Robert Gleadow sobreactuó llenando la representación de bailecitos, tics y muecas repetidos.Estas tonterías intoxicaron no sólo la acción sino también los concertantes y alcanzaron su clímax en los saludos finales.
El hilo conductor del programa estuvo constituido por la misión del jesuita español Diego de Pantoja (1571-1618) a principios del siglo XVII, como homenaje musical en el 450º aniversario de su nacimiento.
En 'Cuadros para una exposición' escuchamos a una orquesta gloriosa y vimos a unos músicos gozosos, mientras que en el 'Concierto para violonchelo' de Dvorák volvimos a ver y escuchar a la orquesta y músicos 'dolorosos' de las últimas temporadas bajo la titularidad de Gómez Martínez.
La afinación, empaste y precisión del Monteverdi Choir y la calidad de los English Baroque Soloists alcanzaron cotas sublimes.Como memorable la dirección de Sir John Eliot Gardiner al frente de los mismos, volviendo a demostrar que el rigor histórico de las formas y la emoción del contenido pueden (¡y deben!) integrarse.
Domonkos Csabay fue en mi opinión el mejor pianista de estas finales y aunque este año no he quedado encandilada por ninguno de los candidatos, Csabay es un firme candidato a ganar el primer premio.
Llegar directamente a la final de un concurso es muy peligroso, porque la competición ya casi ha finalizado, los defectos y virtudes de cada pianista ya se han mostrado y el jurado seguramente tiene bastante claros sus favoritos.
Kavakos supo comunicar desde la exaltación más fogosa hasta el pathos netamente chaicovsquiano pasando por un inspirado lirismo, con una técnica impoluta al servicio de una innegable musicalidad.La cadencia fue de un impacto brutal, personalísima
La noche despegó cualitativamente con el ataque del tema inicial de la 'Sonata en La Mayor' de Cesar Franck con el sonido susurrante que Mutter imprimió a su violín, generando un clima de gran sensualidad y delimitando decisivamente el cambio tímbrico con respecto al universo beethoveniano previo
El público aplaudía y braveaba, y Sokolov tampoco tenía ganas de alejarse del piano, así que continuó con seis propinas, algunas poco más que esbozadas, como si sólo nos quisiera mostrar la belleza de una melodía, el encanto de un recurso armónico, cosas pequeñas pero maravillosas, como un niño que enseña sus tesoros.
Uchida destacó por el aspecto casi ritual de su forma de ofrecer y entender la música en general y la de Schubert en particular, ya que sus obras protagonizaban en exclusiva el programa.A este clima contemplativo, a caballo entre el ensimismamiento y cierto misticismo, contribuyeron las características intrínsecas de la propia obra de Schubert