Considero que en buena parte el éxito de los solistas se debe al mimo y a la inteligencia con que el director los trató, escogiendo los tempi que se adaptaran a sus voces, creando las atmósferas sonoras necesarias a sus arias de lucimiento.
Tengo la firme sensación de que 'Zoroastre' de Rameau no sería la obra maestra que es sin el estupendo libreto de Cahusac, porque se sale de los cánones de su época, anticipando incluso la revolución de Gluck con su fuerza dramática, con sus recitativos cargados de expresividad, desdibujando la separación entre aria, arioso y recitativo, con sus innovaciones armónicas (sello de Rameau), todo ello gracias justamente a un libreto muy particular
Para nosotros, habituados a la versión de la Scala, esta primera versión de 'Simon Boccanegra' resulta extraña, muy extraña.En mi caso, el contacto con este 'Simon' fue análogo a la de aquellos sueños en los que uno reconoce objetos, situaciones muy familiares, pero dentro de contextos impensados.
Plácido Domingo ya no es un cantante, es una institución venerable y admirada.Su presencia escénica es igual de convincente que en el pasado.Como una noche con la luna asomando fugazmente entre las nubes, su voz se ilumina de vez en cuando con destellos de un viejo esplendor.
Sobre todo, y Martone debería pensarlo, Verdi era un pesimista y sabía, como Hugo, que no había (¿no hay?) victoria posible para los perdedores natos que se ilusionan con su grandeza al causar -o creer causar- la muerte de un tiranuelo.
Fueron pasiones que precisamente por cabalgar sobre imperfecciones vocales o rusticidades escénicas brillaron con el histrionismo digno de una obra maestra
Roma ha sido un teatro que históricamente ha apostado por 'Ernani' y tenemos la prueba en esta producción de Hugo de Ana.Un espectáculo que deja satisfechos a muchos y descontentos a algunos, con razones de ambas partes.
Cada vez que la penumbra y la niebla cubren el hoyo donde se desarrollan los acontecimientos está por ocurrir un asesinato;ni bien la víctima del crimen cae brilla súbitamente la luz en esta Escocia bañada en la sangre de sus hijos.
Cuando Adriana declama, la cantante entra en el melodrama del habla-conocimiento, un medio de demostrar emoción o desenfado, que aquí consigue un efecto especial por su duración y originalidad (el canto se convierte en un medio normal de comunicación, el habla sirve a la expresión artística).
El empeño del señor Andrews es sugerente y atrevido.No interfiere con la partitura, actualiza sin dejar de profundizar, aguanta el paso del tiempo y azuza el gusanillo que se alimenta del lamento del cerebro en conserva, lo que resulta bastante divertido de momento, aunque supongo que no a la larga.