Al contrario de lo que ocurre con los buenos vinos, esta puesta en escena no mejora con el paso del tiempo, sino que se percibe cada vez más fastidiosa
Barry Kosky esboza el 'Tríptico' pucciniano recién estrenado en la Stopera de Amsterdam como “una cena de tres platos preparada y cocinada por el Chef Puccini.Cada uno de ellos es algo totalmente diferente”
Las ocurrencias individuales de Serebrennikov se hundieron en un todo fracasado por su insistencia en sabotear una dramaturgia original que, como decía Kupfer, es mucho más compleja que la de cualquier ópera wagneriana.
Una producción con cantantes, director, coros y orquesta apropiados, que ofrecen una versión musicalmente brillante, pero devaluada por un concepto escénico poco convincente
Lo nuevo de Kosky es una reelaboración radical del mito que incorpora un elemento esencial, a saber, el famoso “fresno del mundo”, que es referido en la tetralogía siempre un poco al pasar, como ese árbol extinto después de que Wotan le arrancara una rama para su lanza.
El público que conocía 'La fille de Madame Angot' sale muy decepcionado de haber visto una suerte de sucedáneo, y el que no conocía la obra sale pensando que no vale mucho, con un libreto tonto y una música simplemente agradable.
El amor puede hacernos transitar por senderos tanto paradisiacos como obscenos, y eso intenta plasmar Andrews, subrayando la función de “dramma giocoso” de Da Ponte, quizás con algunos elementos innecesarios
La única deficiencia de esta excelente 'Katia Kabanova' fue la inmensidad de la Felsenreitschule, pero Kosky se las arregló con la ayuda de su descomunal talento teatral: los personajes fueron despegándose de un multitudinario muro humano para dar la cara al público, e interpretar sus ilusiones y mezquindades antes de volver a perderse en medio de este pueblo anónimo y cruel