'Coppelia x Machina' pone el dedo en la llaga en controvertidas cuestiones de suma actualidad: ¿Qué puede ocurrir cuando desaparezcan las fronteras entre el ser humano, la marioneta y la máquina?
La puesta de Vasili Barkhatov transforma el material supuestamente "antiguo" en una pieza actual, demostrando que hay algo intemporal en la historia y que puede trasladarse sin gran esfuerzo a nuestros días.
Cuando Adriana declama, la cantante entra en el melodrama del habla-conocimiento, un medio de demostrar emoción o desenfado, que aquí consigue un efecto especial por su duración y originalidad (el canto se convierte en un medio normal de comunicación, el habla sirve a la expresión artística).
Homoki logra aquí una puesta maravillosamente minimalista de La Traviata y sin embargo tan emotiva que no deja nada que desear.Esto no solo se debe a la dirección y a la ingeniosa escenografía, una superficie oblicua a modo de espejo en la que se juega todo el destino de una mujer destruida por la sociedad.
Aquí manda Eurídice quien hace todo lo que sea necesario para que los hombres bailen a su son.Incluso en el infierno, y bajo el gigantesco dragón ciclista del averno, se hizo durante el jolgorio con unos genitales masculinos muy monos, cubiertos de brillantitos, que luego arrojó a la multitud detrás de ella como si fueran un ramo de novia.
El público lloraba literalmente de la risa porque la régie asimilaba explícitamente la trama de El Murciélago con los casos de corrupción y evasión de impuestos de los nuevos ricos de Renania del Norte Westfalia en nuestros días.
Villazón no confía en la trama e intenta encontrar su propia lectura, Elvira no puede vivir como quisiera en esa estricta sociedad y está loca desde un principio y no experimenta ninguna curación en el transcurso de la ópera que, a juicio del regista, funciona sin necesidad de aclarar aquellos trascendentales hechos que marcaron época.
La versión de Homoki no deja absolutamente nada que desear, todo está perfectamente coordinado y conmueve a tal grado a la platea que desde el primer acto se oye por lo bajo en la sala cómo las damas asistentes se apresuran a sacar pañuelos de sus bolsos para secarse las lágrimas que asoman a sus ojos y ruedan por sus mejillas.
Ambientada en un manicomio del siglo XVI, atendido por monjas, la osada puesta en escena de Immo Karaman es espectacular, de gran vuelo artístico.La escenografía es sumamente ingeniosa y permite rapidísimos cambios.