Cuando la sutileza se convierte en otro orden, ajeno a lo que se escucha, Arabella, repleta de dobles fondos, ternura, amargura y calibrada denuncia, puede considerarse difunta: nada de lo que se pretende está, porque en Strauss y Hoffmansthal el cómo es la obra.
El inmenso abanico de formas de expresión musical de Wilhelm Grosz quizá revele menos un estilo personal individual que un talento especial para saber utilizar juguetonamente los respectivos nichos musicales en cualquier momento.
La interpretación que dieron González-Monjas y la Sinfónica de Galicia de la Sexta Sinfonía de Ludwig van Beethoven me la llevaré a la tumba.No es que todo saliera bien, sino que todo salió de ensueño.
Mahler y Strauss trabajaron sus textos de maneras muy diferentes.Mientras que el primero los ajustó a través de una variedad de intervenciones -omisiones, reorganizaciones e incluso sus propias adiciones- de acuerdo con sus necesidades y demandas expresivas, el segundo de los mencionados se ciñó estrictamente a los poemas.
Todo fue como una seda: Martín-Etxebarría no sólo supo mimar a sus cantantes -siguió su respiración y nunca les tapó- con un tejido orquestal cálido y empastado, sino que trabajó las oberturas a fondo
Pelléas et Mélisande se convirtió en un éxito teatral europeo de principios de siglo porque, por un lado, el público era capaz de reconocerse en los protagonistas y, por otro, se veía arrastrado a un fascinante mundo de ensueño, donde los personajes se mueven como siluetas sombrías, donde las palabras y las acciones tienen siempre un doble sentido y los lugares se convierten en metáforas.
‘Morgen’ de Strauss fue tan superior que se cortaba el silencio en la sala y al final, sólo después de un momento que parecía interminable, estalló el merecido aplauso