pesado en grandes cantidades porque hasta la fecha se ha centrado en la lucha contra el terrorismo en la región del Sahel.

En última instancia, el gobierno decidió no arriesgarse a sufrir más carencias en su propio equipamiento. Sin embargo, esta decisión también es controvertida en París. Francia subraya, sin embargo, que suministra a Ucrania sistemas de alta calidad, incluidos misiles de crucero SCALP-EG, que permiten ataques en profundidad. París también lidera la coalición de capacidad de "artillería" para Ucrania junto con Estados Unidos y la coalición de "defensa aérea" con Alemania.

París ha anunciado una "coalición para las capacidades de ataque en profundidad".

Francia también participa en la misión de adiestramiento EUMAM Ucrania y proporciona adiestramiento bilateral. Para apoyar a Ucrania a largo plazo (y promover su propio sector de defensa), París quiere superar la lógica de la transferencia de material y vincular directamente al ejército ucraniano con la industria francesa. En septiembre de 2023, las empresas de defensa francesas y ucranianas firmaron 16 contratos. El acuerdo bilateral de seguridad de 2024 también incluye la cooperación industrial. Sin embargo, el bajo nivel de apoyo hasta la fecha debilita la credibilidad de la retórica francesa.

Reflexión sobre la disuasión

La guerra de Ucrania ha confirmado la importancia de la disuasión nuclear para París, pero también ha intensificado la reflexión sobre su futuro. Francia ve aquí dos desafíos. En primer lugar, Rusia intenta cambiar el orden nuclear. Amenaza con utilizar armas nucleares para garantizar la anexión de los territorios ucranianos, violando el derecho internacional.

Por lo tanto, Moscú ya no solo utiliza sus armas nucleares para mantener el orden existente, sino que también quiere utilizarlas para cambiar las fronteras y el orden de seguridad en Europa. En segundo lugar, desde la perspectiva de París, existe el riesgo de que Estados Unidos ya no pueda mantener la disuasión en el seno de la OTAN a largo plazo, por ejemplo si a principios de 2025 llega a la Casa Blanca un presidente potencialmente menos interesado en Europa.

Por ello, París se plantea con mayor urgencia qué ajustes son necesarios para preservar la soberanía de Europa y qué papel pueden desempeñar en ello las armas nucleares francesas. Por ello, Francia ha intensificado el diálogo con sus socios sobre cuestiones nucleares. Se trata tanto de la necesaria respuesta europea a la evolución del orden nuclear como de la contribución de la disuasión francesa a la defensa de Europa.

Macron ha repetido varias veces que los intereses vitales de Francia (que deben ser protegidos por sus armas nucleares) tienen una dimensión europea, pero sin explicar esta última. París también ha dejado claro que no quiere sustituir el paraguas nuclear estadounidense, que no compartirá su poder de decisión y que no espera ninguna financiación. Por tanto, no se trata de establecer una disuasión ampliada basada en el modelo estadounidense. Sin embargo, el objetivo de las conversaciones iniciadas por Francia sigue siendo vago.

Ajustes militares

También ha habido ajustes en el sector militar. París ha reforzado su compromiso con la OTAN y ha establecido nuevas prioridades en el presupuesto de defensa.

Mayor compromiso con la OTAN

Francia ya ha intensificado sus actividades en la alianza desde la anexión de Crimea en 2014. Desde entonces, París ha realizado mayores contribuciones, por ejemplo como parte de la "presencia avanzada reforzada" (eFP) en la región del Báltico.

Desde la perspectiva de muchos aliados, estos esfuerzos fueron inicialmente poco creíbles, ya que París aplicó una política prorrusa y promovió la soberanía europea, lo que a menudo se entiende (mal) como un rechazo a Estados Unidos.

Desde febrero de 2022, Francia ha vuelto a aumentar sus contribuciones. Inmediatamente después de la invasión rusa a gran escala, aumentó su propia presencia en la frontera de la OTAN. Amplió su despliegue de tropas en Estonia (con unos 300 soldados), adelantó su participación en el programa de vigilancia aérea del Báltico, previsto desde hace tiempo, y dirigió la fuerza de reacción rápida de la OTAN VJTF en Rumanía a finales de febrero de 2022.

Francia desplegó allí soldados y sistemas de armamento pesado, como carros de combate Leclerc y el sistema de defensa antiaérea Mamba, y asumió el liderazgo del nuevo grupo de combate multinacional, que ahora cuenta con unos 1.500 soldados. En caso necesario, la unidad podrá alcanzar rápidamente el nivel de brigada. Los retos de este despliegue a largo plazo son grandes.

Los soldados ya no se preparan para operaciones en zonas como el Sahel, sino para misiones en Europa Oriental, lo que requiere un adiestramiento y equipamiento específicos para cada región. El fuerte incremento de las contribuciones a la OTAN, que ahora constituyen las misiones más amplias de Francia, va de la mano de una drástica reducción de la presencia francesa en África.

Esto significa que la OTAN se está convirtiendo en una fuerza estructuradora de políticas, operaciones y adiestramiento. Inversión en las fuerzas armadas La guerra de Rusia ha confirmado la tendencia al alza de los gastos de defensa en Francia. Estos gastos no han dejado de aumentar desde mediados de los años 2010, como consecuencia de los atentados terroristas que sufrió Francia en esa época y para apoyar sus operaciones en el Sahel.

La Ley de Planificación Militar (LPM) 2019-2025 pretendía reconstruir las fuerzas armadas y consolidar el gasto hacia el 2% del producto interior bruto. La nueva LPM, que París ha adelantado de forma demostrable de 2024 a 2023, está destinada principalmente a realizar ajustes en materia de inversiones, modernización y equipamiento.

La ley prevé un total de 413.000 millones de euros para el periodo de 2024 a 2030. La nueva LPM difiere de la anterior en dos aspectos. En primer lugar, el gasto aumentará en torno al 40%. En segundo lugar, la atención se desplaza hacia una mayor inversión en los ámbitos de las nuevas tecnologías y la innovación, el ciberespacio y el espacio. Mientras que antes se centraba en las misiones en el extranjero y la lucha antiterrorista, ahora se orienta hacia la protección de la soberanía, en particular mediante la disuasión nuclear, la defensa antimisiles, las capacidades de los aviones no tripulados y las fuerzas especiales. París también quiere acelerar los procesos de toma de decisiones y de producción en la industria de defensa para poder reaccionar mejor y colmar las lagunas con mayor rapidez. París también tiene previsto aumentar el número de reservistas, de los 40.000 actuales a 80.000 (2030) y 105.000 (2035).

Consecuencias para las relaciones franco-alemanas

Por ello, Francia ha iniciado amplios cambios de rumbo para posicionarse en el nuevo contexto, manteniendo al mismo tiempo la continuidad general de los objetivos. Hasta ahora, todo ha ido sobre ruedas. Sin embargo, cada vez hay más críticas internas a la postura cada vez más dura de Macron respecto a Rusia, de la que es poco probable que se aparte.

Aumento de las tensiones

En las relaciones entre París y Berlín, el choque entre la rápida adaptación de Francia y el "giro" de Alemania está dando lugar a nuevos conflictos. No solo existen las consabidas diferencias estructurales entre ambos países -en cuanto al sistema político y sus ambiciones internacionales, los respectivos modelos de industria de defensa y el derecho parlamentario a opinar en asuntos como las adquisiciones en Alemania.

También hay nuevos obstáculos a la cooperación. Las cuestiones de política internacional y de defensa son tradicionalmente un domaine réservé del presidente en París, pero esta concentración de poder ha aumentado aún más desde que Macron asumió el cargo en 2017. A diferencia de sus homólogos alemanes, los ministros de Exteriores y Defensa (actualmente Stéphane Séjourné y Sébastien Lecornu) tienen poco margen de maniobra política.

Las decisiones centrales las toma el Gabinete del Presidente, lo que dificulta la cooperación a nivel ministerial. Debido a la hiperpresidencialización de París, la relación entre el Presidente y el Canciller Federal influye especialmente en los intercambios bilaterales. Si esta relación no funciona bien, las relaciones institucionales difícilmente pueden compensarlo.

Desde la perspectiva de Berlín, Francia aparece a menudo como un actor difícil, poco dispuesto a coordinarse y difícilmente previsible. Sus posiciones difieren a menudo de las alemanas, por ejemplo en lo que respecta a la adhesión de Ucrania a la OTAN. Las iniciativas francesas -como las favorables al EPG- resultan irritantes como esfuerzos en solitario y tienen un efecto perturbador.

Macron considera que este enfoque es necesario para facilitar soluciones, pero ahuyenta a los socios. Su declaración descoordinada en febrero de 2024 de que no descartaría el envío de tropas terrestres occidentales a Ucrania ha dividido a Europa más de lo que la ha unido.

París a menudo parece aferrarse a posiciones fundamentales -como la soberanía estratégica- y está menos interesado en la resolución pragmática de problemas. Pero la cooperación también es difícil desde la perspectiva francesa.

París se congratuló expresamente cuando el canciller alemán proclamó el cambio de era en el parlamento federal (Bundestag), sobre todo porque en su discurso de entonces se mostró a favor de la soberanía estratégica de Europa. Sin embargo, pronto se criticó que Alemania no había reconocido suficientemente la urgencia geopolítica y actuaba con demasiada lentitud.

Para París, el giro alemán ha sido hasta ahora principalmente nacional y transatlántico, más que franco-alemán y europeo. Berlín ha tomado decisiones clave en concertación con Estados Unidos, por ejemplo en enero de 2023 sobre la entrega de carros de combate a Ucrania, y en parte en contra del resto de los europeos, véase la cautelosa posición de Washington y Berlín sobre la adhesión de Ucrania a la OTAN.

En cambio, faltan iniciativas europeas. En el sector industrial, París critica el enfoque de las Orientaciones de la Política de Defensa de Berlín (VPR) de 2023 de confiar en productos fácilmente disponibles, a menudo no europeos, para las adquisiciones, en lugar de invertir en nuevos productos europeos y, por tanto, en la BTID.

Para París, se trata de una estrategia miope que sacrifica los objetivos a largo plazo de Europa de reforzar la BTID y reducir sus propias dependencias. Las diferencias, a veces feroces, dentro de la coalición de Berlín también dificultan la cooperación desde el punto de vista de París.

Sin embargo, existe cierta contradicción en el hecho de que París reclame una mayor implicación alemana, pero al mismo tiempo lo perciba como competencia. París también ve en la pretensión alemana de construir el ejército convencional más fuerte de Europa un cuestionamiento implícito de su propia pretensión de liderazgo.

Mientras tanto, el giro de Berlín provoca más escepticismo en París que motivación para la cooperación. Ambas partes ven en la guerra de Ucrania la confirmación de sus divergentes supuestos básicos. Desde la perspectiva alemana, se ha confirmado que Estados Unidos -incluso más que la OTAN- es el actor central para la seguridad de Europa y Alemania y que la UE solo "hace contribuciones complementarias" (VPR).

Para Francia, en cambio, se ha hecho aún más evidente que Europa debe hacerse rápidamente más independiente. Retóricamente, ambos países están comprometidos con la soberanía del continente. Sin embargo, mientras que París intenta hacer realidad esta reivindicación a través de iniciativas y políticas de la UE (como su estrategia sobre la industria de defensa), Alemania se ha mantenido vaga a este respecto desde 2022 (por ejemplo, en la RDC). Conceptualmente, Berlín se ve a sí mismo anclado en la OTAN.

También parece haber una falta de comprensión mutua, reflejos bilaterales y voluntad de compromiso en Alemania y Francia. Las consultas sobre la guerra de agresión rusa rara vez conducen a una acción conjunta, como demuestran las decisiones nacionales sobre el suministro de armas.

Las iniciativas surgen sin consulta e irritan alternativamente a los socios, ya se trate del EPG, de la iniciativa europea Sky Shield o de la cuestión de las tropas terrestres. En la práctica, la cooperación parece reducirse a menudo a símbolos, como el despliegue de la brigada franco-alemana en el flanco oriental. No faltan gestos y estructuras de diálogo, pero falta un proyecto político global y ambiciones tangibles. Estos problemas repercuten también en Europa. Porque si París y Berlín no se ponen de acuerdo, poco se puede avanzar a nivel de la UE. En cambio, existe el riesgo de una fragmentación política que debilite a Europa.

Nuevo intento

La visita de Estado prevista de Macron a Alemania a finales de mayo de 2024 podría crear una dinámica positiva que ayude a dar forma a los próximos proyectos de reforma, en particular en la UE y la OTAN. París y Berlín deberían implicar antes y más estrechamente a sus socios de Europa Central y Oriental, como hicieron en la reunión de ministros de Asuntos Exteriores de febrero y en la cumbre del formato de Weimar a mediados de marzo.

La voluntad de trabajar en problemas bilaterales es crucial para revitalizar un reflejo de cooperación. Esto incluye comprender los objetivos, máximas y procedimientos del socio. Con demasiada frecuencia, París y Berlín se miran sin tener en cuenta sus características conceptuales, constitucionales e industriales, lo que da lugar a malentendidos y enfados.

El objetivo debería ser evitar la reproducción de estereotipos y encontrar una forma más fluida de trabajar juntos. Basándose en el exitoso grupo de expertos franco-alemán sobre la reforma de la UE, sería concebible encargar a un equipo la revisión de las estructuras de cooperación (como el Consejo de Defensa y Seguridad franco-alemán) y de los principios rectores comunes. La mejora institucional por sí sola no pondrá en marcha una dinámica positiva, pero puede ayudar a superar la personalización actual -y potencial futura- de las relaciones.

En materia de política de seguridad, París y Berlín deberían centrarse en seguir desarrollando la soberanía europea en el ámbito de la defensa. En concreto, podrían elaborar opciones de actuación en caso de que Estados Unidos redujera su papel en Europa. Para ello, tres objetivos serían fundamentales: en primer lugar, el desarrollo de capacidades convencionales en el pilar europeo de la OTAN, orientadas a futuros escenarios de conflicto; en segundo lugar, un acuerdo sobre el futuro de la disuasión nuclear en Europa y el papel de Francia en ello; en tercer lugar, el desarrollo de una visión de cómo debería ser el panorama europeo de defensa en 2030 y cómo se logrará.

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