La Venecia sin venecianos es un fenómeno más insidioso que las inundaciones y tengo la impresión de que lo que creíamos un reducto de resistencia, La Fenice, ya está perdido.Su público resulta de paso y la Fenice se parece cada vez más a una dependencia del aeropuerto Marco Polo.
Una larga mesa, sillas, unos figurantes que no se sabe bien para qué están y que se limitan a presentarnos en sus evoluciones (movimientos coreográficos de Mattia Agatiello) sucesivas combinaciones amorosas a dos, a tres o incluso a cuatro si no recuerdo mal.
Leo Castaldi logró que la insinuada escenificación fuese muy fiel al libreto y permitiera un claro y teatral desarrollo de la trama.Nicola Luisotti llevó con mucho cuidado los dos preludios, si bien en el primero faltó el aroma inconfundible del melodrama.
Esencial en esta dramaturgia es una Violetta desafiante y asertiva en ese credo de “Sempre libera” que lleva hasta las últimas conclusiones.El “Gran Dio!morir sì giovane” cantado por Ekaterina Vakanova con suprema intensidad y apoyo tímbrico, fue antológico por un aire de protesta similar al de su confrontación con Germont padre en el segundo acto.
Estaría bien que se utilizara una ópera escrita ad hoc antes que deformar de modo irreconocible una ya existente, que tendrá un libreto tonto, pero una música extraordinaria.La perla se la lleva Nourabad, convertido en presentador televisivo neurótico.
Una de las originalidades de Spinosi fue el cortar prácticamente todos los recitativos y sustituirlos, de forma parcial y poética, por una actriz-recitadora: Tatiana Spivakova, que creó un texto alusivo al argumento y resonancias metafóricas de Carmen.
Auditorio de Valladolid.Orquesta Sinfónica de Castilla y León.Jean-Christophe Spinosi, director.Ekaterina Bakanova, soprano.Mozart: La flauta mágica: obertura;Sinfonía n.º 41 en do mayor, K.551, "Júpiter".