La vieja guardia, educada sobre todo en el ideal clásico de equilibrio y elegancia, ha cedido el testigo a una generación más joven que se preocupa por las cuestiones de la práctica interpretativa histórica, compara las ediciones musicales y estudia las fuentes, y también se atreve con los límites de la expresión.
El empeño del señor Andrews es sugerente y atrevido.No interfiere con la partitura, actualiza sin dejar de profundizar, aguanta el paso del tiempo y azuza el gusanillo que se alimenta del lamento del cerebro en conserva, lo que resulta bastante divertido de momento, aunque supongo que no a la larga.
En «One and Others» Volpi crea un mundo misterioso, protegido apenas por un fino telón de malla transparente, en el que cinco parejas de bailarinas y bailarines se buscan y se encuentran, en el que existen como colectivo, y en el que al mismo tiempo trabajan para ser algo singular.
Pocas veces se ha escuchado esta partitura sonar con tanta entrega, tan naturalmente verdiana, con su gama de matices inauditos, desde el fortissimo martillado hasta los efectos acariciados.Bajo la dirección de Andrea Sanguineti la Essener Philharmoniker ofrece interpretaciones alternadamente ardientes y brillantes.
Hernández Silva sabe mantener un tiempo sin caer en la tentación de pisar el acelerador, gracias a su determinación y a un pulso incansable.Como incansable es su cuidado de las texturas sonoras, la atención por el detalle y la obsesión por el sonido bien empastado.
Trouble in Tahiti es una perla.Una obra corta, pero no menor.Huffman consigue dotar de mucho dinamismo a la acción sin que en ningún momento el movimiento resulte atropellado.
Ayudado por la profundidad del canto y la seductora redondez del Steinway, Tony Yun pasa de la claridad a la generosidad de medios, de la línea límpida del discurso a los vuelos más ardientes de la fantasía con una facilidad que no es demostrativa, sino profundamente sentida.
El espectáculo presentado por Ollé, una revisión de la puesta en escena original en Dresde, tuvo el inconveniente de ser fuente de constantes ruidos por el frecuente cambio de plataformas giratorias.Si hubo un error conceptual fue el de convertir un texto y música que no son realistas en un relato continuo en el que se aprovecharon los interludios para ‘rellenar huecos’ que no hacían falta
Una orquesta muy implicada y de virtuoso empaste —algo que asimismo se podría decir del espléndido coro— se lució a las órdenes del algo impulsivo Óliver Díaz, que se centró en maravillar desde el foso opacando en cierta medida el brillo de las voces femeninas en la escena.