¿Cuándo se convirtió en un clásico Matthias Goerne?Yo aún tengo muy presente cuándo Schubert -y 'Winterreise'- era Fischer-Dieskau, y ahora es Goerne.Y cuando intérprete y obra se unen así, es muy difícil hacer una crítica de un concierto concreto.
Acosta no podría eludir las autorreferencias a su propia carrera en una obra tan personal como 'Tocororo Suite', llena de frescura, vitalidad, optimismo y sentido del humor
Robert Gleadow sobreactuó llenando la representación de bailecitos, tics y muecas repetidos.Estas tonterías intoxicaron no sólo la acción sino también los concertantes y alcanzaron su clímax en los saludos finales.
En 'Cuadros para una exposición' escuchamos a una orquesta gloriosa y vimos a unos músicos gozosos, mientras que en el 'Concierto para violonchelo' de Dvorák volvimos a ver y escuchar a la orquesta y músicos 'dolorosos' de las últimas temporadas bajo la titularidad de Gómez Martínez.
Domonkos Csabay fue en mi opinión el mejor pianista de estas finales y aunque este año no he quedado encandilada por ninguno de los candidatos, Csabay es un firme candidato a ganar el primer premio.
Llegar directamente a la final de un concurso es muy peligroso, porque la competición ya casi ha finalizado, los defectos y virtudes de cada pianista ya se han mostrado y el jurado seguramente tiene bastante claros sus favoritos.
La Semifinal del XX Concurso Internacional de Piano de Santander se desarrollará desde el 29 de julio al 1 de agosto, en la Sala Pereda del Palacio de Festivales de Cantabria, siendo de entrada libre hasta completar aforo.
Afkham, sin batuta, de gesto suave y nunca superfluo, logró imprimir una atractiva transparencia en las texturas, de manera que ni el coro fue sepultado orquestalmente ni al contrario.
Penella compuso un admirable tratamiento prosódico del texto en las partes más recitadas, por lo que toda la obra de principio a fin es musicalmente cantabile, de canto muy natural.Nada que ver con las experimentaciones harto indigestas y metidas con calzador de don Tomás Bretón décadas atrás.
Este gran salón con butacas rojas, presidido por un retrato enorme de Franco vestido de cazador y sus condecoraciones, un día de junio de 1954 acogía el examen de fin de carrera de una joven y atractiva pianista que estaba a punto de hacerse Carmelita Descalza.