Alemania

Onegin el solitario

Juan Carlos Tellechea
jueves, 14 de marzo de 2024
Bogdan Baciu y Ekaterina Sannikova en Eugen Onegin © 2024 by Andreas Etter Bogdan Baciu y Ekaterina Sannikova en Eugen Onegin © 2024 by Andreas Etter
Düsseldorf, domingo, 25 de febrero de 2024. Gran sala de la Ópera de Düsseldorf. Deutsche Oper am Rhein. Eugen Onegin, ópera en tres actos con música de Piotr Chaikovski y libreto en ruso de Konstantin Shilovski (revisión del texto Issai Dobrowen), basado en la novela homónima en verso (1831) de Aleksandr Pushkin, estrenada en una función para el Conservatorio de Moscú por un grupo de estudiantes el 29 de marzo de 1879. En ruso con sobretítulos en alemán. Dirección escénica Michael Thalheimer. Escenografía Henrik Ahr. Vestuario Michaela Barth. Iluminación Stefan Bolliger. Dramaturgia Anna Grundmeier. Preparación conceptual Bettina Auer. Reparto: Larina, propietaria viuda (Katarzyna Kuncio), Tatiana, hija de Larina (Ekaterina Sannikova), Olga, hermana de Tatiana (Ramona Zaharia), Eugen Onegin, dandi (Bogdan Baciu), Lenski, joven poeta (Ovidiu Purcel), príncipe Gremin (Bogdan Taloș), Filipievna aya de las jóvenes (Ulrike Helzel), Triquet, tutor francés (Sergei Khomov), Zaretski, amigo de Lenski (Valentin Ruckebier), un capitán (Volker Philippi), cantor (Mamuka Manjgaladze). Coro de la Deutsche Oper am Rhein, preparado por Gerhard Michalski. Extras de la Deutsche Oper am Rhein. Orquesta Düsseldorfer Symphoniker. Director Vitali Alekseenok. 100% del aforo.
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El director Vitali Alekseenok, al frente de la orquesta Düsseldorfer Symphoniker, entregó este domingo una de las mejor logradas versiones de la ópera Eugene Onegin, de Piotr Chaikovski, con una puesta en escena del laureado regisseur Michael Thalheimer.

La musicalidad y sensibilidad de todo el elenco, con Ekaterina Sannikova, en el papel de Tatiana, y Bogdan Baciu, en el del dandi ruso, consiguió pintar un cuadro de sociedad de estilo chejoviano, a través de un muy sutil y logrado trabajo psicológico.

Si bien hubo abucheos al equipo de Thalheimer, los decorados minimalistas, de Henrik Ahr, y el vestuario diseñado por Michaela Barth, complementaron ese concepto de personajes atrapados en su vida interior. Una sensación de claustrofobia marca permanentemente la acción.

Las dos primeras representaciones de esta producción de Eugeni Onegin de la Deutsche Oper am Rhein se han grabado para su retransmisión en línea, que estará disponible gratuitamente en www.operavision.eu durante seis meses a partir del 23 de marzo de 2024.

Aclamada

Eugene Onegin, régie de Michael Thalheimer. © 2024 by Andreas Etter.Eugene Onegin, régie de Michael Thalheimer. © 2024 by Andreas Etter.

Predominan aquí la leve elegancia mozartiana que admiraba Chaikovski, y la infinita riqueza melódica que caracteriza al compositor ruso, y que culmina en las tres arias principales de la obra: la carta de Tatiana a Oneguin, construida casi al estilo de Mozart (recitativo y aria), el aria (''kouda, kouda'') en la que Lenski (Ovidiu Purcel) se despide de la vida, y por último el aria del príncipe Gremin (Bogdan Taloș), en la que explica cómo un guerrero de cabello cano puede verse atrapado en las trampas del amor (lo que explica también la renuncia final de Tatiana).

El gran logro de esta nueva producción de una de las óperas favoritas de Rusia, basada en la novela en verso homónima de Aleksandr Pushkin, reside en la excelencia de los cantantes que apoyan maravillosamente al dúo de las hermanas Tatiana y Olga (Ramona Zaharia). Bajo la diestra égida de Vitali Alekseenok los Düsseldorfer Symphoniker realizaron una magnífica interpretación de esta obra magistral, aclamada hasta el paroxismo por los espectadores que abarrotaban la sala de la Ópera de Düsseldorf.

Congelamiento

Katarzyna Kuncio, Ramona Zaharia, Ulrike Helzel y Ekaterina Sannikova. © 2024 by Andreas Etter.Katarzyna Kuncio, Ramona Zaharia, Ulrike Helzel y Ekaterina Sannikova. © 2024 by Andreas Etter.

El tiempo se detiene en el opresivo cajón de madera instalado en la boca del escenario. Dentro, gavetas que pueden desplazarse hacia atrás o hacia adelante e incluso convertirse en escalinatas. La vida campesina, descrita por Pushkin en su libro y por Chaikovski en esta ópera, también se detiene. Otro tanto ocurre con el coro en la salvaje danza folclórica ejecutada para que el espectador pueda centrarse en las escenas líricas, desde el compás inicial y la agitación interior de la joven Tatiana.

La forma reducida con la que Thalheimer presenta ello, mostrando las emociones de sus personajes como un hierro incandescente, no solo muestra coherencia, sino autenticidad con este elenco de primera categoría. Fue una fiesta también para los cantantes, interrumpida a menudo por los efusivos aplausos y exclamaciones de aprobación del público.

Percepción

Ulrike Helzel, Katarzyna Kuncio, Ramona Zaharia, Ekaterina Sannikova, Coro de la Deutsche Oper am Rhein. © 2024 by Andreas Etter.Ulrike Helzel, Katarzyna Kuncio, Ramona Zaharia, Ekaterina Sannikova, Coro de la Deutsche Oper am Rhein. © 2024 by Andreas Etter.

En la segunda escena, cuando el coro viene a entregarle obsequios a Larina (Katarzyna Kuncio), entre cantos y danzas, es más que notable la diferencia entre el Chaikovski de orientación occidental en su música y El Grupo de los Cinco, que tenía un espíritu auténticamente ruso; el alma del pueblo llano, de la burguesía, de las clases altas, de ese sentimentalismo exaltado que oscila constantemente entre la alegría y la desesperación

Es en esta anfibología donde reside la riqueza de la historia, no en los grandes autores que cualquiera citaría en primer término, verbigracia Fiodor Dostoyevski o Leon Tolstoi, sino en Pushkin. Pushkin, el amado poeta nacional, cuyos versos todos los rusos conocen de memoria, cuyas paredes de Moscú están tachonadas de placas que recuerdan que pasó por allí y por allá (es difícil no leer: Aquí, Pushkin comió pierogui cierto día).

Con la ambigüedad añadida de una atmósfera oprimente, en la que se presiente el derrumbamiento de un mundo antiguo, se justifica la fecha de 1878. Ese año Chaikovski escribió su ópera, pero evidentemente era mucho menos imaginable en la época en que se desarrolla la historia, 1820, en tiempos de Pushkin.

La corte de los zares

La única razón de ello es reforzar la idea (pero esto no interesa necesariamente al director, que juega con la intemporalidad) de la inmovilidad de esa sociedad, una inmovilidad que durará cien años. Thalheimer insiste mucho más, utilizando a Onegin el solitario como portavoz, en el profundo aburrimiento de esta vida provinciana en la que la perspectiva de un modesto baile basta para hacer creer a ese pequeño universo que ¡esto es la corte de los zares!

Tatiana, una joven soñadora y ávida lectora de historias de amor, ve llegar a la finca de su madre al prometido de su hermana Olga, Lenski, acompañado de un amigo rico, el dandi Oneguin. Tatiana se enamora inmediatamente de Oneguin, que la rechaza amablemente (pero con crueldad), alegando que no es apto para el matrimonio. Amor, no; hábito es lo que mantiene unidas a las parejas.

Un malentendido sentimental y los dos amigos se convierten en enemigos irreconciliables, hasta el punto de que Oneguin mata a Lenski en un duelo. Unos años más tarde, Oneguin, de regreso de un exilio forzoso en el extranjero, conoce por casualidad a Tatiana, convertida en la princesa Gremin, y se da cuenta de que es a ella a quien ama; pero entre su corazón, aún enamorado, y su deber, Tatiana elige la dignidad de ser fiel al viejo príncipe que la acogió.

Un gozo musical

Las tres magníficas arias (el aria de la carta dura casi un cuarto de hora) se responden mutuamente bajo la batuta de Vitali Alekseenok, a menudo con contrapuntos de maderas que prolongan la melodía; la correspondiente sección de la Düsseldorfer Symphoniker es excelente y un gozo permanente escucharla la mayor parte del tiempo. Alekseenok se preocupa siempre de resaltar el canto y las diferentes voces de los instrumentos (Chaikovski, es un gran orquestador), quizás no enfatizando lo suficiente los contrastes en un primer acto un poco largo, pero eso cambia después, cuando la trama se vuelve mucho más tensa y dramática.

Sobre todo, se sufre con el Lenski de Ovidiu Purcel, quien, con jersey y abrigo negros, hace de su personaje una figura simpática que llena la sala con sus dulces agudos y su fraseo delicado, o prácticamente escupe sus palabras a los pies de Onegin, hirviendo de rabia.

La velada se convierte así en una magnífica obra de cámara entre Lenski y Olga, Tatiana y Oneguin, en la que pequeños gestos como los juegos de dedos de los amantes o la breve subida de Oneguin a una silla con los brazos extendidos -solo en este enorme escenario vacío- nos muestran todo el drama de la vida con sus oportunidades perdidas y sus decisiones equivocadas.

Excelente reparto

La Tatiana de Ekaterina Sannikova es un feliz acontecimiento para esta producción. Su sonora voz se oye muy bien proyectada. En el aria de la carta transmite todos los sentimientos que se agitan en su interior; y consigue encarnar muy sutilmente tanto a la joven romántica como a la princesa altiva y herida, a través de la gracia de un detalle, el porte de su cabeza.

La alegre y vívida Olga de Ramona Zaharia con su bello timbre de mezzo, es muy buena, mientras que Ovidiu Purcel interpreta a la perfección a un exaltado y enfurecido Lenski. Con una voz aguda, casi metálica, Bogdan Baciu se revela poco a poco como un Oneguin romántico y solitario, aquejado por su mala vida, que estalla aún más claramente en el último acto (con el peso del crimen aún persiguiéndole).

Las dos damas, Katarzyna Kuncio, la madre, y Ulrike Helzel, la conmovedora niñera Filipievna, están muy bien, con sus agudos. También es muy divertido el improbable acento de Sergej Khomov como monsieur Triquet, el viejo emigrante francés que canta un aria a la antigua usanza, más cerca de André Grétry que de Mozart.

Por último, Bogdan Taloș como Gremin tuvo sobre todo que defender su aria, y lo hizo tan bien que los aplausos fueron justos tras las últimas notas. El coro de la Deutsche Oper am Rhein también realizó una muy buena actuación. Todos los cantantes hicieron verdadero honor a la lengua y al texto de Pushkin.

Tedio y dramatismo

Como ocurre siempre con todas las producciones de Eugenio Oneguin, el primer acto se hace largo cuando no se lo alimenta con una escenografía o una acción más variada (la representación del tedio surte su efecto y aburre). En todo caso es una idea notable insistir en el aria de la carta, en todas las palabras que animan a Tatiana a prever el fracaso de su intento de amor. Presagia además el hecho de que en la escena del baile se convierte en una especie de cadáver viviente, congelada ante un Oneguin casi indiferente.

Del mismo modo el aria de Lenski es totalmente la despedida de un hombre ya muerto. Pero Thalheimer eleva a Ovidiu Purcel, impidiéndole alimentar su desesperación con una serie de gestos o preguntas. La escena del baile tiene una crueldad balzaciana y permite ver a Michael Thalheimer como un laureado hombre de teatro, al colocar a Oneguin siempre solo (así también termina) en medio de la multitud, casi como un vampiro de mal brillo en la tierra de los vivos. Prolongadas y merecidas ovaciones cerraron la velada lírica en Düsseldorf.

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