En 'Ô mon bel inconnu' Hahn trabajó con un escritor muy apreciado en Francia, famoso por sus juegos de palabras y poco conocido fuera del ambiente francófilo: Sacha Guitry
El disco, una joya que merece ser atesorada, comienza con la interpretación de ocho bellas obras menos tocadas o casi desconocidas de Fauré antes de concluir con el 'Réquiem', que ha seducido a varias generaciones de amantes de la buena música.
El mayor logro de Reynaldo Hahn en Ô mon bel inconnu es el relieve que alcanza la parte instrumental.La música se despliega en la voz de la orquesta, que alcanza autonomía y preponderancia por encima de las voces humanas.
Es posible imaginar los Année folles de Paris, en los que una sociedad traumatizada por la Primera Guerra Mundial (1914-1918) se lanzaba al placer para disfrutar de la vida, ignorando también deliberadamente las barreras morales.
El libreto de 'La bota secreta' no tiene desperdicio, y la música -picantísima, pero también con instantes de lirismo aún más graciosos, con melodías inmediatas y de inconfundible sabor finisecular- es una sucesión de perlas cada cual más inteligente que la anterior
Willemetz vuelve a sorprender con sus fuegos artificiales de ingenio, Messager vuelve a encantar con unas melodías, inteligentemente orquestadas, que van de lo picante a lo dulce y que siempre consiguen sonar "como si las conociésemos de toda la vida"
¿Py podrá hacer algo con 'El ruiseñor'?Pues seguramente le salga una pifia, pero como luego triunfará con 'Las mamas', "todos tus pecados te serán perdonados"
Un divertimento, cuando está bien hecho, cuando tiene imaginación -y por lo tanto se sitúa fuera de los límites de la banalidad-, puede ser también una obra de arte.Este Voyage dans la lune, de Offenbach/Vanloo, Leterrier y Mortier lo es.
Hubo más música que de costumbre en esta versión de 'Lakmé' y sin embargo nadie se aburrió.A ver si va a ser que cada vez que cortan una obra por miedo a aburrir al público el problema no es de la obra sino de los intérpretes, que no saben darnos su visión de conjunto
En la partitura de Phryné, la sabiduría compositiva de Saint-Saëns se disfraza de aparente ligereza.Todo queda envuelto en una elegante ironía, y si la obligada influencia offenbachiana es patente en ciertos pasajes, nada queda de la acidez de las primeras operetas de Hervé y Offenbach.